Mateo 14, 13-23:
Al oírlo Jesús,
se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo
supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades.
Al desembarcar,
vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.
Al atardecer se
le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es
ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren
comida.»
Mas Jesús les
dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.»
Dícenle ellos:
«No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.»
Él dijo:
«Traédmelos acá.»
Y ordenó a la
gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y
levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se
los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.
Comieron todos
y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos.
Y los que
habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños.
Inmediatamente
obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra
orilla, mientras él despedía a la gente.
Después de
despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo
allí.
Nos dedicaremos en este apartado a la multiplicación
de los panes. Y, si en los anteriores hemos hecho preguntas, en este nuevo, no
tenemos otra opción. Y, en este trozo sí que hay cosas que preguntar. Muchas
son, sin duda.
La primera puede resultar un tanto atrevida: ¿En
verdad, Jesús, realizó la multiplicación de los panes? Ya la pregunta puede
resultar motivo de escándalo. Pero, no hay por qué escandalizarse. Tiene que
ser la primera pregunta de rigor.
¿Cómo fue la multiplicación de los panes y de los
peces? ¿En qué consistió esa multiplicación? ¿Los panes y los peces alcanzaron
para todos los que estaban en ese momento? ¿Cuántos estaban? ¿En verdad eran
unos 5.000 hombres? ¿Si, con los hombres iban sus esposas, y, si todos estaban
casados, no serían, por medida pequeña, 10.000 personas; y, si, con los padres
irían algunos hijos, por lo menos uno por pareja, no llegarían a 15.000
personas? Un stadium de fútbol sería, entonces, pequeño para tanta gente.
¿Tanta fue la multiplicación porque tanta era la gente presente? ¿Qué hay de
fondo en el número que da el evangelista San Mateo?
¿En qué consistió, según el evangelista San Mateo,
en clave teológica, la multiplicación de los panes y de los peces?
Antes, hay que mirar a los otros evangelistas, para
ver qué dicen al respecto, y comparar los datos.
Hay varios datos importantes de resaltar:
Según San Mateo, al atardecer se le acercaron
los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado...” (Mateo 14,15); según San
Marcos, era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y
le dijeron: «El lugar está deshabitado...” (Marcos 6,35); según San Lucas
9,12: “Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le
dijeron: «Despide a la gente...”
“Ya es hora avanzada”, según Marcos (Mc. 6, 35); la
hora es ya pasada, según Mateo (Mt. 14, 15); en el evangelio de San Lucas los discípulos
no hacen referencia a ninguna hora o circunstancia del tiempo; el evangelista
San Juan no dice nada de sí los discípulos le habían percatado de la hora, más
bien, anota que es Jesús quien se da cuenta de la cantidad de gente que está
allí y se preocupa porque no hay para darles de comer a tantos (cfr. Jn. 6,5).
Según San
Lucas, fue en Betsaida (Lc. 9,10); según San Mateo y Marcos, en un
lugar solitario, después de viajar en la barca, sin especificar el lugar
(Mt. 14,13; Mc. 6,32); según San Juan, a la otra ribera del mar de Galilea,
el de Tiberíades (Jn. 6,1).
En Mateo 14,15, en Marcos 6,35 y en
Lucas 9,12: “El lugar está deshabitado”: coinciden con la descripción de
las circunstancias del lugar donde estaban. En el Evangelio de San Juan no hay
ningún dato respecto a las circunstancias del lugar.
Sexto: La sugerencia de los discípulos:
Los discípulos le sugieren a Jesús que despida a la
gente para que vayan a comprar comida: Mateo 14,15: “Despide, pues, a la gente, para que
vayan a los pueblos y se compren comida.” Marcos 6,36: “Despídelos para
que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.” Lucas
9, 12: «Despide a la gente para que vayan
a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida,
porque aquí estamos en un lugar deshabitado.» El evangelista San Juan, no
dice nada respecto a sí los discípulos le sugieren a Jesús la idea de que
despida a la gente.
Séptimo: Respuesta de Jesús a la sugerencia de los discípulos:
En Mateo 14,16, Jesús se muestra negativo a la petición y sugerencia de
que se vayan, y, además manda que los discípulos les den de comer: Mas Jesús
les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» En
Marcos 6,37 y Lucas 9,13 Él les dijo: «Dadles vosotros de comer.» No
dice nada de la primera sugerencia, es decir, de que los despidiera. Y les pide
que sean ellos quienes les den de comer a todos. En San Juan 6,5, Jesús es
quien está preocupado por la cantidad de gente. Ningún discípulo le sugiere
nada, sino que es el mismo Jesús quien toma la iniciativa: “Al levantar
Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde
vamos a comprar panes para que coman
éstos?»”
Reaccionan, según
sus circunstancias: no tenían y se lo hacen saber. Y, con ello, muestran la
despensa, lo que hay: Mateo 14, 17: “Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que
cinco panes y dos peces.»” Marcos 6,37: “Él les contestó: «Dadles
vosotros de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos
denarios de pan para darles de comer?»” Lucas 9,13 “Él les dijo: «Dadles
vosotros de comer.» Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y
dos peces; a no ser que vayamos nosotros
a comprar alimentos para toda esta gente.»” Juan 6,7: “Felipe le
contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un
poco.»”.
No se niegan
y presentan alternativas: En Mateo y
Lucas, admiten que solo tienen cinco panes y dos peces. En Marcos y
también en Lucas presentan la posibilidad de ir a comprar, aunque en Marcos, es
más una pregunta que un ofrecimiento:
pero en Lucas se presenta como ofrecimiento: En Marcos: «¿Vamos
nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?”; en
Lucas: “a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta
gente”. En Juan 6,8-9: “Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el
hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y
dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»”
En Mateo y Lucas: “No tenemos más que cinco panes y dos peces.” No se precisa quien los
tiene, sí ellos, los discípulos, o alguien de la gente. En Marcos 6, 38 “Él
les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse cerciorado, le
dicen: «Cinco, y dos peces.»” En Marcos, pareciera que eran los discípulos
quienes tenían sus provisiones, porque dice, después de haberse cerciorado.
Mientras que en San Juan, es un muchacho de entre la gente: “Le dice uno de
sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que
tiene cinco panes de cebada y dos peces””.
En Mateo manda que le lleven los panes y los peces.
Y ordenó que la gente se acomodara en la hierba, por grupos de cincuenta, según
San Marcos. Todos coinciden que eran como unos 5.000 hombres, sin contar a
mujeres y niños.
“Tomó luego
los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la
bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos
a la gente”. En Lucas, Marcos y Mateo, después de pronunciar la bendición,
partió los panes, se los dio a los discípulos para que estos los repartieran
entre la gente. Según San Juan, no los partió, sino que los repartió, por lo
visto, Él mismo, porque no dice que se los dio a los discípulos para que los
distribuyeran.
“Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la
barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.” (Mt. 14,22; Marcos 6,
45). Lucas no dice nada sobre la despedida, ni tampoco, de que obligó a los
discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla. Tampoco
el Evangelio de San Juan.
Podríamos seguir haciendo más comparaciones. Pero,
quedémonos con las resaltadas hasta este momento, que ya son bastantes. Ahora,
sometámoslas a preguntas.
¿Fue esa vez, la única, en que Jesús realizó la
multiplicación?
Esta pregunta es muy importante, porque, de hecho,
según los Evangelios de San Lucas y de San Juan, Jesús, realizó sólo una
multiplicación; mientras, que en San Marcos y San Mateo, dos fueron las
multiplicaciones (cfr. Mt. 15, 32-39 y Mc. 8, 1-10, las otras dos). Pero no nos
vamos a detener en esos datos. Bástenos referirlos, porque hay similitud en
muchos de los detalles.
El caso es esta multiplicación y a ella nos vamos a
limitar para todas las preguntas posibles.
Estamos claros, que había mucha gente.
Vamos a la hora: era tarde: Aquí no se nos ocurre
ninguna pregunta, por los momentos. Y, así, tenemos ya dos elementos básicos:
mucha gente y era ya tarde. Tal vez, empezaría a oscurecer. Sin embargo, sería
muy importante precisar, más o menos, la hora, porque en esas geografías, en
épocas del año, comienza a oscurecer a eso de las nueve de la noche, según
nuestros horarios. ¿Qué época sería: verano, invierno, primavera... ? Depende
de cómo se escoja, podríamos determinar, qué tan tarde sería, aquel tarde
de aquel día. Esto puede ser clave.
El Evangelista San Juan sólo apunta que “estaba próxima la Pascua, la fiesta de los
judíos” (Juan
6,4). Luego, podría ser jueves o viernes, el día de la multiplicación de los
panes y de los peces, de aquella tarde. Porque la Pascua se celebraba el día
sábado, según la tradición judía.
Volvamos a lo de que era ya tarde y era hora
avanzada. San Marcos dice que era hora muy avanzada. Muy bien:
¿avanzada, para qué? ¿Para regresar en barca? Si era, como a las nueve de la
tarde, según nuestros horarios y calendarios, ciertamente, representaría un
peligro regresar a esa hora: tal vez la marea había subido, y representaba,
realmente, un peligro. Tenían, entonces, motivos por los que preocuparse los
discípulos. Así se lo hacen saber al propio Jesús los mismos discípulos: “Ya
es hora avanzada”, según
Marcos (Mc. 6, 35); la hora es ya pasada, según Mateo (Mt. 14, 15).
Era tarde. Pero, ¿tarde para quien o quienes? ¿Para
la gente que estaba allí, o, para los propios discípulos que tendrían que
regresar en barca? ¿Para quién era tarde? ¿Por quiénes se preocupaban los discípulos, por la gente,
o, por ellos mismos, que tendrían que cruzar en barca para regresar? Y, parece
que este cuestionamiento, no está de más. Puede resultar clave. Tengámoslo
presente para más adelante, porque parece que nos va a ser muy útil.
Por un lado los evangelistas van narrando y cuentan
el detalle de que ya era hora avanzada, los evangelistas que dan esos detalles,
por supuesto. Por otra, cuentan, que los mismos discípulos le hacen a Jesús la
observación sobre la hora, que ya era avanzada. Ante esa observación, sugieren,
que lo mejor es que Jesús los despida para que se vayan. Este detalle lleva a
preguntar: ¿no era, en verdad, que quienes tenían preocupación eran los propios
discípulos de Jesús? ¿Más bien, miedo, tal vez, pánico? ¿No sería una verdadera
hazaña regresar tan tarde, es decir, en hora avanzada, en una barca?
El lugar
está deshabitado. Ésta circunstancia hace que la situación sea más complicada todavía. Si
se hace difícil al paso del tiempo en aquel sitio, porque ya es hora avanzada,
no habrá otra alternativa que quedarse. Pero, hay un problema: el lugar está
deshabitado. ¿Dónde van a dormir si no hay posadas ni cabañas, porque el
lugar está deshabitado? ¿No habría posibilidad, en todo caso, de pasar, igual,
allí la noche? ¿No podrían improvisar carpas y demás para dormir? Tal vez, el
tiempo de la época del año hubiese sido importante precisarlo para poder
determinar si era inconveniente quedarse toda la noche en el sitio. Además,
nadie alega que ese sea el problema, sino, que no hay comida para tantos. Nadie
alega respecto al dormir, ni cómo, ni dónde. Aunque, en el Evangelio de San
Lucas hay una referencia a ese detalle, cuando dice: “Pero el día había
comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la
gente para que vayan a los pueblos y
aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un
lugar deshabitado.»” (Lucas 9, 12). El problema no es el alojamiento,
porque no lo hay. El problema es que es tarde, y es preocupante el regreso, ya
para la gente, ya para los mismos discípulos y Jesús. Tal vez, el mar era, en
el fondo, el tema de la preocupación. Tal vez. A sabidas cuentas, ellos mismos
eran pescadores, y con toda seguridad, sabrían de lo riesgoso del mar a esas
horas del día. Quizás, por eso, la sugerencia e insistencia.
El quedarse en
el sitio está descartado, incluso para los mismos discípulos. De hecho, ninguno
le dice a Jesús para que le diga a la gente que vayan a comprar comida y que
vuelvan otra vez para seguir la reunión que tenían. Nadie presenta la
posibilidad de ir y volver, sino de ir, e, irse, de manera definitiva. El
quedarse y pasar la noche no está en las posibilidades. El sitio es
deshabitado.
“Mas Jesús
les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» Él les dijo:
«Dadles vosotros de comer.»” (cfr. Mateo 14,16; Marcos 6,37;
Lucas 9,13).
Con esa
respuesta y salida de Jesús, ante la petición y sugerencia de los discípulos,
¿Jesús, estaría presentando la posibilidad de quedarse, porque dice “no
tienen por qué marcharse”? Pero, tampoco presenta la idea de que se vayan a
quedar. El problema, es el problema, en caso de haberlo, y, es que hay que
darles de comer. No otro. Con esa
respuesta Jesús no está contrariando a sus discípulos, porque no está diciendo
que se van a quedar, sino que hay que darles de comer. Y hay que ingeniárselas
para ello. ¿Pero, cómo, si no hay, nada más, que cinco panes y dos peces?
Hay que
ingeniárselas. Cinco panes y dos peces, pues, era irrisorio para tantos. Sin
embargo, presentan una salida: ir a comprar. En Marcos 6, 37, la propuesta está
hecha en forma de pregunta, y, suena, como, a la defensiva: “Ellos le dicen:
«¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»”
En Lucas 9,13, la propuesta es más suave y suena como propuesta: “Pero ellos
respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar
alimentos para toda esta gente.»”. El “a no ser” de Lucas suena como
una posibilidad y como la salida válida.
Es una lástima
que ningún evangelista nos refiera el nombre o los nombres de los discípulos
que se pusieron a la defensiva, en el caso del relato de San Marcos; o, en su
caso, de los que hicieron la propuesta, según San Lucas. Simplemente,
generalizan: “ellos”. Porque, en el caso de Marcos, tal vez, estarían
diciendo ¿quién se va a atrever a cruzar el mar y volver, a estas horas? ¿No
sería una locura, a estas horas, sobre todo al regreso con la comida, que se
supone que será más tarde, todavía, y el viaje, no sería riesgoso? Tal vez, la
defensiva en la que se colocan los discípulos, según San Marcos, era, más que
justificada.
Pero, Jesús, no estaba
diciéndoles que fueran a comprar, sino que les dieran ellos de comer. Había que
ingeniárselas. Esa era la respuesta de Jesús. El problema, era, ¿cómo, sí,
solo, hay cinco panes y dos peces?
Otro detalle
importante, aunque no es el que más, es, que, por lo menos, tenían algún fondo
económico consigo. Así se desprende de la versión de San Lucas: “a no ser
que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Aunque,
según San Marcos, podría interpretarse que ¿ir a gastar “doscientos denarios
de pan para darles de comer”?, también, sería a la defensiva. Como
diciendo: ¿Vamos a gastar de lo nuestro para darles a tantos? No dejará de
haber alguien que ubique en este pasaje a Judas Iscariote como el autor de la
defensiva. Pero, sería, realmente, demasiado forzada esa ubicación. Tampoco se
trataría de que fuese de la caja chica que saldría el dinero. Tal vez, harían
una colecta especial entre todos para resolver el problema, que era de todos.
No se sabe. Eso, en el caso de que hubiese sido la salida ir a comprar. Pero,
como no era, queda descartada esa posibilidad.
El tema es que
hay que resolver. Hay mucha gente, tienen hambre, y, es muy tarde. Pero hay que
darles de comer. Hay que resolver.
Hemos notado en
el décimo detalle comparativo (véase página 24) que en Mateo y Lucas, no se precisa quien los
tiene, sí ellos, los discípulos, o alguien de la gente. En Marcos 6,38,
pareciera, que eran los discípulos quienes tenían sus provisiones, porque dice,
después de haberse cerciorado. Mientras que en San Juan, es un muchacho
de entre la gente.
Los cinco panes y los dos peces no salen de la nada. Allí había quien
los tenía: ya de entre los discípulos, ya de entre la gente, ya un muchacho, en
concreto, según San Juan. Hay cinco panes y dos peces. Por lo menos, hay algo,
y, ya eso es mucho, aunque, poco, para tantos. Además, “Dios proveerá”
(cfr. 2 Reyes 4, 1-7, 42-44; Ex. 16; Nm. 11).
Jesús no crea los panes. No los hace aparecer como por arte de magia.
Y, aún, cuando fuese magia, en algún lugar los tendría que tener. Porque el
mago lo que hace es parecer fantasioso lo que ya tiene preparado de antemano y
con su rapidez hace ver como real lo que no es sino preparado. Jesús no hace
magia. Porque los panes y los peces están. Ahí están.
Muy bien: los panes y los peces están. ¿Quién los tenía, los
discípulos? ¿De qué tamaño eran los panes, e, igual, de qué tamaño eran los
peces? Vamos a suponer que eran de los discípulos.
En el caso supuesto afirmativo de que eran de los discípulos, se
supone que era la comida para trece personas, incluido el mismo Jesús.
Entonces, los panes tendrían que ser lo suficientemente grandes para que
alcanzara para trece personas, e, igualmente, los peces. Aunque, los peces, no
serían tanta dificultad porque como eran pescadores y estaban en la orilla del
mar, podrían apelar a sus artes de pescadores. Cinco panes para trece personas,
significaría que de cada pan sacarían tres pedazos a la hora de la
distribución, porque en una cuenta simple, sería trece dividido entre cinco,
da, dos punto seis; es, decir, tres trozos de pan de un solo pan. Y, aún, así,
sobraría dos pedazos de pan. De manera que si los panes eran lo suficientemente
grandes, podrían comer los trece, incluido Jesús.
¿Y, los peces, de qué tamaño serían? Lo suficientemente grandes para
poder comer trece personas. O, sea, que de un pescado comerían, por lo menos,
seis o siete de los discípulos; y, con el otro, los restantes del grupo. Eso,
en el caso, de que las provisiones hubieran sido de los mismos discípulos.
¿Y, si los panes y los peces eran de algún otro grupo familiar? Se
aplicaría la misma regla, dependiendo de cuántos fuesen los integrantes del
grupo. De allí, también, dependería el tamaño.
¿Y, si eran del muchacho que los ofreció, según el Evangelio de San
Juan? Habría que preguntarse si el muchacho andaba solo o con su familia.
Porque si andaba solo, el muchacho andaba muy bien equipado y prevenido. Pero,
si andaba con su familia, pues, sería la comida de la familia.
El hecho, es, que ya había panes y pescado. Había algo.
La pregunta obligada es: ¿era la única persona o caso, o, no habría
más gente que llevaría sus provisiones para el camino? Sería muy simple y
simplista pensar que la gente no tomaría sus precauciones, al respecto.
Sí es así, a estas alturas, tenemos que preguntar: ¿Significaría,
entonces, que todos colocaron en común lo que llevaban como provisión familiar,
solo, o de grupo, para que todos pudieran comer? ¿En eso consistió la
multiplicación de los panes y de los peces? ¿Podría interpretarse como un
ofrecimiento espontáneo del muchacho del que refiere el evangelista San Juan?
¿Cómo habría que interpretar la expresión del evangelista San Juan el “aquí hay un
muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”? ¿Ese “aquí
hay un muchacho”, qué estará diciendo: será, que más allá, hay otro, y, más
acá, también, y, así, sucesivamente? ¿Ese “aquí hay un muchacho”, no
sería el primer ofrecimiento de muchos ofrecimientos, después del el del
muchacho? ¿La multiplicación, como tal, no sería que en ese sitio, deshabitado,
y, a esas horas del día, muy avanzada la hora, con pocos recursos, a nadie le
faltó nada porque todos colocaron en común lo que cada uno o por grupo
llevaban? ¿Y, en ese detalle del compartir lo poco o mucho para todos, Jesús,
tiene el liderazgo de hacer que todos, justamente, se abrieran a las
necesidades de pan para todos, como consecuencia de su misma predicación, pues
no estaba hablando del Reino de los Cielos y de sus características? “Dios
provee”.
“Tomó luego
los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la
bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos
a la gente”. Así lo presentan Lucas, Marcos y Mateo.
Hay un detalle
importante de resaltar: no dice que se multiplicaron los panes; tampoco, dice
que se reprodujeron. Dice que partió los panes: “partiendo los panes, se los
dio a los discípulos y los discípulos a la gente”.
Las preguntas
son inevitables. ¿Por qué partió los panes? ¿Por qué los va a partir, si se
supone que están multiplicados? ¿Y, si están multiplicados por qué no los da
enteros para que a cada uno le toque un pan entero, igualmente? ¿Por qué tiene
que partirlos? Y los partió, porque los partió, según Lucas, Marcos y Mateo,
¿en cuantos pedazos partió cada pan, por la mitad, en varios pedazos, en
cuántos? ¿Cuántos pedazos salieron de cada pan: tres, dos, cinco? Igual con los
pescados.
¿Si se trata de
una multiplicación por qué tiene que partirlos para después repartirlos? ¿En
qué consiste, entonces, la multiplicación de los panes? ¿O, multiplicación
significa, en este caso, que con lo poco que había todos lograron comer porque
rindió para todos? ¿O, multiplicación significa que todos fueron capaces de
compartir lo poco o mucho que llevaban, que fue suficiente para todos,
precisamente, por la generosidad y el desprendimiento de todos para con todos?
Desde estos
planteamientos, ¿cómo hay que interpretar el verdadero sentido teológico de la
multiplicación de los panes y de los peces?
¿Tiene alguna connotación oculta el relato de la
multiplicación de los panes y de los peces por parte de Jesús? Una cosa si parece
clara, y, es que no tiene sentido que haya habido multiplicación, y, que
después haya partido los panes. ¿Los panes se multiplicaron porque estaban
multiplicados, en sí y como tal, o, porque al multiplicarse los trozos sacados
de los panes fue suficiente para todos los que estaban en ese lugar?
Para poder tener algo al que asirnos, no tenemos
otra tarea, que regresar otra vez a los mismos Evangelios que narran la
multiplicación, sobre todo al comienzo de cada relato. A lo que le precede
porque ahí tiene que estar la clave de la respuesta a estos cuestionamientos.
Así, preguntar al texto: ¿qué hacía Jesús? Les
hablaba a la gente. Muy bien. ¿Pero, de qué les hablaba? Ahí está la respuesta:
les hablaba del Reino de los Cielos.
No se trata de organizar un cronograma de toda la
vida y palabras de Jesús, porque es imposible, sobre todo en el sentido de una
crónica, como ya lo hemos señalado en algunas otras oportunidades; pero, sí, es
preciso ubicar en líneas generales toda la actividad de Jesús. Según el Evangelio
de San Mateo le había hablado a la gente de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados
los pobres de espíritu...”(cfr. Mt. 5,1-12); les había hablado sobre que “vosotros
sois la sal de la tierra y la luz del mundo”(cfr. Mt. 5,13-14); les había
hablado de ser mejores que los escribas y fariseos (cfr. Mt. 5,20 ss.); les
había hablado de la limosna en secreto y del Padre nuestro (cfr. Mt. 6); del
abandono en la Providencia
(cfr. Mt. 6,25 ss.); les había hablado de la regla de oro: “todo cuanto
queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque
esa es la Ley y
los Profetas” (Mt. 7, 12); les había hablado de poner en práctica todas las
palabras que habían escuchado de su boca, y les había hablado del hombre
prudente que había construido sobre roca (cfr. Mt. 7, 21-27); les había hablado
en parábolas: del sembrador, de la levadura, del trigo y de la cizaña, del
grano de mostaza; del tesoro y de la perla; de la red (Mt. 13, 1-51), y, todas
las había comparado con el Reino de los Cielos. ¿Y, no sería todo ello
una preparación para que se realizara el efecto de la multiplicación de los
panes y de los peces?
¿Qué era el Reino de los Cielos, si no, una
apertura al otro, un abrirse al otro como a un prójimo, un semejante? ¿Y, no
sería, en ese lugar deshabitado y sin más comida que la poca que cada
uno pudiera tener, la ocasión de ponerse en práctica, precisamente, todo lo que
venía hablándoles? ¿En qué pudo consistir, verdaderamente, la multiplicación de
los panes?
¿Cuál es el sentido teológico y de la predicación de
Jesús, en ese justo momento, de la multiplicación de los panes y de los peces?
¿Será la de una manifestación de su poder sobre unos panes y unos peces,
inanimados? ¿O, será, más bien en el poder de su palabra para ablandar aquellos
corazones y mentes de manera que llegaran a compartir lo mucho o poco que
tenían, para que todos pudieran comer? ¿Cuál es el sentido teológico de su
palabra y predicación, como resultado de su actividad, en el hecho de la
multiplicación de los panes y de los peces de aquel día, en lugar deshabitado
y sin provisiones?
¿Dónde podría estar lo maravilloso de la
multiplicación?
¿Sí, (suponemos solamente) no fue en esa apertura al
otro, no sería, más bien, un fracaso de todo lo que venía predicando y
enseñando? ¿Dónde estará lo maravilloso de esa multiplicación?
¿En qué consistió, verdaderamente, la
multiplicación?
En todo caso, ahí están todos los datos. Y, volvemos
a la insistencia de siempre: ¡cuidado con espiritualizar demasiado los textos
porque nos perdemos el fondo teológico!
Tampoco es que se está negando la multiplicación.
Nos libre Dios, de semejante atrevimiento.
“Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la
barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.” (Mt. 14,22; Marcos 6,
45).
Recordemos lo
que habíamos dicho en forma de preguntas sobre el temor de los discípulos de la
hora avanzada (véase página 28). Decíamos que,
aparentemente, el temor de la hora avanzada era justificado para los
discípulos. Aquí, en este versículo, podríamos encontrar una respuesta: “Inmediatamente
obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra
orilla, mientras él despedía a la
gente.”
Llama la atención el que obligó a los discípulos: ¿tenían miedo del
regreso a esas horas, y, más tarde, que antes? ¿Por qué tenía que obligarlos?
¿Acaso, no tenían razones justificadas? Eran pescadores y sabían de las
bondades del mar, pero, también de sus no-bondades, más, si era tarde para el
regreso.
¿Hubo, o, no,
multiplicación de los panes y de los peces?
Sin duda, que
la hubo. Así, nos lo refieren los Evangelios. ¿Pero, en qué consistió la
multiplicación? Ahí queda la pregunta.
Nos quedó un
detalle, sin embargo, por resaltar: la bendición de los panes y de los peces,
por parte de Jesús. Ese simbolismo está relacionado con la institución de la Eucaristía y hay allí
un preanuncio a ella, en la Última Cena, porque según el Evangelio de San Juan
6, 4: “estaba próxima la
Pascua, la fiesta de los judíos”. Pero, ese tema
lo dejamos para otro apartado.