sábado, 31 de diciembre de 2016




         Hay muchas maneras de leer los textos de los Evangelios. Y, hay, muchas maneras de sacarles provechos. Todo depende de la postura que se adopte frente a ellos. En todos, igualmente, se sacarán beneficios, dependiendo de cómo se lean.
         En este libro, como en el primer tomo, tenemos una línea, como muchas pueden ser las líneas que se adopten para su lectura. Partimos de la metodología de la pregunta. Y, así, aplicamos, un poco, a nuestro entender y estilo, la duda metódica. Se trata de duda, como método, y desde esa manera, abordamos cada texto seleccionado. No se duda. Se cuestiona y se nos abre el entendimiento respecto a muchos pasajes de los Evangelios.
         Nos da nuestros resultados.
         Y, aquí, está el aporte, si es que en algo aporta, nuestra metodología. Por lo menos, nos descubre cosas, aparentemente ocultas, pero dichas en cada trozo seleccionado. Nos permite re-descubrir. Y, esa, es nuestra riqueza.
         Hay limitaciones, por supuesto, y, muchas. Una, sería, el no tener acceso a los textos en su lengua original. Eso incluye el no saber absolutamente nada de esas lenguas. Y, eso agiganta las limitaciones. El texto al que tenemos acceso y del que nos valemos es de la traducción de la Biblia de Jerusalén. Si se incurre en malas interpretaciones, desde nuestras limitaciones, que son muchas, depende, en parte de la traducción porque nos ceñimos al texto y a sus hallazgos. Eso, como para justificar, si nuestras relaciones, comparaciones y análisis no sean conforme con el sentido auténtico de las Sagradas Escrituras.
         No, por eso, sin embargo, nos limitaremos. Al contrario.
         Es importante aclarar, desde un comienzo, que esa tarea nos lleva a leer cada Evangelio en concreto, y, también los paralelos. Y, esa tarea, ya nos está enriqueciendo. Por lo menos, nos vemos obligados a leer una y otra vez cada Evangelio. Y, realmente, es una riqueza, que nada ni nadie nos va a quitar. Si el lector de este libro, del anterior y del siguiente, hace otro tanto, es de imaginar la cantidad de beneficios que estará adquiriendo.
         Otro detalle: no copiamos. Ahí, podría estar la originalidad. No se trata de hacer un resumen de lo que muchos autores dicen o hayan dicho. Por eso, no se encontrará ninguna referencia, o casi ninguna, a ningún autor o autoridad. La única autoridad bibliográfica será cada hallazgo y cada encuentro nuevo, en clave de relación con los textos analizados en concreto. En el caso de los hallazgos cada vez encontrados. En el caso de algunas referencias bibliográficas, pues, por supuesto, que no obviamos citarlos y referirlos, ya que es una obligación, porque nos valemos de sus influencias y aportes, como en algunas citas de autores de psicología, por ejemplo.
         El hecho de que tengamos, esas, y otras muchas limitaciones, no nos niega la posibilidad de que hagamos nuestros propios hallazgos, que ya serán para nuestro propio provecho.
         El lector de este libro no pone en peligro su fe en los Evangelios y su contenido. Tal vez, se beneficie y descubra cosas muy interesantes, que hacen que nos enamoremos más, y, cada vez más, de las Sagradas Escrituras, que es el motor principal de estos análisis.

         Hacemos una recomendación metodológica: si se lee un capítulo sin saber lo tratado en los anteriores, se corre el riesgo de no comprender la ilación de los datos y descubrimientos encontrados. Recomendamos la lectura de uno por uno en ascendente para poder entender lo que se está descubriendo. Esa observación es muy importante.


Lucas 2,1-20:

 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo.
 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino.
 Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
 Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
 Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.
 El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:  os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
 Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
 «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»
 Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.»
 Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño;  y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían.
 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.
 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.

Ahora, nos dedicaremos, en el inicio de este nuevo tomo, a la aparición de los ángeles a los pastores. Seguimos la misma metodología de las preguntas, como lo hemos hecho en el primer tomo. Esa va a ser nuestra brújula de guía.
Preguntas y más preguntas, sin duda. Con sus respectivos hallazgos, teniendo, también la misma fuente, las Sagradas Escrituras.
Muchos temas son posibles en este apartado: por un lado, los pastores; por otro, la Virgen María, quien “guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón”; y, otros, que puedan surgir del relato del Evangelio de San Lucas. Pero, sólo nos dedicaremos a lo que hemos colocado como título del apartado, sobre todo a lo de “una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:  «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»”.
Evitaremos, como en el primer tomo, espiritualizar los textos. Trataremos de hacer teología y ya con ello estará implícita la espiritualidad. Porque como dijimos entonces no hay espiritualidad sin teología; y, la teología es la verdadera base y fundamento de toda la espiritualidad.
Vamos a los que vamos. Es decir, a preguntar desde el texto escogido.

Una multitud del “ejército celestial”:


Así, pues, lo primero que llama la atención es la afirmación del evangelista de que “una multitud del ejército celestial, alababa a Dios.
Preguntas: ¿Qué querrá decir el evangelista con una multitud del ejército celestial? ¿A qué ejército se refiere? ¿Dios tendrá un ejército, más aún, una multitud de ejércitos? Sin embargo, el evangelista, precisa que es una multitud del ejército. Ese detalle podría hacer pensar de inmediato que no se trataba de todo el ejército, sino de una multitud del mismo ejército, es decir, no todo el ejército, sino, una parte. ¿Cuál parte del ejército? ¿O, es que el ejército celestial estaba dividido: unos que adoraban y otros que no? Y en caso de que ese mismo ejército celestial estuviese dividido, ¿por qué estaría dividido? ¿Por qué la división, no obedecían al mismo al jefe que los congregaba como ejército?
Preguntas, tal vez, sin sentido, pero lógicas, desde el mismo texto. Porque es evidente que hace suponer una división. Esto hace que el texto comience a ser interesante. ¿Cómo que no, si existe allí una clara distinción?
¿Qué estará queriendo decir San Lucas en su teología, desde el mismo comienzo de su evangelio? En eso consiste nuestra tarea: en tratar de encontrar en ese texto escrito lo que está oculto.
Preguntas complicadas y que complican, sin duda. Pero, como queremos escudriñar, tenemos que buscar en los textos bíblicos anteriores a Lucas, qué hay, si las hay, algunas referencias a la idea de ejército celestial.
Y, encontramos la primera sorpresa: no hay en toda la Biblia, ni antes, ni después, ninguna otra referencia a “ejército celestial”, por lo menos, en singular,  como lo refiere el evangelista Lucas. Tampoco en plural, es decir, “ejércitos celestiales”. Por lo menos, de manera explícita. Esto complica las cosas.
Eso nos lleva a preguntar: ¿Será esa referencia de “ejército celestial” sólo una expresión lucana? ¿Sólo será tema de su teología?

Alguna expresión parecida a “ejército celestial”:


Pero, no podemos cerrar todavía la búsqueda, aún cuando ya sabemos de plano que no aparece alguna otra referencia en toda la Biblia a “ejército celestial”. Tratemos, más bien, de descifrar esa expresión. Así, por ejemplo, si por “celestial” se refiere a “cielo” o “cielos”, descifremos, entonces, “ejército del cielo”, tanto en singular como en plural, para ver si por ese camino, se nos puede abrir la búsqueda, como tratando de relacionar la misma idea del evangelista.
Y, en esa apertura, encontramos que sólo en el libro del profeta Daniel y en el de Sofonías, aparece “ejército del cielo”, por lo menos, en el Antiguo Testamento.
En el primer caso del libro del profeta Daniel se trata de Nabucodonosor,  y en el segundo caso, se trata de una visión del mismo profeta Daniel. Y, en el tercer caso, del propio Sofonías.
¿Qué hay de común en los tres casos y en caso de haberlo qué hay en relación a la afirmación del Evangelista San Lucas?
En la primera aparición en el libro de Daniel se trata de volver a la realidad. Nabucodonosor vuelve a adquirir realeza y majestad y comenzó a alabar a Dios, como dueño y señor de todo, ante quien no se opone nada. Dice, así, el texto: Dn. 31-34:

«Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al cielo, y la razón volvió a mí; entonces bendije al Altísimo, alabando y exaltando al que vive eternamente, cuyo imperio es un imperio eterno, y cuyo reino dura por todas las generaciones. Los habitantes todos de la tierra ante él, como si no contaran, hace lo que quiere con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. Nadie puede detener su mano o decirle: “¿Qué haces?” «En aquel momento, la razón volvió a mí, y para gloria de mi realeza volvieron también a mí majestad y esplendor; mis consejeros y mis grandes me reclamaron, se me restableció en mi reino, y se me dio una grandeza todavía mayor. Ahora, pues, yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey del Cielo, porque sus obras todas son verdad, justicia todos sus caminos; él sabe humillar a los que caminan con orgullo.»

En el segundo caso, del propio profeta Daniel, se trata de una visión: un carnero con cuernos, y de un macho cabrío que lo embiste y lo vence sin ningún tipo de resistencia. El macho cabrío crece a la plenitud de su poder y se hace poderoso. Y al final de la visión vio una especie de hombre. Dice el texto: Daniel 8, 5-17:

 Estaba yo cavilando, y he aquí que un macho cabrío vino de occidente, recorriendo la tierra entera sin tocar el suelo; este macho cabrío tenía un cuerno «magnífico» entre los ojos.
 Vino donde el carnero de dos cuernos que yo había visto en pie delante de la puerta y corrió hacia él con todo el ardor de su fuerza.
 Vi cómo alcanzaba al carnero, enfurecido contra él; embistió al carnero, y le rompió los dos cuernos, sin que el carnero tuviera fuerzas para resistirle; lo echó por tierra y lo pisoteó; no había nadie que librara al carnero de su mano.
 El macho cabrío se hizo muy grande, pero cuando estaba en la plenitud de su poder, el gran cuerno se rompió y en su lugar despuntaron cuatro «magníficos» en la dirección de los cuatro vientos del cielo.
 De uno de ellos salió un cuerno, pequeño, que creció mucho en dirección del sur, del oriente y de la Tierra del  Esplendor.
 Creció hasta el ejército del cielo, precipitó en tierra parte del ejército y de las estrellas, y las pisoteó con  sus pies.
 Llegó incluso hasta el Jefe del ejército, abolió el sacrificio perpetuo y sacudió el cimiento de su santuario  y al ejército; en el lugar del sacrificio puso la iniquidad y tiró por tierra la verdad; así obró y le acompañó el éxito.
 Oí entonces a un santo que hablaba, y a otro santo que decía al que hablaba: «¿Hasta cuándo la visión: el sacrificio perpetuo, la iniquidad desoladora, el santuario y el ejército pisoteados?»
 Le respondió: «Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas: después será reivindicado el santuario.»
 Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia  de hombre,  y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.»
 El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al tiempo del Fin.»

Y, en el tercer caso, en el de Sofonías, hace referencia explícita a un exterminio de los que no hacen caso a Yahveh.
Ahora bien, ¿Qué tienen que ver esos tres datos con la afirmación del Evangelista San Lucas, más cuando son las únicas referencias encontradas en el Antiguo Testamento? ¿Tendría San Lucas alguna otra referencia y que todavía no hemos encontrado hasta los momentos? ¿O, será, que, San Lucas está interpretando la explicación que Gabriel le da al profeta Daniel, en la segunda referencia, cuando dice: “Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia  de hombre,  y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.»  El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al tiempo del Fin.»”? ¿Será, que, San Lucas está diciendo en su teología que ya es el tiempo del fin, siendo fiel al profeta Daniel?
Respecto a “ejército del cielo” esas son las únicas referencias que hemos encontrado. Y, en el caso de que ampliemos la búsqueda como “ejércitos del cielo”, en plural, sólo aparece una sola vez en el libro del Apocalipsis. Pero, no nos aporta nada, todavía.
¿Qué, entonces? ¿No habrá algún soporte escriturístico en el que se inspire el Evangelista Lucas? ¿Qué querrá decir, pues, “ejercito celestial”? Sigamos buscando.
Veamos, como “ejército de Dios”. Tampoco. Ni siquiera una referencia. ¿Y, como “ejército de Yahveh? Sólo en el libro de Josué y en Éxodo. Pero, tampoco nos ayuda en nada.
Con todas estas limitaciones en nuestra búsqueda no tenemos más que seguir explorando el segundo texto del profeta Daniel y en el que encontramos que parece ser que es la única fuente que tiene el Evangelista San Lucas. De hecho, el profeta Daniel refiere el nombre del ángel que le explica la visión. El ángel se llama Gabriel. Y en el libro del profeta Daniel aparece dos veces explicando la visión. También es curioso que el único evangelista que le da nombre al ángel es precisamente San Lucas. También se llama Gabriel. Y, también, aparece dos veces,  por lo menos, identificado como Gabriel: una, en el caso de Zacarías, respecto a la concepción de Juan el Bautista, y, la otra, en el caso de la anunciación a la Virgen María y la concepción del niño Jesús.




Relación temática entre el profeta Daniel y San Lucas:

a)  El ángel:


¿Habrá alguna referencia en Lucas al profeta Daniel, o será el mismo hilo conductor de pensamiento, esta vez reinterpretado?
Otro detalle importante es el hecho de que la expresión “el ángel del Señor”, igualmente, sólo aparece en el libro del profeta Daniel (Daniel 13, 59; 14, 34). También dos veces. En ningún otro libro del Antiguo Testamento aparece esa expresión, como tal. En los Evangelios, en San Mateo, cinco veces; y, en Lucas, dos veces; en San Juan, una. Sin embargo, referido como “el ángel”, sin ninguna otra identificación, son muchas las veces que aparece en ambos Testamentos.
De hecho, en el anuncio a los pastores, no se identifica al ángel, ni especifica que sea del Señor, ni tampoco lo llama Gabriel. ¿Se trata, de manera implícita, del mismo ángel? Pareciera, porque lo llama “el ángel”, como diciendo que ya se sabe de quien se trata.
Pero, volvamos a lo de “una multitud del ejército celestial”. ¿Por qué esa diferenciación? ¿A qué multitud se refiere, a un grupo de los que estaban en ese momento, o, al grupo completo del ejército celestial, que ya era toda una multitud? El Evangelista dice que se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial. Pareciera hacer una diferencia. Pareciera. Y, con esto se complican las cosas en este análisis.
Pero, ¡cuidado con espiritualizar el texto! Nos alejaríamos de nuestra metodología y propósito.
En todo caso, dos cosas son ciertas en este capítulo: la primera: es que no hallamos elementos bíblicos que nos ayuden a esclarecer lo que el evangelista San Lucas ha escrito en ese trozo de evangelio. Por lo menos, de manera fácil y sencilla. Y, la segunda: es que estamos interesados en descubrir por qué ha escrito el evangelista eso mismo que nos tiene sin solución. Por lo menos, hasta este momento.
¿Qué hacer? Buena pregunta. ¿Dejar hasta aquí, sin resolver nada? No parece justo. ¿Continuar? Sí; ¿pero, cómo, si se nos agotan todos los recursos?
No perdamos la calma. Volvamos a lo que ya hemos caminado, y que nos perdone el poeta, “porque, es verdad que atrás queda la huella que nunca vamos a volver a pisar”. Pero, no vemos otra salida, sino, volver para encontrar en lo andado alguna pista de solución.
Y, así, tenemos descubierto que Lucas pareciera inspirarse en el profeta Daniel. Así, como el profeta, el Evangelista utiliza el mismo nombre del ángel. Eso ya es algo útil. Lo otro que habíamos señalado, más bien resaltado y descubierto, es que en la interpretación que Gabriel le da al profeta Daniel, es que se trata de una figura de hombre, y que se trata del tiempo del Fin. Y, esto pareciera ser la segunda pista.
Veamos en qué nos pueden ayudar esos dos elementos: Gabriel- y el tiempo del fin. Y, sí, que nos ayudan. Porque, por un lado está el sujeto: el ángel (o Gabriel) que es quien aclara o interpreta la visión dada al profeta Daniel. Por otro, la interpretación: se refiere al tiempo del fin. Por aquí, empieza a encontrarse la solución del posible problema que hemos encontrado en la afirmación del Evangelista San Lucas.

b)  El tiempo del fin: la alabanza:


¿Qué hace Gabriel (o el ángel) en el texto del libro de Daniel?: Interpreta la visión. ¿Qué hace el ángel (se supone que Gabriel, aunque no lo dice) en el texto de San Lucas?: Anuncia la noticia del nacimiento del Mesías. Y, aquí, existe una gran pequeña diferencia: en Daniel, interpreta, y, en San Lucas, anuncia. Y en la interpretación dada al profeta Daniel aclara que se trata del tiempo del fin. San Lucas, está haciendo realidad la interpretación del libro de Daniel. En San Lucas ya no se trata de una especie de hombre, como era lo que estaba viendo el profeta Daniel, sino de un hombre, real, concreto e histórico, que ha nacido en un lugar específico, con unas características específicas: “os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” Ahora, es un hecho, no una visión.
Desde aquí, parece que empieza a tener solución el enigma de la expresión del Evangelista San Lucas.
Ahora, el problema se presenta con la interpretación lucana del tiempo del fin, del profeta Daniel. ¿A qué tiempo del fin se refiere? ¿Al fin del mundo? No pareciera que por esos lados haya que ubicarse, ya que, estaba visualizado en el profeta Daniel de que se trataba de una especie de figura de hombre. ¿De qué tiempo del fin, entonces?
Es, pues, cuando parece tener sentido que el Evangelista San Lucas, esté utilizando la afirmación: “Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» ”
Sin embargo, no queda todo claro. Aunque, empieza a esclarecerse un poco, o por lo menos, a iluminarse la interpretación que estamos haciendo de la afirmación del Evangelista San Lucas. Porque el problema que estamos tratando de resolver, en caso de que sea un problema, es ¿qué hace una multitud del ejército celestial, justo, en ese momento de la noticia del ángel a los pastores? Y, la respuesta la encontramos, en el entre comas de la misma afirmación de San Lucas: “alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» ” Y, con ello, se cierra la interpretación y la aplicación actualizada del libro del profeta Daniel en la nueva aplicación teológica del libro de San Lucas.
San Lucas, de esa manera, está actualizando la profecía del libro del profeta Daniel y está reafirmando que se trata del tiempo del fin. ¿Y, cuál es el tiempo del fin, o, en qué  consiste? En que la Gloria a Dios, está en la paz a los hombres en quienes él se complace. Por eso, la alabanza de una multitud del ejército celestial. Y esa paz está representada en el niño que acaba de nacer y que es la alegría de la noticia comunicada a los pastores.
Pero, quedan preguntas sin resolver: ¿Entonces, en qué quedamos, en la posibilidad de la división de una multitud del ejército celestial que alababa a Dios? ¿Estaban divididos, o, no? Porque, ¿pareciera evidente que al decir una multitud, estuviera haciendo una diferencia? ¿Por qué no dice toda la multitud?
¡Cuidado, sin embargo, con espiritualizar los textos bíblicos, muy en especial el que estamos analizando!
Para que quedemos un poco satisfechos, aunque no del todo, digamos, que en una ojeada a todo el evangelista San Lucas, es sorprendente, descubrir, que uno de los temas preferidos del evangelista, es, precisamente, la constante referencia a la alabanza y la bendición a Dios, por parte de muchos de los personajes de su libro. Por citar algunos, por ejemplo: Zacarías, cuando se le soltó la lengua, en el nacimiento de Juan el Bautista (Lc. 1,64); Simeón y la profetisa Ana, en el Templo, cuando la presentación del niño (Lc. 2,28; 38); el paralítico de la camilla (Lc. 5,25-26); la resurrección del hijo de la viuda de Naím (Lc. 7,16). Y, así, todos los otros casos del mismo Evangelio (13,13; 17,15; 18,43; 19,37; 24, 53). Ese dato constante en el Evangelio de San Lucas, también presente en el caso del anuncio a los pastores, ¿no obedecerá a un tema preferido en San Lucas? ¿No tendrá un propósito específico, como el de resaltar la admiración y la alabanza a Dios, como tema recurrente en todo el Evangelio?
Por otra parte, nos queda un vacío. Y, hay que reconocerlo: no encontramos datos en el Antiguo Testamento para tratar de comprender qué cosa significa “ejército celestial”. Podría interpretarse que se trata de toda la naturaleza que exulta, en el sentido teológico, no literal, de la noticia y del hecho del nacimiento del Mesías. Y, entonces, esa expresión adquiriría sólo una interpretación poética personal del Evangelista, con gran carga y contenido teológico interpretativo. Podría ser y es válido, en caso de que así fuese. Y, parece que así sea. Es una nota única en el Evangelista, sobre todo, cuando la admiración y la alabanza, es un tema siempre presente en todo el Evangelio de San Lucas.

c)  El tiempo de la paz en el hombre:


En todo caso, para quedarnos con algo útil de este apartado, ¿cómo podría leerse ese trozo del texto del Evangelio de San Lucas? Pues, ya lo ha afirmado el propio evangelista: que la gloria a Dios está en que en la tierra el hombre tenga la paz. Y, que esa paz, no es otra cosa, que el Mesías que acaba de nacer y de lo que son portadores de la noticia el ángel y una multitud del ejército celestial que exalta en alabanzas a Dios, por tan único acontecimiento teológico e histórico. Y, en caso de que sea la interpretación de la expresión “una multitud celestial”, la naturaleza, pues, entonces, la naturaleza está gozosa por tan único acontecimiento por parte del mismo Dios para con el hombre en la realidad del Mesías. ¿No parece como lógico ese razonamiento?
¿Y, el tiempo del fin, anunciado en el profeta Daniel? Pues, el Mesías, que ya es la máxima alabanza a Dios, y, con Él, la paz en los hombres en quien Dios se complace, como lo ha teologizado el propio evangelista en el anuncio y de la noticia a los pastores.
Ahora, bien. ¿Y, qué tiene que ver esta manera de analizar el texto que acabamos de ver con el título de este libro: “Lo que aparece en los Evangelios (pero que no se dice)”? Pues, mucho. Ya, que, existe en el texto de San Lucas, analizado aquí, un texto oculto, que está ahí, pero, que a veces, no se analiza con detalle, como lo hemos intentado y conseguido. ¿O, no?

Pero, ¡cuidado con espiritualizar los textos sin su vinculación profundamente teológica!



Mateo 14, 13-23:

 Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades.
 Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.
 Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.»
 Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.»
 Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.»
 Él dijo: «Traédmelos acá.»
 Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.
 Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos.
 Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños.
 Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él  despedía a la gente.
 Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.

Nos dedicaremos en este apartado a la multiplicación de los panes. Y, si en los anteriores hemos hecho preguntas, en este nuevo, no tenemos otra opción. Y, en este trozo sí que hay cosas que preguntar. Muchas son, sin duda.
La primera puede resultar un tanto atrevida: ¿En verdad, Jesús, realizó la multiplicación de los panes? Ya la pregunta puede resultar motivo de escándalo. Pero, no hay por qué escandalizarse. Tiene que ser la primera pregunta de rigor.
¿Cómo fue la multiplicación de los panes y de los peces? ¿En qué consistió esa multiplicación? ¿Los panes y los peces alcanzaron para todos los que estaban en ese momento? ¿Cuántos estaban? ¿En verdad eran unos 5.000 hombres? ¿Si, con los hombres iban sus esposas, y, si todos estaban casados, no serían, por medida pequeña, 10.000 personas; y, si, con los padres irían algunos hijos, por lo menos uno por pareja, no llegarían a 15.000 personas? Un stadium de fútbol sería, entonces, pequeño para tanta gente. ¿Tanta fue la multiplicación porque tanta era la gente presente? ¿Qué hay de fondo en el número que da el evangelista San Mateo?
¿En qué consistió, según el evangelista San Mateo, en clave teológica, la multiplicación de los panes y de los peces?
Antes, hay que mirar a los otros evangelistas, para ver qué dicen al respecto, y comparar los datos.

Datos comparados en los mismos Evangelios:


Hay varios datos importantes de resaltar:

Primero: había mucha gente que seguía a Jesús.

Segundo: la hora del día: 


Según San Mateo, al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado... (Mateo 14,15); según San Marcos, era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado...” (Marcos 6,35); según San Lucas 9,12: “Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente...”

Tercero: Los discípulos le hacen notar a Jesús que es tarde:


Ya es hora  avanzada”, según Marcos (Mc. 6, 35); la hora es ya pasada, según Mateo (Mt. 14, 15); en el evangelio de San Lucas los discípulos no hacen referencia a ninguna hora o circunstancia del tiempo; el evangelista San Juan no dice nada de sí los discípulos le habían percatado de la hora, más bien, anota que es Jesús quien se da cuenta de la cantidad de gente que está allí y se preocupa porque no hay para darles de comer a tantos (cfr. Jn. 6,5).



Cuarto: El lugar:


Según San Lucas, fue en Betsaida (Lc. 9,10); según San Mateo y Marcos, en un lugar solitario, después de viajar en la barca, sin especificar el lugar (Mt. 14,13; Mc. 6,32); según San Juan, a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades (Jn. 6,1).

Quinto: circunstancias del sitio:


En Mateo 14,15,  en Marcos 6,35 y en Lucas 9,12: “El lugar está deshabitado”: coinciden con la descripción de las circunstancias del lugar donde estaban. En el Evangelio de San Juan no hay ningún dato respecto a las circunstancias del lugar.

Sexto: La sugerencia de los discípulos:


Los discípulos le sugieren a Jesús que despida a la gente para que vayan a comprar comida: Mateo 14,15: “Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.” Marcos 6,36: “Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.” Lucas 9, 12: «Despide a la gente para que vayan  a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.» El evangelista San Juan, no dice nada respecto a sí los discípulos le sugieren a Jesús la idea de que despida a la gente.

Séptimo: Respuesta de Jesús a la sugerencia de los discípulos:


En Mateo 14,16, Jesús se muestra negativo a la petición y sugerencia de que se vayan, y, además manda que los discípulos les den de comer: Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» En Marcos 6,37 y Lucas 9,13 Él les dijo: «Dadles vosotros de comer.» No dice nada de la primera sugerencia, es decir, de que los despidiera. Y les pide que sean ellos quienes les den de comer a todos. En San Juan 6,5, Jesús es quien está preocupado por la cantidad de gente. Ningún discípulo le sugiere nada, sino que es el mismo Jesús quien toma la iniciativa: “Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para  que coman éstos?»”

Octavo: Reacción de los discípulos ante la orden de Jesús:


 Reaccionan, según sus circunstancias: no tenían y se lo hacen saber. Y, con ello, muestran la despensa, lo que hay: Mateo 14, 17: “Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.»” Marcos 6,37: “Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»” Lucas 9,13 “Él les dijo: «Dadles vosotros de comer.» Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces;  a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.»” Juan 6,7: “Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»”.

Noveno: Gesto de los discípulos:


No se niegan y  presentan alternativas: En Mateo y Lucas, admiten que solo tienen cinco panes y dos peces. En Marcos y también en Lucas presentan la posibilidad de ir a comprar, aunque en Marcos, es más una pregunta que un ofrecimiento:  pero en Lucas se presenta como ofrecimiento: En Marcos: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?”; en Lucas: “a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. En Juan 6,8-9: “Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»

Décimo: La procedencia de los panes y de los peces:


En Mateo y Lucas: “No tenemos más que cinco panes y dos peces.” No se precisa quien los tiene, sí ellos, los discípulos, o alguien de la gente. En Marcos 6, 38 “Él les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.»” En Marcos, pareciera que eran los discípulos quienes tenían sus provisiones, porque dice, después de haberse cerciorado. Mientras que en San Juan, es un muchacho de entre la gente: “Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces””.

Undécimo: reacción de Jesús:


En Mateo manda que le lleven los panes y los peces. Y ordenó que la gente se acomodara en la hierba, por grupos de cincuenta, según San Marcos. Todos coinciden que eran como unos 5.000 hombres, sin contar a mujeres y niños.

Duodécimo: la acción de Jesús:


Tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente”. En Lucas, Marcos y Mateo, después de pronunciar la bendición, partió los panes, se los dio a los discípulos para que estos los repartieran entre la gente. Según San Juan, no los partió, sino que los repartió, por lo visto, Él mismo, porque no dice que se los dio a los discípulos para que los distribuyeran.

Decimotercero: obligó a los discípulos a que se embarcaran:


Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él  despedía a la gente.” (Mt. 14,22; Marcos 6, 45). Lucas no dice nada sobre la despedida, ni tampoco, de que obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla. Tampoco el Evangelio de San Juan.

Podríamos seguir haciendo más comparaciones. Pero, quedémonos con las resaltadas hasta este momento, que ya son bastantes. Ahora, sometámoslas a preguntas.
¿Fue esa vez, la única, en que Jesús realizó la multiplicación?
Esta pregunta es muy importante, porque, de hecho, según los Evangelios de San Lucas y de San Juan, Jesús, realizó sólo una multiplicación; mientras, que en San Marcos y San Mateo, dos fueron las multiplicaciones (cfr. Mt. 15, 32-39 y Mc. 8, 1-10, las otras dos). Pero no nos vamos a detener en esos datos. Bástenos referirlos, porque hay similitud en muchos de los detalles.
El caso es esta multiplicación y a ella nos vamos a limitar para todas las preguntas posibles.
Estamos claros, que había mucha gente.

Cuestionamientos sobre los datos encontrados:

Era tarde:


Vamos a la hora: era tarde: Aquí no se nos ocurre ninguna pregunta, por los momentos. Y, así, tenemos ya dos elementos básicos: mucha gente y era ya tarde. Tal vez, empezaría a oscurecer. Sin embargo, sería muy importante precisar, más o menos, la hora, porque en esas geografías, en épocas del año, comienza a oscurecer a eso de las nueve de la noche, según nuestros horarios. ¿Qué época sería: verano, invierno, primavera... ? Depende de cómo se escoja, podríamos determinar, qué tan tarde sería, aquel tarde de aquel día. Esto puede ser clave.
El Evangelista San Juan sólo apunta que “estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos” (Juan 6,4). Luego, podría ser jueves o viernes, el día de la multiplicación de los panes y de los peces, de aquella tarde. Porque la Pascua se celebraba el día sábado, según la tradición judía.
Volvamos a lo de que era ya tarde y era hora avanzada. San Marcos dice que era hora muy avanzada. Muy bien: ¿avanzada, para qué? ¿Para regresar en barca? Si era, como a las nueve de la tarde, según nuestros horarios y calendarios, ciertamente, representaría un peligro regresar a esa hora: tal vez la marea había subido, y representaba, realmente, un peligro. Tenían, entonces, motivos por los que preocuparse los discípulos. Así se lo hacen saber al propio Jesús los mismos discípulos: “Ya es hora  avanzada”, según Marcos (Mc. 6, 35); la hora es ya pasada, según Mateo (Mt. 14, 15).
Era tarde. Pero, ¿tarde para quien o quienes? ¿Para la gente que estaba allí, o, para los propios discípulos que tendrían que regresar en barca? ¿Para quién era tarde? ¿Por quiénes  se preocupaban los discípulos, por la gente, o, por ellos mismos, que tendrían que cruzar en barca para regresar? Y, parece que este cuestionamiento, no está de más. Puede resultar clave. Tengámoslo presente para más adelante, porque parece que nos va a ser muy útil.

Los discípulos le hacen la observación a Jesús sobre la hora:


Por un lado los evangelistas van narrando y cuentan el detalle de que ya era hora avanzada, los evangelistas que dan esos detalles, por supuesto. Por otra, cuentan, que los mismos discípulos le hacen a Jesús la observación sobre la hora, que ya era avanzada. Ante esa observación, sugieren, que lo mejor es que Jesús los despida para que se vayan. Este detalle lleva a preguntar: ¿no era, en verdad, que quienes tenían preocupación eran los propios discípulos de Jesús? ¿Más bien, miedo, tal vez, pánico? ¿No sería una verdadera hazaña regresar tan tarde, es decir, en hora avanzada, en una barca?

Las circunstancias del sitio:


El lugar está deshabitado. Ésta circunstancia hace que la situación sea más complicada todavía. Si se hace difícil al paso del tiempo en aquel sitio, porque ya es hora avanzada, no habrá otra alternativa que quedarse. Pero, hay un problema: el lugar está deshabitado. ¿Dónde van a dormir si no hay posadas ni cabañas, porque el lugar está deshabitado? ¿No habría posibilidad, en todo caso, de pasar, igual, allí la noche? ¿No podrían improvisar carpas y demás para dormir? Tal vez, el tiempo de la época del año hubiese sido importante precisarlo para poder determinar si era inconveniente quedarse toda la noche en el sitio. Además, nadie alega que ese sea el problema, sino, que no hay comida para tantos. Nadie alega respecto al dormir, ni cómo, ni dónde. Aunque, en el Evangelio de San Lucas hay una referencia a ese detalle, cuando dice: “Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan  a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.»” (Lucas 9, 12). El problema no es el alojamiento, porque no lo hay. El problema es que es tarde, y es preocupante el regreso, ya para la gente, ya para los mismos discípulos y Jesús. Tal vez, el mar era, en el fondo, el tema de la preocupación. Tal vez. A sabidas cuentas, ellos mismos eran pescadores, y con toda seguridad, sabrían de lo riesgoso del mar a esas horas del día. Quizás, por eso, la sugerencia e insistencia.
El quedarse en el sitio está descartado, incluso para los mismos discípulos. De hecho, ninguno le dice a Jesús para que le diga a la gente que vayan a comprar comida y que vuelvan otra vez para seguir la reunión que tenían. Nadie presenta la posibilidad de ir y volver, sino de ir, e, irse, de manera definitiva. El quedarse y pasar la noche no está en las posibilidades. El sitio es deshabitado.

Respuesta de Jesús a la sugerencia de los discípulos:


Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» Él les dijo: «Dadles vosotros de comer.»” (cfr.  Mateo 14,16; Marcos 6,37; Lucas 9,13).
Con esa respuesta y salida de Jesús, ante la petición y sugerencia de los discípulos, ¿Jesús, estaría presentando la posibilidad de quedarse, porque dice “no tienen por qué marcharse”? Pero, tampoco presenta la idea de que se vayan a quedar. El problema, es el problema, en caso de haberlo, y, es que hay que darles de comer.  No otro. Con esa respuesta Jesús no está contrariando a sus discípulos, porque no está diciendo que se van a quedar, sino que hay que darles de comer. Y hay que ingeniárselas para ello. ¿Pero, cómo, si no hay, nada más, que cinco panes y dos peces?
Hay que ingeniárselas. Cinco panes y dos peces, pues, era irrisorio para tantos. Sin embargo, presentan una salida: ir a comprar. En Marcos 6, 37, la propuesta está hecha en forma de pregunta, y, suena, como, a la defensiva: “Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»” En Lucas 9,13, la propuesta es más suave y suena como propuesta: “Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces;  a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.»”. El “a no ser” de Lucas suena como una posibilidad y como la salida válida.
Es una lástima que ningún evangelista nos refiera el nombre o los nombres de los discípulos que se pusieron a la defensiva, en el caso del relato de San Marcos; o, en su caso, de los que hicieron la propuesta, según San Lucas. Simplemente, generalizan: “ellos”. Porque, en el caso de Marcos, tal vez, estarían diciendo ¿quién se va a atrever a cruzar el mar y volver, a estas horas? ¿No sería una locura, a estas horas, sobre todo al regreso con la comida, que se supone que será más tarde, todavía, y el viaje, no sería riesgoso? Tal vez, la defensiva en la que se colocan los discípulos, según San Marcos, era, más que justificada.
Pero, Jesús, no estaba diciéndoles que fueran a comprar, sino que les dieran ellos de comer. Había que ingeniárselas. Esa era la respuesta de Jesús. El problema, era, ¿cómo, sí, solo, hay cinco panes y dos peces?
Otro detalle importante, aunque no es el que más, es, que, por lo menos, tenían algún fondo económico consigo. Así se desprende de la versión de San Lucas: “a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Aunque, según San Marcos, podría interpretarse que ¿ir a gastar “doscientos denarios de pan para darles de comer”?, también, sería a la defensiva. Como diciendo: ¿Vamos a gastar de lo nuestro para darles a tantos? No dejará de haber alguien que ubique en este pasaje a Judas Iscariote como el autor de la defensiva. Pero, sería, realmente, demasiado forzada esa ubicación. Tampoco se trataría de que fuese de la caja chica que saldría el dinero. Tal vez, harían una colecta especial entre todos para resolver el problema, que era de todos. No se sabe. Eso, en el caso de que hubiese sido la salida ir a comprar. Pero, como no era, queda descartada esa posibilidad.
El tema es que hay que resolver. Hay mucha gente, tienen hambre, y, es muy tarde. Pero hay que darles de comer. Hay que resolver.

Sobre la procedencia del pan y de los peces:


Hemos notado en el décimo detalle comparativo (véase página 24) que en Mateo y Lucas, no se precisa quien los tiene, sí ellos, los discípulos, o alguien de la gente. En Marcos 6,38, pareciera, que eran los discípulos quienes tenían sus provisiones, porque dice, después de haberse cerciorado. Mientras que en San Juan, es un muchacho de entre la gente.
Los cinco panes y los dos peces no salen de la nada. Allí había quien los tenía: ya de entre los discípulos, ya de entre la gente, ya un muchacho, en concreto, según San Juan. Hay cinco panes y dos peces. Por lo menos, hay algo, y, ya eso es mucho, aunque, poco, para tantos. Además, “Dios proveerá” (cfr. 2 Reyes 4, 1-7, 42-44; Ex. 16; Nm. 11).
Jesús no crea los panes. No los hace aparecer como por arte de magia. Y, aún, cuando fuese magia, en algún lugar los tendría que tener. Porque el mago lo que hace es parecer fantasioso lo que ya tiene preparado de antemano y con su rapidez hace ver como real lo que no es sino preparado. Jesús no hace magia. Porque los panes y los peces están. Ahí están.
Muy bien: los panes y los peces están. ¿Quién los tenía, los discípulos? ¿De qué tamaño eran los panes, e, igual, de qué tamaño eran los peces? Vamos a suponer que eran de los discípulos.
En el caso supuesto afirmativo de que eran de los discípulos, se supone que era la comida para trece personas, incluido el mismo Jesús. Entonces, los panes tendrían que ser lo suficientemente grandes para que alcanzara para trece personas, e, igualmente, los peces. Aunque, los peces, no serían tanta dificultad porque como eran pescadores y estaban en la orilla del mar, podrían apelar a sus artes de pescadores. Cinco panes para trece personas, significaría que de cada pan sacarían tres pedazos a la hora de la distribución, porque en una cuenta simple, sería trece dividido entre cinco, da, dos punto seis; es, decir, tres trozos de pan de un solo pan. Y, aún, así, sobraría dos pedazos de pan. De manera que si los panes eran lo suficientemente grandes, podrían comer los trece, incluido Jesús.
¿Y, los peces, de qué tamaño serían? Lo suficientemente grandes para poder comer trece personas. O, sea, que de un pescado comerían, por lo menos, seis o siete de los discípulos; y, con el otro, los restantes del grupo. Eso, en el caso, de que las provisiones hubieran sido de los mismos discípulos.
¿Y, si los panes y los peces eran de algún otro grupo familiar? Se aplicaría la misma regla, dependiendo de cuántos fuesen los integrantes del grupo. De allí, también, dependería el tamaño.
¿Y, si eran del muchacho que los ofreció, según el Evangelio de San Juan? Habría que preguntarse si el muchacho andaba solo o con su familia. Porque si andaba solo, el muchacho andaba muy bien equipado y prevenido. Pero, si andaba con su familia, pues, sería la comida de la familia.
El hecho, es, que ya había panes y pescado. Había algo.
La pregunta obligada es: ¿era la única persona o caso, o, no habría más gente que llevaría sus provisiones para el camino? Sería muy simple y simplista pensar que la gente no tomaría sus precauciones, al respecto.
Sí es así, a estas alturas, tenemos que preguntar: ¿Significaría, entonces, que todos colocaron en común lo que llevaban como provisión familiar, solo, o de grupo, para que todos pudieran comer? ¿En eso consistió la multiplicación de los panes y de los peces? ¿Podría interpretarse como un ofrecimiento espontáneo del muchacho del que refiere el evangelista San Juan? ¿Cómo habría que interpretar la expresión del evangelista San Juan el “aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”? ¿Ese “aquí hay un muchacho”, qué estará diciendo: será, que más allá, hay otro, y, más acá, también, y, así, sucesivamente? ¿Ese “aquí hay un muchacho”, no sería el primer ofrecimiento de muchos ofrecimientos, después del el del muchacho? ¿La multiplicación, como tal, no sería que en ese sitio, deshabitado, y, a esas horas del día, muy avanzada la hora, con pocos recursos, a nadie le faltó nada porque todos colocaron en común lo que cada uno o por grupo llevaban? ¿Y, en ese detalle del compartir lo poco o mucho para todos, Jesús, tiene el liderazgo de hacer que todos, justamente, se abrieran a las necesidades de pan para todos, como consecuencia de su misma predicación, pues no estaba hablando del Reino de los Cielos y de sus características? “Dios provee”.

Sobre la bendición de los panes y la repartición:


Tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente”. Así lo presentan Lucas, Marcos y Mateo.
Hay un detalle importante de resaltar: no dice que se multiplicaron los panes; tampoco, dice que se reprodujeron. Dice que partió los panes: “partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente”.
Las preguntas son inevitables. ¿Por qué partió los panes? ¿Por qué los va a partir, si se supone que están multiplicados? ¿Y, si están multiplicados por qué no los da enteros para que a cada uno le toque un pan entero, igualmente? ¿Por qué tiene que partirlos? Y los partió, porque los partió, según Lucas, Marcos y Mateo, ¿en cuantos pedazos partió cada pan, por la mitad, en varios pedazos, en cuántos? ¿Cuántos pedazos salieron de cada pan: tres, dos, cinco? Igual con los pescados.
¿Si se trata de una multiplicación por qué tiene que partirlos para después repartirlos? ¿En qué consiste, entonces, la multiplicación de los panes? ¿O, multiplicación significa, en este caso, que con lo poco que había todos lograron comer porque rindió para todos? ¿O, multiplicación significa que todos fueron capaces de compartir lo poco o mucho que llevaban, que fue suficiente para todos, precisamente, por la generosidad y el desprendimiento de todos para con todos?
Desde estos planteamientos, ¿cómo hay que interpretar el verdadero sentido teológico de la multiplicación de los panes y de los peces?
¿Tiene alguna connotación oculta el relato de la multiplicación de los panes y de los peces por parte de Jesús? Una cosa si parece clara, y, es que no tiene sentido que haya habido multiplicación, y, que después haya partido los panes. ¿Los panes se multiplicaron porque estaban multiplicados, en sí y como tal, o, porque al multiplicarse los trozos sacados de los panes fue suficiente para todos los que estaban en ese lugar?
Para poder tener algo al que asirnos, no tenemos otra tarea, que regresar otra vez a los mismos Evangelios que narran la multiplicación, sobre todo al comienzo de cada relato. A lo que le precede porque ahí tiene que estar la clave de la respuesta a estos cuestionamientos.
Así, preguntar al texto: ¿qué hacía Jesús? Les hablaba a la gente. Muy bien. ¿Pero, de qué les hablaba? Ahí está la respuesta: les hablaba del Reino de los Cielos.
No se trata de organizar un cronograma de toda la vida y palabras de Jesús, porque es imposible, sobre todo en el sentido de una crónica, como ya lo hemos señalado en algunas otras oportunidades; pero, sí, es preciso ubicar en líneas generales toda la actividad de Jesús. Según el Evangelio de San Mateo le había hablado a la gente de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres de espíritu...”(cfr. Mt. 5,1-12); les había hablado sobre que “vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo”(cfr. Mt. 5,13-14); les había hablado de ser mejores que los escribas y fariseos (cfr. Mt. 5,20 ss.); les había hablado de la limosna en secreto y del Padre nuestro (cfr. Mt. 6); del abandono en la Providencia (cfr. Mt. 6,25 ss.); les había hablado de la regla de oro: “todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque esa es la Ley y los Profetas” (Mt. 7, 12); les había hablado de poner en práctica todas las palabras que habían escuchado de su boca, y les había hablado del hombre prudente que había construido sobre roca (cfr. Mt. 7, 21-27); les había hablado en parábolas: del sembrador, de la levadura, del trigo y de la cizaña, del grano de mostaza; del tesoro y de la perla; de la red (Mt. 13, 1-51), y, todas las había comparado con el Reino de los Cielos. ¿Y, no sería todo ello una preparación para que se realizara el efecto de la multiplicación de los panes y de los peces?
¿Qué era el Reino de los Cielos, si no, una apertura al otro, un abrirse al otro como a un prójimo, un semejante? ¿Y, no sería, en ese lugar deshabitado y sin más comida que la poca que cada uno pudiera tener, la ocasión de ponerse en práctica, precisamente, todo lo que venía hablándoles? ¿En qué pudo consistir, verdaderamente, la multiplicación de los panes?
¿Cuál es el sentido teológico y de la predicación de Jesús, en ese justo momento, de la multiplicación de los panes y de los peces? ¿Será la de una manifestación de su poder sobre unos panes y unos peces, inanimados? ¿O, será, más bien en el poder de su palabra para ablandar aquellos corazones y mentes de manera que llegaran a compartir lo mucho o poco que tenían, para que todos pudieran comer? ¿Cuál es el sentido teológico de su palabra y predicación, como resultado de su actividad, en el hecho de la multiplicación de los panes y de los peces de aquel día, en lugar deshabitado y sin provisiones?
¿Dónde podría estar lo maravilloso de la multiplicación?
¿Sí, (suponemos solamente) no fue en esa apertura al otro, no sería, más bien, un fracaso de todo lo que venía predicando y enseñando? ¿Dónde estará lo maravilloso de esa multiplicación?
¿En qué consistió, verdaderamente, la multiplicación?
En todo caso, ahí están todos los datos. Y, volvemos a la insistencia de siempre: ¡cuidado con espiritualizar demasiado los textos porque nos perdemos el fondo teológico!
Tampoco es que se está negando la multiplicación. Nos libre Dios, de semejante atrevimiento.

Sobre el regreso de los discípulos:


Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él  despedía a la gente.” (Mt. 14,22; Marcos 6, 45).
Recordemos lo que habíamos dicho en forma de preguntas sobre el temor de los discípulos de la hora avanzada (véase página 28). Decíamos que, aparentemente, el temor de la hora avanzada era justificado para los discípulos. Aquí, en este versículo, podríamos encontrar una respuesta: Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él  despedía a la gente.” Llama la atención el que obligó a los discípulos: ¿tenían miedo del regreso a esas horas, y, más tarde, que antes? ¿Por qué tenía que obligarlos? ¿Acaso, no tenían razones justificadas? Eran pescadores y sabían de las bondades del mar, pero, también de sus no-bondades, más, si era tarde para el regreso.

A modo de conclusión:

 ¿Hubo, o, no, multiplicación de los panes y de los peces?
Sin duda, que la hubo. Así, nos lo refieren los Evangelios. ¿Pero, en qué consistió la multiplicación? Ahí queda la pregunta.

Nos quedó un detalle, sin embargo, por resaltar: la bendición de los panes y de los peces, por parte de Jesús. Ese simbolismo está relacionado con la institución de la Eucaristía y hay allí un preanuncio a ella, en la Última Cena, porque según el Evangelio de San Juan 6, 4: “estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Pero, ese tema lo dejamos para otro apartado.





Lucas 10:

21 En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
22 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
23 Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!
24 Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.»

Este pasaje del Evangelio de San Lucas (y su paralelo, Mateo 11, 25-27), ciertamente, ha inspirado muchas páginas de reflexión. Existe en él una gran dulzura y un no sé qué de cosas bonitas que inspiran paz.
Haremos otro tanto, como hasta ahora, con este apartado y extracto del Evangelio de San Lucas. Llamará la atención, a estas alturas, que casi no se analiza los textos del Evangelio de San Juan. Pero, hay que decir que el Evangelio de San Juan hay que mirarlo con una lupa muy especial, porque existe en él muchos textos con una gran carga de como de odio, que en lo personal, sorprenden. Habrá que dedicarle todo un apartado especial y exclusivo al Evangelio de San Juan, a su debido tiempo, para descubrir, por qué esa su posición. Sólo se trata de una simple apreciación artificial. Pero, será, cuando será.
Ahora, es este extracto del Evangelio de San Lucas.

Observación sobre la metodología de nuestro libro:


En nuestra constante observación siempre hemos alertado de evitar la espiritualización de los textos, para no perdernos de su contenido teológico. En este, volvemos a la insistencia, pero, con más fuerza, porque, se tiene que hacer demasiada lucha, porque lo primero que se nos asoma, no es otra cosa, que espiritualizarlos, precisamente, por la dulzura que inspira el texto entresacado.
De hecho, después de leer ese pedacito, se queda con un sabor bonito. Y, aquí, puede resultarnos la tendencia de espiritualizar su contenido. Aunque, tampoco podemos olvidar que a mayor teología, mayor espiritualidad, porque van juntos. Pero, más espiritualidad tiene que tener de fondo y fundamento una auténtica teología. Evitaremos a toda costa la separación y buscaremos su complementariedad. No nos va a ser fácil, en este apartado. Trataremos de ser fiel, en la medida que podamos, de mantenernos fiel a la metodología trazada desde un principio.

    Elementos de resaltar del extracto de San Lucas:


·        En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo:
  • «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.
  • Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
·         Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
·         Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!
·          Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.»

Hubo que resaltarlo todo. Por más que se intentó separar y descomponer el extracto, no se pudo y no se puede. Precisamente, porque todo es muy bonito. Definitivamente.

    Datos del mismo Evangelista para preguntar:

a)     En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo:


Es tan bonito, que ya el mismo Evangelista lo calificó antes de colocar lo que Jesús iba a decir: “En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo...”. Ya, el Evangelista lo está diciendo todo con esa sentencia preliminar: “se llenó del gozo del Espíritu Santo.”
¿Qué podemos preguntar que ya no esté dicho por el mismo Evangelista? ¿Con ese sello, qué se puede preguntar? Pareciera, como que se nos limita toda posibilidad de preguntas. Pero, como queremos evitar lo que siempre hemos querido en nuestra metodología, hagamos de atrevidos, y, realicemos preguntas, muy a pesar de todo.
A pesar de como que se nos cierran las posibilidades, hay, en la misma sentencia del Evangelista una pequeña puerta por la que podemos tratar de abrir las preguntas. Dice el Evangelista: “en aquel momento, se llenó...”. Si dice en aquel momento, se puede entender que en otros momentos, no. ¿Es decir, entonces, que no siempre, Jesús, estaba lleno de gozo en el Espíritu Santo? Y, ya, esa puerta nos comienza a abrir muchas otras puertas más. ¿Por qué, justo, en ese aquel momento? ¿Y, sí fue justo en ese aquel momento, que se llenó de gozo en el Espíritu Santo, en qué otros momentos, no estaba lleno de gozo en el Espíritu? ¿Es posible, entonces, que Jesús, no estaba todo el tiempo de su vida, lleno de gozo en el Espíritu? ¿Será eso lo que nos estará queriendo decir el Evangelista? Porque, pareciera que se hiciera una diferencia. Así, por lo menos, pareciera notarse en la propia sentencia del Evangelista.
Miremos al mismo Evangelio para ver en dónde, en cómo y cuándo, se da y se repite esa misma referencia de que se llenó de gozo en el Espíritu Santo. Sí es que se da. Y, en caso que se repita, buscar los parecidos y las diferencias.
Y, no aparece como tal, en todo el resto del Evangelio, ni antes, ni después. Por lo menos, referido a Jesús, propiamente dicho. Ya que cuando se habla del nacimiento de Juan el Bautista hay una referencia al gozo por el nacimiento de Juan, y, Juan estará lleno del Espíritu Santo (cfr. Lc. 1, 14-15). Y, en Lucas 4,1, en las tentaciones, dice, que “Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto...”. Pero no dice nada respecto a lleno de gozo en el Espíritu Santo. Dice lleno del Espíritu Santo, mas, no “de gozo”, que es lo que, por ahora, nos está llamando la atención y dedicación.
Se podría alegar que es ser demasiado detallista y que es una exageración pretender buscar y encontrar con exactitud una referencia tal. Y, que, todavía más: es, una pérdida de tiempo. No se quita razón. Pero, esos detalles nos han ayudado a descubrir cosas muy interesantes en nuestros apartados anteriores. Así, que, sigamos perdiendo el tiempo, si es que se llegase a considerar esa posibilidad en nuestra metodología, hasta, ahora, muy útil, respetando esa opinión, por supuesto. Y, aquí, ya nos ubicamos a la defensiva como en el caso de la multiplicación de los panes, según el Evangelio de San Marcos (véase página 28 y siguiente).
¿Entonces, qué querrá decir San Lucas con se llenó de gozo en el Espíritu Santo?

1.      Lleno de Espíritu Santo:


Traigamos, en todo caso, las dos citas encontradas en el mismo Evangelio de San Lucas, sobre lleno de Espíritu Santo, y, comparémosla con la cita que nos tiene interesados. “Lleno de Espíritu Santo” (cfr. Lc. 1, 14-15;  4,1), una, en el caso de Juan el Bautista, y, la otra, en las tentaciones de Jesús. También, la cita del texto que estamos analizando: “En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo...” (Lc. 10, 21). Aquí, podría haber alguna diferencia, y, tal vez, esté la clave. Tal vez.
Algo nos dice que existe una diferencia.
En el caso de Juan el Bautista dice que estará lleno de Espíritu Santo (cfr. 1,15), y en las tentaciones, también, lleno de Espíritu Santo (cfr. 4,1). ¿Qué hay de diferente? Aparentemente, nada. ¿Algún otro personaje, según San Lucas, estaba, o, era lleno de Espíritu Santo? Sí; el sacerdote Zacarías, padre de Juan el Bautista (cfr. Lc. 1, 67-79), cuando escribió el nombre que deberían ponerle al niño, y se le soltó la lengua, exultando en alabanzas a Dios con el famoso cántico de Zacarías:

Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo:
  «Bendito el Señor Dios de Israel  porque ha visitado y  redimido a su pueblo, y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros  enemigos y de las manos de  todos  los que nos odiaban haciendo  misericordia  a  nuestros padres y recordando su  santa  alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de él todos nuestros días.
 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante  del Señor  para  preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar  a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte  y guiar nuestros pasos por el  camino de la paz.»

Esta nueva cita nos lleva a descubrir que tres personajes estaban llenos de Espíritu Santo en el Evangelio de San Lucas: Juan el Bautista, Zacarías, su padre; y, Jesús. Según el mismo Evangelio, se puede notar la diferencia entre los tres: dos, Juan y Jesús, estaban llenos de Espíritu Santo; mientras, que, Zacarías quedó lleno para profetizar y para la alabanza a Dios. La diferencia parece ser que la de Zacarías había sido por ese momento, no para siempre desde ese momento. Esa diferencia es útil e interesante. Y la alabanza de Zacarías parecer ser estar en función de Jesús, a través del niño Juan, que acababa de nacer, pues ya lo dice el texto lucano al final del cántico de Zacarías: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante  del Señor  para  preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar  a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte  y guiar nuestros pasos por el  camino de la paz” (Lc. 1, 76-79).
Este hallazgo, realmente, es interesante.

2.      Tres personajes llenos de Espíritu Santo, según San Lucas:


Tres personajes, según San Lucas, estaban llenos de Espíritu Santo: uno, momentáneo y circunstancial, y, dos, por lo visto, permanentes. Y, de los dos permanentes, uno en función del otro. Juan, en función de Jesús. Ya lo dice y exalta el cántico de Zacarías, al decir: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante  del Señor  para  preparar sus caminos...” (Lc. 1,76).
Nos quedan los dos que están llenos de Espíritu Santo: Juan y Jesús. Este hallazgo y descubrimiento nos lleva a preguntar: ¿Ese estar lleno de Espíritu Santo, al que se refería cuando el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista, estará (cfr. Lc. 1,15), será en igualdad de condiciones que Jesús? Esto ya es tarea de los teólogos de profesión, indagar las diferencias. Aunque, podríamos señalar la que se desprende del mismo cántico de Zacarías: “pues irás delante  del Señor  para  preparar sus caminos”. Eso ya podría condicionar lo permanente en Juan el Bautista. La condición sería “para  preparar sus caminos”. Pero, eso es tarea de los teólogos de oficio y de encargo expreso de la Iglesia, como Magisterio. En todo caso, nos resulta útil, notarlo y diferenciarlo, en caso de que sea válida la diferencia anotada aquí.
¿En el caso de Jesús, existe alguna posibilidad de condicionamiento en cuanto a lo permanente sobre lo lleno de Espíritu? Ya la pregunta es un atrevimiento, pero, igual hay que hacerla para hacer justicia con los tres. Para tranquilidad de todos, no encontramos, ninguna referencia en el mismo Evangelio de San Lucas, nada que parezca condicionar a Jesús, respecto a lo de lleno de Espíritu. Además, si los otros dos, Juan y Zacarías, estaban en función de Jesús, no se ve por qué tiene que haber algunas condiciones para Jesús, que era y es el centro hacia el que giraba todo, ya Juan, ya Zacarías. Pero, había que hacer justicia. Y estamos parejos. En caso, de que hubiese empezado a haber una muestra de susto al respecto, hay que descartarla.
¿Y, en los otros evangelios, qué? Buena pregunta y buena puerta que se abre. Intentemos abrirla del todo, a ver, a dónde nos conduce.
En Mateo, no hay ninguna referencia: ni lleno de Espíritu Santo, ni, se llenó de Espíritu Santo. En Marcos, tampoco. En el Evangelio de San Juan aparece como “lleno de gracia y verdad”, referido al Hijo, a Jesús: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1, 14). Pero, no aparece nada respecto a lleno de Espíritu. Así, que abrimos la puerta, y no nos condujo a ningún lado, respecto al tema que estamos tratando. Es una puerta que conduce a una calle ciega, respecto al tema que nos ocupa, por lo menos, a la manera como lo estamos tratando en este apartado. Sólo Lucas, según hemos descubierto. Y, eso, es bastante y por de más útil.


b)    «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.


En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo:

«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.
Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» (Lc. 10, 21-22).

Corresponde, ahora, a la alabanza pronunciada por Jesús, una vez que se llenó de gozo en el Espíritu Santo: “Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.” Y, la revelación inmediatamente posterior del mismo extracto.

1)      El texto seleccionado de Lucas está en conexión con el cántico de Zacarías:


En esta alabanza de Jesús al Padre, encontramos una estrecha relación con Zacarías y su cántico. A Zacarías, lleno de Espíritu Santo, se le soltó la lengua, que hasta ese momento estaba torpe por no haber creído en el anuncio del ángel, y exulta en alabanzas a Dios, por el hijo, que le acababa de nacer y de quien profetizaba lo que profetizaba. Ahora, Jesús, una vez que se llenó de gozo en el Espíritu Santo, exclama lo que exclama, según el Evangelio de San Lucas. Y, hay una gran relación y unidad. Pareciera, más bien, que una completa y complementa a la otra.
Veamos los datos: En el caso de Zacarías, hay un cántico maravilloso de alabanza por el hijo que le acaba de nacer. Pero, el hijo le causa la alegría que le causa, y cómo habría de causarle, sobre todo a su edad, y, cuando las circunstancias le eran adversas desde el punto de vista de la naturaleza humana, no es tanto por el hijo, que ya es bastante motivo de alegría. Sino, por lo que el hijo representa para él como sacerdote del antiguo rito judío, y, como verdadero hombre de fe. El nacimiento de un hijo, a su edad, y con su mujer pasada de tiempo de fecundación, también por la edad, ya era motivo, más que suficiente, para estar alegre y contento. Pero, el hijo representaba para él el cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su pueblo. El gozo que Zacarías experimenta, o que por lo menos, lo que resalta el Evangelista San Lucas, está en que será grande porque será quien preparará el camino a la Luz que va a venir.
Volvamos al cántico de Zacarías, como tal. No tenemos otra que volver a él, para entender esa estrecha relación (Lc. 1, 67-79):

Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo:
  «Bendito el Señor Dios de Israel  porque ha visitado y  redimido a su pueblo, y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros  enemigos y de las manos de  todos  los que nos odiaban haciendo  misericordia  a  nuestros padres y recordando su  santa  alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de él todos nuestros días.
 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante  del Señor  para  preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar  a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte  y guiar nuestros pasos por el  camino de la paz.»

Zacarías, se dirige, entonces, al niño, a su hijo, y lo exalta diciéndole: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante  del Señor  para  preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios...”. Lo alaba, ciertamente, pero, porque será grande por la misión que tendrá, escogido por Dios, para cumplir las promesas. ¡Cómo habría sido, realmente, la alegría y el júbilo de aquel anciano! Y, el evangelista San Lucas coloca en su boca el cántico de la alabanza y de la alegría porque se acerca el camino, se acerca la luz: “una Luz de la altura, a fin de iluminar  a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte  y guiar nuestros pasos por el  camino de la paz”.

2)      En relación al Mesías:


La alegría, según el Evangelista San Lucas, está en el gozo del nacimiento, ciertamente, pero, en relación al cumplimiento de las promesas hechas por Dios al pueblo de Israel. Y, las promesas están en única relación con el Mesías, con Jesús. El niño Juan, después llamado el Bautista, hijo de Zacarías y de Isabel, su mujer, y, el mismo Zacarías, son importantes porque están en relación con el cumplimiento de las promesas. Por eso, esos dos personajes, Zacarías, primero, y, después, Juan, su hijo, están llenos de Espíritu Santo. Ahora, se entiende, por qué el Evangelista San Lucas, hacía esa conexión y les daba esa característica específica, y, también única en todo su evangelio.
En el relato del nacimiento de Juan el Bautista está la preparación del entorno mesiánico inmediato de la revelación que va a realizar Jesús, en el propio San Lucas, cuando, ahora, se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y, también, como Zacarías, exulta en alabanzas al Padre, y, dice:

«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.
Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» (Lc. 10, 21-22).

Justo en el cántico de Zacarías está la explicación de las alabanzas al Padre, por parte de Jesús, de esconder sus cosas a los sabios y entendidos, y habérselas revelado a los pequeños.
Pero, eso no es todo. Viene de inmediato la revelación y el esclarecimiento total de lo que se anunciaba en el cántico de Zacarías, por parte del mismo Jesús, según el juego metodológico en la mentalidad del Evangelista San Lucas: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Es decir, el Evangelista, está colocando en la manifestación y alabanza de Jesús al Padre, la clave de la Revelación, del que es instrumento su propio Evangelio.

3)      Comprensión y esclarecimiento de la metodología de San Lucas:


Ahora, se entiende el por qué es el único Evangelio que habla de tres personajes que estaban llenos del Espíritu Santo. Obedece a una metodología teológica. ¡Qué grande este evangelista San Lucas, definitivamente! Sobre todo, que gran conocimiento y dominio de las Sagradas Escrituras, del autor del Evangelio de San Lucas, porque en ese cántico de Zacarías están incluidas todas las expectativas del antiguo pueblo de Israel. El autor del Evangelio de San Lucas, coloca en boca de Zacarías, todo el resumen de las esperanzas mesiánicas del pueblo de Israel. Y, así, como con el cántico del Magnificat, coloca en labios de la Virgen, que no es de la Virgen, sino un procesado de Lucas de todas las Escrituras respecto al Mesías, otro tanto, hace con la escena del nacimiento de Juan el Bautista, con miras al Mesías, como tal.
De hecho, en el cántico de Zacarías, que no es suyo, sino un procesado del autor del Evangelio de San Lucas, hay un compendio ideológico y continuado de los salmos 41, 105, 111; del libro del Levítico 26, 42, del libro del Génesis 22, 16-18, del libro de Miqueas 7, 20, del libro de Isaías 40, 3, del libro de Jeremías 6,14; 11,5, de Isaías 40, 3, del libro de Zacarías 3, 8, del libro Los Números 24, 17... y muchos otros.

c)       Otros detalles del mismo extracto de San Lucas:


Había llamado la atención en el comienzo de este capítulo el que el evangelista colocara en su relato “se llenó del Espíritu Santo”. Hemos indagado y hemos hecho nuestros propios hallazgos. Muy útiles. Nos hacíamos las preguntas que nos hacíamos. Algunas quedaron satisfechas, otras, no. Pero, nos ha ayudado lo que hemos descubierto. Para gloria de Dios y beneficio nuestro, sin la menor duda. Sobre todo, que conseguimos no espiritualizar los textos, cosa que nos preocupaba sobremanera. Menos mal.
Pero, hay, algunos detalles que valen la pena, por lo menos, referirlos, antes de dar por terminado este capítulo. Uno de esos detalles es sobre se llenó. Ya no del Espíritu Santo, porque, quedó, si no, del todo, por lo menos, algo resuelto y entendido. Y, eso es bastante.
El detalle al que se quiere referir es sobre se llenó. Así, en sentido general.
Resulta que ojeando el mismo Evangelio de San Lucas tiene sentido el se llenó del propio Evangelio. Y, aparece varias veces el se llenó, ya no del Espíritu Santo, como tenemos dicho, sino de odio, de rabia, de temor, de alegría. Y, con ese hallazgo, parece, entonces tener sentido que el propio evangelista detallara que Jesús se llenó del Espíritu Santo, como para diferenciar de qué se llenó, a diferencias de qué se llenó con otros elementos distintos del Espíritu Santo, ya no Jesús, sino, algunos personajes del mismo Evangelio.
Veamos:

       En el caso de la curación del paralítico de la camilla: Lucas 5, 26: El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»
        En el caso de la tempestad calmada: Lucas 8, 25: Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que impera a los vientos y al agua, y le obedecen?»
         En el caso de los ritos de purificación: 11,38-39: Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro  estáis llenos de rapiña y maldad.
        En la entrada a Jerusalén: 19, 35-37: Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron  a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto.

Sólo como referencia, nada más.