sábado, 31 de diciembre de 2016




En un apartado anterior habíamos dicho que nos llamaba la atención ciertas maneras especiales del Evangelio de San Juan (página 42 y la anterior) y que considerábamos la posibilidad de dedicarle todo un capítulo a ese Evangelio, para descubrir esa su manera peculiar de algunas maneras de ver, que parecieran, como contradictorias.
Como nuestra metodología nos ha ayudado mucho, hasta los momentos, vamos a dedicarnos exclusivamente a todo el Evangelio de San Juan, mirando y resaltando esos detalles que sorprenden en una mirada rápida. Tal vez, esa apreciación inicial, no sea, más, que una falsa apreciación. Pero, en todo caso, estamos como obligados a escudriñar para comprender. Y, también, sorprendernos, en caso de que haya sorpresas. Y, no debería, menos, de haberla, con seguridad.

Condiciones para leer cualquier libro:

a)     En sentido general:


Cuando nos disponemos a leer cualquier libro hay que tener siempre un mundo de consideraciones, como: el estilo, el tema, el recurso literario, el origen del autor, sus tendencias, su metodología al escribir, y, un sin fin de elementos. Y, con cada autor y cada libro, hay que hacer siempre esa lista general, tanto, antes, como después de su lectura. Después hay que hacer varias paradas, mientras se va leyendo, para re-ubicar, cada vez, todas las posibles impresiones que nos va causando y generando cada cosa, ya sea nueva, ya constante, en todo su recorrido. Esas paradas son necesariamente obligatorias para poder comprender tanto lo que se lee, como al autor y su línea.
Esa tarea hay que hacerla con todos los libros que se leen. Porque, no es lo mismo leer La Divina Comedia de Dante que leer un libro de historia seria, o leer el Principito de Saint Exupery, como leer El Capital de Marx y Engels. Son dos estilos y recursos muy distintos. Cada libro tiene perspectivas distintas, en este caso comparativo, y, en todos los casos posibles. Esa precisión nos evitaría muchos inconvenientes interpretativos sobre cada libro y cada autor. Igual, se aplica a Dan Brow y sus dos famosos libros, sobre todo, El Código Da Vinci, que ha dado tanto qué decir, a muchos, y que dirá más de lo que no se capta de esta novela, que por de más, está decir, que es realmente una belleza, y, no tiene nada de escandaloso, y, sí, mucho de fascinante. Porque hay que leerla bajo la óptica de novela, aunque a su decir, tiene sus críticas. Y tiene que tenerlas porque por eso se es autor de algo.
Igual se trata de lectores. Hay quienes leen lo que otros han dicho de lo que han leído y repiten, muchas veces, sin verdaderos conocimientos de fondo de lo que verdaderamente se puede tratar en tal o cual libro, de cualquier autor. Algunos repiten lo que otros han dicho. Otros, por el contrario, se han tomado, con respeto, como debe ser, la tarea de leer y tienen la autoridad de conocer con propiedad el asunto, si no, a fondo, por lo menos, con más conocimiento. Esos poseen un cierto juego de libertad en el conocimiento específico del libro o de los temas.
Eso mismo se aplica a los mismos Evangelios. No es lo mismo leer los Evangelios sinópticos, en conjunto y por separado, que leer el Evangelio de San Juan. Cada uno tiene un estilo, un orden, un propósito, una metodología propios. Ya se ha hecho notar en el capítulo anterior con el Evangelio de San Lucas: tiene unas especificidades que son propias de San Lucas, o su autor. Y, esas especificidades hacen la diferencia. Llegar a descubrirlas es ya una riqueza personal de quien tenga el atino de hacerlo. Otro tanto, sucede con el Evangelio de San Juan. Hay que leerlo, sólo, bajo la temática de San Juan el Evangelista. Pero, humildemente, leerlos. No es que haya que leerlos con humildad, sino tener la humildad de leerlos, que es distinto.
Sabedores de esa peculiaridad nos dedicaremos a todo el Evangelio de San Juan. La tarea no es fácil. No lo ha sido con los otros extractos anteriores. Pero ha valido la pena. De eso, ni la menor posibilidad de dudas.

b)    Peculiaridades del Evangelio de San Juan:


Para ubicar algunos elementos hay que decir que el Evangelio de San Juan, a pesar de que habla del mismo personaje, Jesús, es muy distinto de los otros tres Evangelios. Su línea direccional es muy teológica. No es que los otros tres no lo sean. Sino, que, es más especulativa del sentido teológico, hecho, que hace que haya que leerlo bajo una lectura, especialmente, teológica. ¿O, sea, que hay que ser peritos en teología para leer y comprender el Evangelio de San Juan? Tampoco, es, para que exageremos.
Y, como su línea es esa, en el Evangelio de San Juan, cobran mucho valor los verbos que usa, en el caso de algunas afirmaciones propias suyas, u otros elementos, también únicos de su estilo, como ciertas posturas o actitudes de algunos personajes.
Así, por citar un ejemplo: en la resurrección de Jesús, cuando Pedro entra al sitio donde habían colocado a Jesús, encontró el sudario y las vendas con características, únicas de su estilo y metodología. Dice así el texto: “Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte” (Jn. 20, 6-7). Ese detalle tiene una simbología teológica, propia del Evangelio de San Juan: “las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte”. El mismo hecho de que Juan no entrara hasta que Pedro no entrara, tiene, una rica simbología, que hay que leerla bajo la óptica general de todo el Evangelio de San Juan.
 A ese entresacado, colocado como ejemplo ilustrativo, habría que hacerle un sin fin de preguntas, tales, como: ¿Por qué no estaban juntos el sudario y las vendas, y, en lugar aparte? ¿Qué estará diciendo con esa descripción el Evangelista: habrá alguna relación a la muerte biológica o teológica, o, teológicamente, qué hay de fondo en esa distinción y detalle? Eso obliga a que hay que leer el Evangelio de San Juan bajo su óptica y comprender cada detalle que él busca resaltar. Esa es su metodología y obedece a un patrón teológico, único y propio. Aunque, algunos comentaristas, como, los autores de Comentario Bíblico “San Jerónimo”, afirman que se trata de un detalle propio de San Juan, como testigo ocular de la tumba vacía[1]. Pero eso no quita que se trate de analizar ese extracto para nuestras riquezas personales, sí es que hay algunos detalles por descubrir; y, si no los hay, ya también es una riqueza el comprobarlo, pero, igualmente, nos dará sus beneficios.
Y, eso hay que saberlo. Y, hay que hacerlo notar. San Juan tiene una línea teológica de conjunto, porque no se deslinda de las Sagradas Escrituras, ni tampoco de los otros tres evangelistas; pero, tiene, la suya. Muy peculiar, que obliga a tenerlo siempre presente.
Hechas estas observaciones, dediquémonos a lo que queremos: a algunas impresiones fuertes negativas que se desprenden del Evangelio de San Juan. Para buscar, preguntar, descubrir y comprender.

1)     Algunos extractos de carácter fuerte y tal vez negativo del Evangelio de San Juan:

a)      En el prólogo:


La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron (Jn. 1, 9-11).

Al final del prólogo, que es todo el encuadre teológico del Evangelio de San Juan, hay una afirmación del autor que vale la pena resaltar, no en el sentido de impresión negativa, sino de referencia, porque, esa va a ser la clave de todo el Evangelio: “Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn. 1, 17-18). Todo lo que se sabe de Dios es porque el Hijo único lo ha contado. Esto es clave. Marquémoslo porque nos va a ser muy útil.

b)     En la elección de los primeros discípulos:


 Los dos discípulos le oyeron hablar así (a Juan el Bautista) y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, “Maestro” - ¿dónde vives?» (Jn. 1, 37-38).

c)      En las bodas de Caná:


Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús.
Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos.
Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.»
Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» (Jn. 2, 1-4).

d)     En el Templo y en Jerusalén:


Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos.
Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero  de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.»
Los judíos entonces le replicaron diciéndole: ¿”Qué señal nos muestras para obrar así?»
Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.» (Jn. 2, 13-16, 18-19).

“Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba.
Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre”(Jn. 2, 23-25).

e)      En la conversación con Nicodemo:


“Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre... El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.
Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras.(Jn. 3, 12-13, 18-20).

f)       Después de la multiplicación de los panes:


“Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado”(Jn. 6, 25-26).

g)     Respecto a Judas Iscariote:


Jesús les respondió: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo.» Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar,  uno de los Doce” (Jn. 6, 70-71).

Este pasaje y afirmación es contradictorio con el versículo 65 del mismo capítulo 6, pues, dice: «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Hagámoslo resaltar porque nos puede ser útil. No se sabe.
El mismo evangelista, ya no colocando palabras fuertes en Jesús, sobre Judas Iscariote, dice como narrador de los acontecimientos, en otro pasaje, que Judas era un ladrón: Jn. 12, 3-6: 

Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume.
Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?»
Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba  lo que echaban en ella”.

En la última Cena-Judas: “Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.»
Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.»”(Jn. 13, 9-11).

h)     Otros pasajes intermedios:


-- “Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira.
Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis.
¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis?” (Jn. 8, 44-46).
-- “Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon.
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” (Jn. 10, 7-9).

2)     Intento de comprensión del por qué del Evangelista en esas maneras fuertes:


Hay que reconocer que las impresiones que nos habíamos hecho sobre algunos aspectos del Evangelio de San Juan, esta vez, después, de esta lectura obligada para encontrar los datos que queríamos resaltar, ya, no se ven como tan negativas. Y, se ven, hasta cierto punto, como lógicas para la época en que fueron escritas. Se supone.
Teniendo en referencia lo que resaltábamos del prólogo, en su parte final, se entiende, ahora, que el Evangelio de San Juan no tiene otro objetivo que demostrar, en su estilo, que se trata del Hijo único de Dios, que es la única revelación. Esa es la constante de todo su Evangelio: Es recurrente todo el Evangelio a la misma idea de  la revelación de Dios en el Hijo: el que me ve, ve al Padre que me envió. Es la idea insistente del Evangelista.. “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn. 1, 17-18).
Es recurrente todo el Evangelio a la misma idea de  la revelación de Dios en el Hijo: el que me ve, ve al Padre que me envió. Es la idea insistente del Evangelista. Y, ya lo había precisado en el mismo prólogo. De manera que el desarrollo no es otra cosa que el prólogo explicado de varias maneras.

a.     El Evangelio de San Juan resumido en la misma idea del prólogo:


Así encontramos que se puede resumir todo su contenido, en las siguientes ideas: El Padre y el Hijo son una misma cosa. El Hijo conoce al Padre y sabe lo que el Padre quiere. El Hijo es enviado por el Padre para que el hombre tenga acceso a la verdad. El Hijo no dice nada por su cuenta, sino que todo lo que dice y hace es porque el Padre le ha encomendado. Ver al Hijo es ver al Padre, porque son una misma cosa. Sin embargo, el Paráclito, será el encargado de explicar al mundo todo lo que ha dicho el Hijo del Padre. El paráclito dependerá del Hijo, no podrá venir hasta que el Hijo no haya cumplido su tarea y misión. El Paráclito tomará de lo que el Hijo tiene que hacer, sólo, y sólo desde ese momento es que tendrá su actividad, y, con ello, será glorificado el Padre en el Hijo, y el Hijo en el Padre, porque el Paráclito convencerá al mundo del pecado, en el que se hallaba el mundo, y del que ha liberado el Padre en el Hijo como una misma obra, ya que el Hijo hace lo que el Padre le ha mandado realizar: traer la luz, porque él mismo es la luz. Y, a través de la Cruz.
Un detalle importante de resaltar es el grito que coloca el Evangelista en boca de Jesús, y con ello destacamos la importancia de la relación que hemos realizado. Dice el texto:  “El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado” (7, 37-39).

Resaltando: “Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado” (7,39).

b. El Evangelio de San Juan: un judío para judíos:


Desde ese esquema resumido, es, que se entiende, en parte, las referencias negativas del Evangelista San Juan de su Evangelio. San Juan está insistiendo que Jesús, es el Mesías, y les está diciendo a sus propios conciudadanos, a los judíos, de varias maneras que es La Luz, y que en Él se cumplen las Escrituras y  “Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn. 1, 17-18).
Yo soy” es la constante que utiliza el Evangelista San Juan en boca de Jesús. “Yo soy”, aparece a cada momento en todo el Evangelio. Y, como esa es la insistencia, prácticamente, y, como, por lo visto, no creen, es cuando se dan algunas expresiones un tanto sorprendentes, desde el punto de vista negativo. Es cuando hay expresiones y referencias fuertes hacia los fariseos. Tal vez, de allí, nos venga la herencia de cuando pensamos en los fariseos pensamos en gente con algunas características un poco negativas, que muchas veces no les favorecen. Tal vez.

b.     Preguntas e inquietudes a los extractos en este apartado:


¿Pero, en el caso de las Bodas de Caná, cómo se explica esa respuesta, tan, aparentemente, dura hacia su propia madre? ¿Igual, no se puede aplicar con la referencia a Judas Iscariote y que apuntábamos como contradictoria, ya que si Dios lo había escogido, pues, “nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre”, cómo se explica que después, Jesús, llame a Judas “un diablo”? ¿Entonces, qué hacía entre ellos, sí Jesús sabía que era lo que dice que era?
El caso sorprende es, que de los cuatro Evangelios, es Juan el único que hace esa referencia de llamar “un diablo” a Judas Iscariote. Ya nos hacíamos esa misma pregunta en el primer tomo y nos preguntábamos en la posibilidad de la existencia de algún roce personal entre estos dos personajes. Más, cuando es la única vez que aparece en toda la Biblia esa expresión.
Como nuestra metodología consiste en preguntar y preguntar, hagamos de atrevidos, en este momento preciso, sí es que preguntar es de atrevidos. ¿Al decir “un diablo” estará queriendo decir que había otros diablos en el grupo? Porque si dice “un” o “uno”, pues, diera la impresión que había otros, ¿o, no?
Podría ser lógico. ¿Por qué, en el caso concreto de Judas Iscariote, es un diablo, por el hecho de la traición, también, no se le aplicaría la misma expresión al mismo Pedro? ¿Entonces, Pedro, sería, también “un diablo”? Esta pregunta, sí, que puede sonar atrevida. Pero, suena lógica y justa, ¿o, no?
En el caso de ser válida la manera de preguntar, ¿quiénes serían los otros diablos? ¿Los fariseos? ¿Los que no creían en Jesús como el Mesías y se resistían a creer en su palabra y ver en Él al enviado del Padre? Sí es, así, entonces, se entiende la expresión referida a Judas Iscariote como de un diablo. Porque había otros.
Ahora bien. ¿Quién ha dicho que Judas Iscariote no creía en Jesús? Esto sí que se pone interesante. Y, eso, que estábamos pensando que casi no había preguntas para este capítulo.
¿La expresión “un diablo” podría ser sinónimo de traidor? ¿O, esa expresión, es sinónimo de incrédulos a la palabra de Jesús? Porque, sí es la segunda manera, entonces, ya todos, merecerían esa expresión, y eso, desde el mismo prólogo del Evangelio de San Juan, pues dice, que “La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron” (Jn. 1, 9-11). Y, sí es la primera, ¿entonces qué hacía Judas Iscariote en el grupo de los Doce, y, que el mismo Jesús no lo descartara, desde un principio?
Para buscar más y preguntar: ¿Esa expresión es, realmente, expresión de Jesús respecto a Judas Iscariote, o es elaboración teológica del autor del Evangelio de San Juan?
Si nos cobijamos con el texto del prólogo del Evangelio de San Juan, pareciera, ser, más bien, elaboración del autor del Evangelio. Pareciera. Y esta manera de considerar es una simple apreciación. No una afirmación. Y, volvemos a colocarnos a la defensiva, como en el caso del Evangelio de San Marcos en la multiplicación de los panes, en caso de que sea válido uno y otro análisis.

A modo de conclusión:


         ¿Con qué nos quedamos, entonces?
         Esta pregunta, sí que está difícil. Porque no hay opción.
        Pues, con todo el Evangelio de San Juan, incluido el prólogo y todo. De lo contrario, si seguimos la línea del autor del Evangelio de San Juan, nos pondrían el calificativo que le dieron a Judas Iscariote. Y, pedir al Paráclito que nos ilumine el entendimiento de toda la acción y la palabra de Jesús, el Mesías.
         Amén.



[1] Cfr. Autores varios, “Evangelio según San Juan”, en Comentario Bíblico “San Jerónimo”, Tomo IV, Nuevo Testamento II, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1972,  pp. 532-522.

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