Lucas 4, 1-14:
Jesús, lleno de
Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el
desierto,
durante
cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo
de ellos, sintió hambre.
Entonces el
diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en
pan.»
Jesús le respondió:
«Esta escrito: No sólo de pan vive el
hombre.»
Llevándole a
una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra;
y le dijo el
diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha
sido entregada, y se la doy a quien quiero.
Si, pues, me
adoras, toda será tuya.»
Jesús le
respondió: «Esta escrito: Adorarás al
Señor tu Dios y sólo a él darás culto.»
Le llevó a
Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de
Dios, tírate de aquí abajo;
porque está
escrito: A sus ángeles te encomendará
para que te guarden.
Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece
tu pie en piedra alguna.»
Jesús le
respondió: «Está dicho: No tentarás al
Señor tu Dios.»
Acabada toda
tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.
Jesús volvió a
Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región.
Nos encontramos con una
página de los Evangelios muy rica, desde todo punto de vista: humano,
psicológico, bíblico, teológico, espiritual, existencial. Aunque, con que se
diga teológico, ya encierra todas las connotaciones que intentamos separar.
Porque, lo teológico, es teológico, precisamente, por es de valor universal,
sobre todo, humano. No se opone humano a teológico. Lo teológico, está en
función del hombre. Luego, no se opone. Lo confirma y lo revaloriza. El valor
de los opuestos, como ya referíamos (véase página 84).
Haremos otro tanto, como hasta ahora. Sigue en pie nuestra
metodología y que nos ha dado tantos beneficios. Esa será nuestra bandera, como
siempre. Preguntas, y, más preguntas, y sin temor de preguntar. ¿Qué mal
hacemos? Todo lo contrario. El día en que al ser humano se le acabe la
pregunta, deja de ser humano, como nos lo dice Karl Rahner, y, también, algunas
Encíclicas de la Iglesia ,
como, El Esplendor de la Verdad , porque pierde el horizonte y el sentido de su
existencia, que no es, otra cosa, que pregunta.
Datos de resaltar del extracto escogido y sus respectivas preguntas:
a) Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán,
y era conducido por el Espíritu en el desierto...
Jesús, lleno
de Espíritu Santo. Siguiendo el recorrido del Evangelista San Lucas, se sobre entiende,
porque antes había sido bautizado por Juan. El Evangelista resalta ese detalle
y lo refiere, justo, antes, de las tentaciones.
Aquí, surgen de inmediato, las preguntas:
¿O, sea, que antes, Jesús, no tenía el Espíritu Santo? ¿El Espíritu Santo, que
descendió sobre Jesús, en forma corporal, como una paloma, como nos los
refiere el mismo Evangelista (cfr. Lc. 3, 22), estaba condicionando a Jesús,
para el antes y el después?
Si comparamos con los paralelos, es
decir, Mateo 3, 13-17 y Marcos 1,9-11, encontramos una diferencia. En Lucas,
hace referencia, a que fue engendrado hoy, es decir, en ese momento,
pareciera. En Marcos 1, 11 y en Mateo 3, 17: «Tú eres mi Hijo amado, en ti
me complazco.» ¿Cuál es la diferencia entre esas dos maneras de presentar
el mismo acontecimiento del bautismo en el Jordán, y de la voz del cielo? En la
de Lucas, pareciera, que es en ese momento, que es engendrado, y en los otros
dos, ya era el Hijo, amado, y, en quien se complace. ¿Entonces, era, ya,
el Hijo, o, en ese momento, es que se engendra? Pareciera, hacerse una
diferencia. La diferencia pareciera estar en el recurso escriturístico, que
utilizan en cada caso. Lucas, utiliza el salmo 2,7, en donde aparece la idea
del Siervo; mientras que San Mateo y San Marcos, utilizan como fuente de
referencia a Isaías 42, en donde aparece la idea de Rey (cfr. la nota que hace la Biblia de
Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, del año 1975, al respecto, p. 1463).
En el Evangelio de San Juan la referencia es de Juan el Bautista (Jn. 1,
29-34):
Al día siguiente ve a Jesús venir hacia
él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene
un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
Y
yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado
a Israel.»
Y
Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma
del cielo y se quedaba sobre él.
Y
yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel
sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que
bautiza con Espíritu Santo.”
Y
yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.»
b) Era conducido por el Espíritu en el desierto...
Este detalle es muy importante resaltarlo: conducido... en el
desierto.
¿Dónde suceden las tentaciones? En el
desierto. ¿Por qué en el desierto, y, no, en la ciudad? ¿Es que en la
ciudad no hay posibilidad de tentaciones, sí, es, que quería pasar por las
tentaciones? ¿Y, si en la ciudad, o sitio poblado, no hay posibilidad de
tentaciones, entonces, por qué se va, justo, al desierto?
¿Qué significa, en clave bíblica y
teológica, el desierto?
¿Tenía, Jesús, necesidad de irse al
desierto? ¿Y, sí tenía necesidad de irse al desierto, qué iba a hacer? ¿El
desierto, no es, precisamente, eso, desierto? ¿A hacer, qué? Esto puede
servirnos como clave. Resaltémosla. Pueda que aquí esté la clave. No se sabe.
Pero, hay contradicción, aparentemente. Pero, en esa aparente contradicción,
¿no se irá a repetir la teología de los opuestos, como habíamos descubierto,
anteriormente? ¿Será opuesto desierto a ciudad? ¿Habrá, justo, ahí, una
teología de los opuestos?
¿O, será, más bien, desierto-tentación,
como uno de los opuestos, implícitos en la Biblia ?
El caso es que Jesús era conducido por el Espíritu en el desierto.
Sin embargo, surge un detalle interesante, según se desprende del relato y de
la frase entresacada: Jesús, estaba en el desierto. Pero, no estaba sólo. Tenía
la conducción del Espíritu. Entonces, no estaba tan sólo. Le acompañaba el
Espíritu. No eran tan desierto, el desierto, para Jesús. Tenía compañía. Nada,
más, y, nada, menos, que el Espíritu Santo. Así, cualquiera se retira al
desierto, se podría alegar.
¿Significa, entonces, que se puede ir al desierto,
con todo y todo, siempre y cuando se sepa que se cuenta con la asistencia del
Espíritu Santo?
¿Qué significa contar con la asistencia del
Espíritu, justamente, en el desierto? ¿Qué significa conducido por el Espíritu?
¿Qué estará diciendo el Evangelista con esa frase de conducido por el
Espíritu en el desierto?
¿No habrá implícita una aplicación de los
opuestos, y que nos ha sido tan útil haberlo descubierto, en esa frase del
evangelista? ¿Un opuesto, no será, conducido-dejado? ¿Entonces, no estará
implícito en conducido, su opuesto, es decir, dejado, abandonado? ¿No
estará implícito otro opuesto en conducido-desierto? ¿Sí, se está
conducido, ya no se está tan desierto, el desierto; o, sí?
Tal vez, ahí, está la clave. Tal vez.
¿Qué se entiende por el Espíritu, en
el entresacado que hemos hecho de San Lucas? Hagamos todas las preguntas
posibles a por el Espíritu: ¿Quién conduce a Jesús? El Espíritu. Estamos
claros. Pero, ¿qué es el Espíritu o quien es el Espíritu, a quien representa?
1) El Bautismo en el Jordán, ayuda y la clave de la
interpretación:
Si tenemos presente las diferencias entre
los tres evangelistas, respecto del bautismo de Jesús; Jesús, recibe el
Espíritu en el bautismo en el Jordán. Y la voz que sale del cielo confirma y
afirma que Jesús, es el Hijo amado, tanto en la metodología de los
autores, ya siervo, ya Rey. Si tenemos en consideración ese detalle, ahí, está
la clave para entender, quién es el Espíritu, o qué representa: es la
confirmación de que Jesús es el Hijo amado, en quien se complace el Padre: yo
te he engendrado hoy, dice San Lucas. El Espíritu tiene esa finalidad:
confirmar al Hijo, por la voz del Padre. El Espíritu, en sí, como tal, hubiera
quedado incompleto, si no lo confirma la voz.
Estamos en un punto muy delicado. Incluso,
justo, para cometer una herejía, o, mantenerse en el dogma de la fe de la Iglesia. Un paso en
falso, y nos queman en la hoguera, por decirlo, de alguna manera. Pero, no hay
de qué temer, porque estamos ajustados a la fe de la Iglesia , a la que nos
sometemos, con sumisión de fe.
2) El Espíritu: clave:
Entonces, el Espíritu se convierte, desde
entonces, en la confirmación del Hijo por el Padre, justamente, en el Bautismo,
según la mentalidad de los evangelistas. El Espíritu, no es otra cosa que la confirmación,
y, con ello, la plenitud del Padre en el Hijo por el Espíritu. Por lo menos,
desde las perspectivas de los Evangelios, en el caso concreto del Bautismo en
el Jordán. Y, esto es, pura teología bíblica, en el caso concreto del bautismo,
según los Evangelios. Desde entonces ya no se puede hablar del Padre, del Hijo
y del Espíritu, por separados, porque quedó confirmado en el Bautismo en el
Jordán, que son una misma realidad: el Hijo confirmado y ratificado por el
Padre en el Espíritu. El espíritu es la conexión existente entre el Padre y el
Hijo, y, desde, entonces, ya el Espíritu no puede separarse, ni entenderse,
sino con el Padre y el Hijo, pues es su confirmación.
¿Y, para qué todo este rodeo? Pues para
poder comprender la afirmación del Evangelista San Lucas, al decir, justo,
antes de las tentaciones, que Jesús, era conducido por el Espíritu en el
desierto. Y, es clave, porque, al preguntarnos quién es el Espíritu, tenemos
que decir, que la confirmación del Padre en el Hijo, que era conducido en el
desierto. Con más razón, para sostener, que no estaba sólo; más, aún, también estaba el Padre.
Hasta aquí, hemos avanzado bastante, y,
todo, desde los hallazgos. Que ya lo habían hecho los teólogos. Pues, sí. Pero,
para nosotros, pareciera una novedad. Y, lo más sabroso, es que nos suena como
si lo hubiésemos descubierto nosotros. Por eso, que adquiere la nota de que sea
nuestro, aunque, es la herencia de la fe la Iglesia. Pero , no
nos quiten el sabor de sentirnos descubridores de mundos nuevos, aunque, no lo
seamos, en verdad.
¿Qué representa, desde nuestros
hallazgos-descubrimientos, el Espíritu? La confirmación del Hijo por el Padre.
Muy bien. ¿Pero, esa confirmación está en función de qué o de quiénes? ¿En
función del Padre, y, eso, para qué, en qué se beneficia? En caso de
beneficiarse. ¿Cuál es su beneficio y provecho? ¿Se beneficia el Hijo, en qué,
y, para qué, en caso de beneficiarse? Igual se aplica al Espíritu. ¿En qué se
benefician? Y la respuesta la encontramos en el mismo evangelio de San Lucas:
en que la gloria a Dios, está, en que el hombre tenga paz, como ya
habíamos analizado en un capítulo anterior. Paz, que se personifica en el Hijo,
precisamente.
3) Conducido por el espíritu: cumplimiento del auténtico
sentido de historia:
¿Entonces, cuál es el sentido de conducido
por el Espíritu, que nos tiene hasta el fondo, en este análisis?
Diera la impresión de que esa frase está
haciendo referencia al sentido auténtico de la historia. No al sentido
histórico de la historia, que sería la sucesión cronológica, sino, al sentido
teológico de la historia, más, aún, del
sentido teológico-histórico de las Sagradas Escrituras. Sí. A eso.
Ya, en el hecho teológico del bautismo de
Jesús en el Jordán, se está confirmando el sentido teológico de la historia de
las Sagradas Escrituras. El Padre confirma (el Espíritu) en el Hijo su plan de
salvación para el hombre. Allí, queda plasmado que se trata de la historia
teológica: para que el hombre tenga paz. La paz, es el culmen de la
historia. Y, esa paz, ya ha empezado. Por eso, el anuncio del ángel a los
pastores y las alabanzas de la multitud celestial del Evangelio,
precisamente, de San Lucas.
Se está cumpliendo el sentido teológico de
la historia de la Salvación ,
no de Dios solo, sino del hombre-Dios, como ser, también histórico, y, también,
teológico. Y, así, sin saberlo, vuelve a hacerse presente en nuestros
descubrimientos, la aplicación de un otro opuesto: historia-teología;
existencia-teología; confirmación-historia. Ya no como opuestos, en el sentido
estricto, sino como complementarios, como habíamos descubierto que tenía el
valor de los opuestos, desde nuestros análisis.
Y,
así, la sospecha que habíamos colocado de la existencia de un supuesto opuesto
en espíritu-desierto, pasa, ahora, a la confirmación de la existencia
definitiva de ese opuesto: desierto-conducido; desierto-guiado, con un carácter
maravilloso del auténtico sentido de la historia. Porque, hay, allí, justo,
allí, en esa afirmación del Evangelista San Lucas, una confirmación de la historia-historia
e historia-teología, adquiriendo, con ello, la historia, un valor único y
sorprendente.
Precisamente,
por la conducción del Espíritu.
Entonces, se entiende, la afirmación del
Evangelista: Jesús era conducido por el Espíritu en el desierto.
Precisamente, porque el Espíritu es la confirmación de la historia, y, con
ello, de la teología, en donde historia y teología, no se oponen, sino que se
complementan.
Y, es, entonces, que en el desierto, Jesús,
no puede caer en las tentaciones, porque está siendo conducido por el Espíritu,
es decir, por la confirmación de la historia Dios-hombre, teología-humanidad.
Y, no puede caer, porque, Jesús, no había perdido la comprensión de la
historia, pues contaba con la confirmación, que se daba, precisamente, por el
Espíritu.
Sólo, así, se entiende el relato del
bautismo de Jesús en el Jordán, y, con ello, implícitamente ligado y unido el
relato de las tentaciones de Jesús en el desierto.
Jesús confirmaba la historia del Padre. Y,
con ello, queda ya la fórmula de la
Trinidad : Jesús-confirmación-Padre; o, en términos más
elevados: Hijo-Espíritu-Padre, independiente-mente de cómo se barajé, la
posición del Padre y del Hijo. No importa, el resultado es el mismo: la
historia. En donde el Espíritu, definitivamente es la clave de la confirmación,
o la confirmación misma.
Tenemos que volver a la cita que nos tiene
tan entusiasmados para re-leerlas desde los descubrimientos hechos. Verán, que,
ahora, tiene otro sabor y otro sentido, quizás, el auténtico:
Lucas 4, 1-14:
Jesús, lleno de
Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el
desierto,
durante
cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo
de ellos, sintió hambre.
Entonces el
diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en
pan.»
Jesús le
respondió: «Esta escrito: No sólo de pan
vive el hombre.»
Llevándole a
una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra;
y le dijo el
diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha
sido entregada, y se la doy a quien quiero.
Si, pues, me
adoras, toda será tuya.»
Jesús le
respondió: «Esta escrito: Adorarás al
Señor tu Dios y sólo a él darás culto.»
Le llevó a
Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de
Dios, tírate de aquí abajo;
porque está
escrito: A sus ángeles te encomendará
para que te guarden.
Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece
tu pie en piedra alguna.»
Jesús le
respondió: «Está dicho: No tentarás al
Señor tu Dios.»
Acabada toda
tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.
Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y
su fama se extendió por toda la región.
Las tentaciones, como
tal:
Ya, para qué nos vamos a dedicar a las tentaciones, si todo
quedó aclarado. Jesús, con el auténtico sentido de la historia, por la
conducción del Espíritu, las superó. Sí estaba claro de lo que quería, porque
lo quería el Padre, confirmado en el Espíritu, está de más conjeturar porque ya
la verdad está esclarecida. Su claro sentido y conocimiento de la historia,
también su historia, porque era la historia del mundo-Dios, Dios-hombre. Ya lo
teologizaba-humanizaba el Evangelista San Mateo 1, 23: “Ved que la virgen
concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre “Emmanuel”, que
traducido significa: «Dios con nosotros.»
De todas maneras para no quedar como
desagradecidos, refiramos, solamente, las tentaciones, sin entrar en detalles,
pues quedó todo iluminado por el análisis que se hizo:
Sintió hambre (primera tentación):
Entonces el
diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en
pan.»
Jesús le
respondió: «Esta escrito: No sólo de pan
vive el hombre.»
El poder (segunda tentación):
Llevándole a
una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra;
y le dijo el
diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha
sido entregada, y se la doy a quien quiero.
Si, pues, me
adoras, toda será tuya.»
Jesús le
respondió: «Esta escrito: Adorarás al
Señor tu Dios y sólo a él darás culto.»
Tercera tentación:
Le llevó a
Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de
Dios, tírate de aquí abajo;
porque está
escrito: A sus ángeles te encomendará
para que te guarden.
Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece
tu pie en piedra alguna.»
Jesús le
respondió: «Está dicho: No tentarás al
Señor tu Dios.»
Acabada toda
tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.
En todas, y, cada una, tenía claro
el sentido de la historia. Sabía a qué venía: a cumplir la historia. La
teología-humanidad; Dio-hombre; paz-hombre. El evangelista, al final, sin
embargo, deja abierta la posibilidad de otra tentación: hasta un tiempo
oportuno: en el Huerto de los Olivos, vísperas de la Pasión , Muerte,
Resurrección. Otro opuesto: muerte-resurrección.
La misma manera de terminar el relato tiene
una teología de los opuestos: ahora-después (acabada-tiempo oportuno).
Aplicación teológica-histórica para nuestras vidas de las tentaciones
de Jesús en el desierto:
La diferencia entre Jesús y
nosotros, está, en que, nosotros, sí perdemos el sentido de la historia.
Perdemos el sentido del pasado y del futuro. Perdemos nuestro sentido del ayer,
y, con ello, el de mañana. El presente está representado por cada ocasión. Y,
es, en el presente, justamente, ahí, donde se nos pierde el sentido de nuestra
historia. Y, es, cuando, entonces, se nos presenta el cambio de rumbo, de
brújula, de situaciones. Se nos olvida mirar atrás, donde está el sentido de
nuestra auténtica historia. Y, chupulún, los problemas en que nos metemos.
Entonces, los lamentos y ayes.
¿Dónde está el problema? Nuestro sentido de la historia.
Nuestras amnesias respecto a nuestro ayer, en donde se hicieron grandes o
pequeñas decisiones u opciones. Ahí, está la diferencia.
Sin embargo, para consuelo, miremos la parábola del trigo y
de la cizaña, que analizamos en un apartado anterior. ¡Qué reconfortante,
entonces, esa parábola!
Es, entonces, cuando este libro se convierte en especial,
con su gran descubrimiento de las riquezas teológicas. ¡Cómo negar, pues, que
vale la pena que perdamos el tiempo, en esta pérdida de tiempo!
Como es evidente que Jesús no perdió el sentido de la
historia, y con ello, de la suya propia, y, no podía perderla, desde nuestros
análisis; pero, como, también es evidente, que nosotros, sí la perdemos,
reconfortémonos con los mismos detalles de las tentaciones, relatadas por el
Evangelista San Lucas, teniendo en cuenta algunos elementos de utilidad, como
los siguientes:
1) El desierto:
¿Dónde suceden
las tentaciones? En el desierto, nos refería el Evangelista San Lucas.
¿Qué se puede entender por en el desierto?
Ya la palabra lo está diciendo: en nuestras necesidades, en
nuestras carencias, en nuestros momentos “de estar necesitados de”. Por
ahí nos va a venir. Justo por ahí. Cada cual las sabe: tal vez de pan.
¿Qué se podría entender por pan? Lo que nos alimenta,
definitivamente. ¿Y, qué nos alimenta? Por un lado, el pan material,
propiamente, dicho. Pero, por otro, los otros panes: el afecto, la seguridad,
la estima, la alegría, la diversión, el ser tomados en cuenta, el sentirnos
importantes, la familia... Por ahí, se nos asoma el desierto, y, por ahí se nos
puede ir la pérdida del sentido de la historia.
2)
Lleno de Espíritu
Santo, era conducido por el Espíritu en
el desierto...
Habíamos dicho
que el Espíritu es la confirmación en el Hijo por el Padre. Tal vez, aplicado a
nosotros, desde las perspectivas del Evangelista San Lucas, esa constante
confirmación de nuestra historia, de nuestro ayer, que será el mismo mañana,
nos ayudará, a no perder el auténtico sentido de nuestro presente histórico.
Mirar atrás, de vez en cuando.
¡Oh, perdón!
Estamos dando recetas. No es nuestra tarea. Para eso existen tantos libros de
psicología práctica y vivida que abundan por todas partes.
¡Perdón!
Nuestra tarea
era hacer teología. Más de ahí, es perder, justamente, la perspectiva
¡Epa, pues!
Terminemos con
la parte final del mismo Evangelista analizado en este capítulo: Acabada
toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.
No es muy
halagador que digamos. Pero, es. Y que nos asista, igualmente, el Espíritu,
para confirmar, precisamente, cuando estemos en la tentación del Huerto de los
Olivos, que es donde se volvió a presentar la tentación a Jesús. Sin olvidar,
que todo termina y se completa, nada, más, y, nada, menos, que en la Cruz.
¡Que el
Espíritu nos asista!
Amén.
¿Y, sí nos
vemos envueltos en la tentación y sucumbimos?
Tenemos a Pedro
y a Judas Iscariote, como modelo y ejemplos teológicos-humanos. Pedro, no
perdió las perspectivas y volvió a su camino. ¿Judas Iscariote? Ahí, la
diferencia.
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