El otro día, en
la lectura del Evangelio del domingo,
leíamos la parábola de la higuera. Y en el análisis que hacíamos del
contenido de la parábola hicimos unos descubrimientos muy sorprendentes,
partiendo de la aplicación de la búsqueda de los opuestos y de la aplicación de
las contradicciones, contenidos en esa parábola.
Dice el texto:
Entonces les contó esta parábola: «Un hombre tenía
una higuera plantada en su viñedo, pero cuando fue a buscar fruto en ella, no
encontró nada. Así que le dijo al viñador: “Mira, ya hace tres anos que vengo a
buscar fruto en esta higuera, y no he encontrado nada. ¡Córtala! ¿Para qué ha
de ocupar terreno?” “Señor – le contestó el viñador –, déjela todavía por un
año más, para que yo pueda cavar a su alrededor y echarle abono. Así tal vez en
delante de fruto; si no, la cortaré.”» (Lucas 13:6-9).
En esta parábola, decíamos ese domingo, hay algunas
contradicciones que nos van a ayudar a comprender muchas cosas útiles para la
vida. Para empezar es importante precisar que al decir que hay contradicciones,
se trata de un método de estudio y de análisis, y no de cerrarnos
herméticamente al contenido y a la enseñanza implícitas en el texto que se
analice. Ya se usó por Aristóteles, y hoy se usa en matemáticas, como método de
trabajo, dando resultados maravillosos. Pero no sólo porque se use en fórmulas
y se aplique en la práctica, sino porque es notorio que en la parábola de la
higuera hay aparentes contradicciones. No por eso es para escandalizarse. Al
contrario, es para adentrarnos y fascinarnos de los hallazgos en su contenido.
Los primeros datos contradictorios en la parábola son. Dice:
“Un hombre tenía una higuera plantada en
su viñedo, pero cuando fue a buscar fruto en ella, no encontró nada.”
¿Dónde está la contradicción? En que en los viñedos lo que
se cultiva son uvas. Y es lógico que si se va a buscar a un viñedo los frutos,
éstos tengan que ser uvas. Por otro lado, los que trabajan en el viñedo, es
decir, los viñadores, estén preocupados por las uvas. No de otra cosa.
Que en ese viñedo haya una mata de higos, no es lo más
importante para los viñadores, sino las uvas. De manera que el dueño de la
finca si fue a buscar higos, era lógico que no los encontrara, ya que los
viñadores cuidaban y se esmeraban era por las uvas. A lo mejor, ni se habrían
percatado de la existencia de la higuera. Con toda seguridad la higuera habría
dado frutos en tiempos de cosecha de higos, y quizás, los viñadores ni se
habrían dado cuenta de ello.
Es clarita la primera contradicción.
La segunda es que, cuando fue a buscar fruto en la mata de
higos, no encontró. No está la contradicción en que no hubiera higos, sino en
que, quizás, fue a buscar higos en tiempos en que la mata no estaba dando
frutos. Tal vez, el dueño de la finca fue a buscar higos en destiempo. Es
decir, en tiempo en que no era tiempo de cosecha de higos. Por eso, no encontró
frutos en la mata. No se le puede pedir a la naturaleza lo que ella por su
ciclo normal no produce. Tal vez, el error estaba en el dueño de la finca, que
se equivocó en la fecha en que fue a buscar higos.
Por otro lado, respecto a la segunda contradicción es que
los viñadores como no eran sino viñadores y no higueros o cuidadores de higos,
lo lógico era que estuviesen muy pendientes de las matas de uva. De manera, que
si sabían que el dueño iba a venir a la finca, lo más natural era que ellos
tuviesen todo el cuidado posible de que las matas de uvas estuvieran esplendorosas
y bonitas, para que el dueño se sintiera satisfecho de la inversión que había
hecho al tener viñedos.
En esa contradicción puede pensarse que la higuera no es
responsable de no estar dando frutos a destiempos, sino en que el dueño fue
cuando no era el tiempo oportuno. ¿Dónde está el error? Pareciera que en el
dueño y no en la higuera.
La otra contradicción, y que sería la tercera, es que el
dueño llevaba tres años empeñado en lo mismo. Llevaba tres años yendo a buscar
frutos en la higuera. ¿Si el tiempo de higos es en febrero y marzo, por decir
algo como referencia relacional, por qué no va encontrar frutos si va en otro
tiempo que es el indicado? Por lógica nunca los va a conseguir. ¿Dónde está,
entonces, la contradicción? Quizás en el destiempo del fruto de la higuera y la
venida del dueño de la finca. Todo a su debido tiempo… Está más que clarito.
Debe sumarse a ese detalle, el hecho de que si la mata de
higo era “macho” o “hembra”, ya que si era macho, nunca iba a dar fruto. En el
caso de las tres veces que fue el dueño a recoger higos, ¿no fue capaz de darse
cuenta si era capaz la mata de dar o no higos? Elemental ese detalle a tener en
alta consideración.
Pero, la gran contradicción en el desarrollo y contenido de
la parábola es que el dueño de la finca tomó la determinación de cortar la mata
de higo. Así lo dice el texto: “¡Córtala!
¿Para qué ha de ocupar terreno?”. Ciertamente, era el dueño y podía
disponer. Pero, ¿y los detalles elementales que se deberían tener en cuenta
para tal decisión?
Y, no solo con eso, hasta en la decisión que había tomado el
dueño de la finca, hay otra contradicción, y es que el viñador le refuta,
diciendo: “Señor – le contestó el viñador
–, déjela todavía por un año más, para que yo pueda cavar a su alrededor y
echarle abono. Así tal vez en delante de fruto; si no, la cortaré.” Fue
contrariado llevándole la contraria en la decisión. O sea, que el dueño fue
refutado, y fue desautorizado por el empleado. Otra contradicción…
Ahora bien… En ese llevar la contraria por parte del viñador
queda implícito un reconocimiento. Y es que el viñador reconoce de inmediato
que no le ha dedicado tiempo suficiente a la mata de higos. No era su trabajo,
sino de viñador. No tenía por qué dar razón de la higuera. Tal vez, ni se había
dado cuenta de ella. Tal vez, sí habría dado frutos en el tiempo oportuno.
Pero, cabría la pregunta: ¿Qué hace una mata de higos en un viñedo? Más aún:
¿son compatibles la higuera y el viñedo? ¿Pueden crecer juntos en un mismo
suelo, al mismo tiempo? ¿No absorberá el viñedo todo el terreno y sus
componentes químicos naturales del suelo, y la higuera quedará estéril porque
no es posible crecer junto a las uvas? ¿Sabría eso el dueño de la finca? Porque
el hecho de que fuese el dueño y que hubiese invertido en el viñedo, no
significa que fuese un experto en esos menesteres agrícolas, tanto de la
especie de las uvas, como de los higos… Parece lógico…
Entonces, las contradicciones se ven claritas en la parábola
de la higuera.
¿Qué estará queriendo decir esta maravillosa parábola? En
seguida se contestará que se trata de la conversión. De hecho, ese es el
contexto de la parábola, leída en el tercer domingo de la Cuaresma , y ese es el
antes, cuando el evangelista nos cuenta que Jesús les preguntó en forma de reproche
a los que fueron a contarle que Herodes había mandado a matar a unos galileos
que estaban haciendo sus sacrificios en el templo. Dice el evangelio de ese
día:
En aquella ocasión algunos que habían llegado le
contaron a Jesús cómo Pilato había dado muerte a unos galileos cuando ellos
ofrecían sus sacrificios. Jesús les respondió: «¿Piensan ustedes que esos
galileos, por haber sufrido así, eran más pecadores que todos los demás? ¡Les
digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se
arrepientan. ¿O piensan que por la torre de Siloé eran más culpables que todos
los demás habitantes de Jerusalén? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos
ustedes perecerán, a menos que se arrepientan.» (Lucas 13:1-5)
Ese es el
contexto y el “a propósito” de la
parábola, pues de inmediato viene colocada la parábola, toda ella llena de
contradicciones. Y tenía que estar llena de contradicciones ya que en el mismo
contexto que nos las presentan está lleno, igualmente, de contradicciones. Ya
que Jesús, por lo menos en el estilo del evangelista, dice una cosa, y
enseguida se contradice en eso que quiere refutar. Veamos: el motivo es que hay
unos galileos que fueron asesinados. Eso es lo que le cuentan a Jesús.
Entonces, Jesús dice que no crean que fueron asesinados porque eran más
pecadores que todos los demás galileos, primero, y después que los demás
habitantes de Jerusalén, en la segunda referencia. Pues no. No eran más
pecadores.
Hasta ahí todo
va bien, en esa relación. Pero viene la contradicción… al decir que a todos les
va a pasar lo mismo, si no se arrepienten… O sea, que sí eran pecadores. Al
igual que los que fueron a llevarle la noticia en cuestión. Hay allí una
contradicción: ¿Por fin… eran o no pecadores? Entonces, los mataron por eso, y es
un castigo… es lo que pareciera decir. Y si no se arrepienten, van a sufrir lo
mismo…
No es un
escándalo que haya contradicciones en esa parábola. Al contrario. Ahí radica la
enseñanza y la lección. Si de principio no nos alarmamos que descubramos esas
evidentes contradicciones, y si con todo y ello, nos mantenemos en la búsqueda,
vamos a encontrar las sorpresas de la maravilla de la Palabra de Dios.
La cosa no
queda ahí. Hay que buscar en las mismas Sagradas Escrituras. Y así, se
encuentra así en el libro de Génesis 3,3 que Adán y Eva se cubrieron con hojas
de higuera, después de haber comido del árbol del bien y del mal. Dice el texto:
“Entonces
se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban
desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores”.
En Deuteronomio 8,8 y en los versículos anteriores y posteriores (8,5-7, 9),
vemos que el higo era una muestra de bendición, además de representar la
prosperidad y el poderío, según se desprende de Miqueas 4,4. Así lo dice, en el
primer caso, el libro de Deuteronomio:
Date cuenta, pues, de que Yavé tu Dios te corregía
como un hombre corrige a su hijo, y guarda los mandamientos de Yavé tu Dios
siguiendo sus caminos y temiéndole.
Pues Yavé tu Dios
te conduce a una tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y hontanares que
manan en los valles y en las montañas, tierra de trigo y de cebada, de viñas,
higueras y granados, tierra de olivares, de aceite y de miel[1], tierra donde el
pan que comas no te será racionado y donde no carecerás de nada; tierra donde
las piedras tienen hierro y de cuyas montañas extraerás el bronce.
En cuanto a
Miqueas[2],
dice:
Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yavé será asentado en
la cima de los montes, y se alzará por encima de las colinas. Y afluirán a él
los pueblos, acudirán naciones numerosas y dirán: Venid, subamos al monte de
Yavé, a la Casa
del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros sigamos sus
senderos. Pues de Sión saldrá la
Ley , y de Jerusalén la palabra de Yavé.
El juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a
naciones poderosas; forjarán ellas sus espadas en azadones, y sus lanzas en
podaderas. No blandirá más la espada nación contra nación, ni se adiestrarán
más para la guerra.
Se sentará
cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le inquiete, ¡la boca de
Yavé Sebaot ha hablado!
Por cuanto los
higos y las uvas eran tan importantes en la agricultura judía, los profetas, al
reprender el pecado, advertían al pueblo que las viñas y las higueras serían
destruidas. Cuando señalaban la prosperidad por la obediencia, prometían una
cosecha abundante de las 2 especies (Is. 36:16; Jl. 1:7; Am.4:9). La falta de
higuera, podría verse como un castigo, como se puede ver en el caso de la
protesta que el pueblo de Israel le hace a Abrahan en Números 20, 1-5:
Los israelitas,
toda la comunidad, llegaron al desierto de Sin el mes primero, y se quedó todo
el pueblo en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron. No había agua para
la comunidad, por lo que se amotinaron contra Moisés y contra Aarón. El pueblo
protestó contra Moisés, diciéndole: «Ojalá hubiéramos perecido igual que
perecieron nuestros hermanos delante de Yahveh. ¿Por qué habéis traído la
asamblea de Yahveh a este desierto, para que muramos en él nosotros y nuestros
ganados? ¿Por qué nos habéis subido de
Egipto, para traernos a este lugar pésimo: un lugar donde no hay sembrado, ni
higuera, ni viña, ni ganado, y donde no hay ni agua para beber?[3]»
Es abundante la referencia al higo en el Antiguo
Testamento, fruta muy conocida. Con los higos se hacían pan y torta; además de
servir de medicina[4]. Sin
descartar, por supuesto, que la higuera servía de sombra debajo de la que se
podía descansar, cosa que significaba prosperidad y bendición. Por ejemplo, en
el caso de Natanael, a quien Jesús llama, estaba debajo de la higuera (cfr. Sn
Jn. 2, 45-51).
Estos elementos
agrandan más las contradicciones, ya que si la higuera era señal de bendición y
prosperidad, el que la higuera no diera frutos, podría verse como un castigo
profético. Es decir, anunciado como reproche del pecado. Y en este caso, el que
el dueño decidiera mandar a cortar la mata, era para confirmar la decisión de
castigo por la desobediencia, que es la clave de la interpretación en este
caso.
¿Qué hay de
fondo, entonces, en la parábola de la higuera? La sorpresa. Intentemos verla.
Tal vez no la veamos. Pero hagamos el
intento.
¿Será que nos
está hablando exclusivamente de la necesidad de la conversión, porque si no,
nos va a suceder lo mismo que a los galileos y a los habitantes de Jerusalén?
Es posible. ¿Entonces, Dios si castiga por ser pecadores?
Ese día nos
preguntábamos eso y muchas cosas más. Y partiendo de la maravillosa experiencia
de los opuestos que aplicábamos como método de estudio, acudimos a todo lo que nos sirviera de ayuda
para buscar y encontrar respuesta. La respuesta la encontramos sorpresivamente
en un cuento.
Se dice que un
campesino estaba muy molesto con Dios, porque no había hecho que su cosecha ese
año no se diera como se esperaba. Todo por falta de agua y porque el tiempo de
verano y sequía fueron muy intensos y largos. Peleó con Dios. Entonces Dios le
concedió al campesino que por el año siguiente pudiese disponer del clima a su
antojo en bien de su tierra. El campesino se puso muy contento y así dispuso
que durante ese año, todo el tiempo fuese lluvia. Al cabo de pocos meses el
campesino veía cómo florecían sus sembrados. Todo lo que había sembrado estaba
más verde y frondoso. Las matas estaban, de hecho, más grandes y bonitas. El
campesino estaba muy satisfecho y se decía que Dios, sin duda, se había
equivocado. Que era mejor la lluvia.
Llegó el tiempo
de la cosecha. Contrató obreros para recoger los frutos. Cuando recogía el
maíz, las mazorcas estaban grandes, pero fofas. No tenían consistencia.
Prácticamente no servían para nada, escasamente para alimentar a las gallinas.
El campesino se disgustó sobremanera pero comprendió que había hecho falta el
verano, tiempo duro y árido, pero necesario para que las plantas echen raíces y
se entierren más en el suelo. Y sobre todo, que ese tiempo de sequía, hacía que
las plantas se fortalecieran y los frutos adquirieran consistencia y maduraran
como tienen que madurar.
¿Qué querrá
decirnos la parábola de la higuera que no dio frutos? ¿Qué Dios nos va a pedir
frutos a destiempos y que va a venir a recoger frutos cuando no hay tiempo de
cosecha? ¿Qué tenemos que dar fruto en la tierra en donde estamos plantados?
Tal vez, sí. Tal vez, no. Ahí está lo maravillosamente contradictorio de esa
parábola. Que en las contradicciones está la lección.
Si los
evangelios están para la vida diaria, entonces, ¿no será que nos está diciendo
que en la contradicción está diciendo que todos los tiempos son necesarios, aún
cuando sean difíciles y duros como los veranos y las sequías? Porque si Dios
viene a buscar frutos a destiempos, pues tiene que encontrar que no hay frutos…
Simplemente, no los hay. Y no los puede haber. Ahí está la clave de la
contradicción de que no haya encontrado higos durante tres años seguidos,
tiempo en que ha estado viniendo para la finca. Porque no es que la higuera
deba sentirse culpable de no dar higos. Sí los da, pero en su momento oportuno.
En el inoportuno, pues ya es problema del dueño de la finca y del viñador, que
no los han recogido. Y con ello como que se le quita responsabilidad a la
higuera. Aquí está una novedad, tal vez, en este análisis. Porque pareciera que
nos encanta sentirnos culpables y hasta nos aprovechamos de esa misma parábola
para gozarnos en esa culpabilidad, que visto desde ahora, no tiene la higuera.
En todo caso, tal vez el viñador. Que viéndolo bien, tampoco, porque ese no era
su trabajo. ¿Dónde está, entonces, el error o la equivocación? Tal vez en el
propio dueño de la finca, que viene a buscar cuando no hay, y donde no hay. Y
que no puede haber… Imposible…
Esto es,
realmente, una novedad que hemos descubierto en la parábola de la higuera.
En cuanto al
destiempo de ir a buscar higos en la higuera hay otro pasaje del Nuevo
Testamento, en el Evangelio de San Marcos, en donde aparece una higuera y un
destiempo. Es en Marcos (11,12-14). Dice:
Al día siguiente, saliendo ellos de Betania,
sintió hambre. Y viendo de lejos una
higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no
encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos[5]. Entonces le dijo:
¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti! Y sus discípulos oían esto.
Y en ese pasaje
vuelve a aparecer otra gran contradicción, ante las palabras de Pedro que le
indican a Jesús, que, de hecho, la higuera que había maldecido, ahora de
regreso, estaba ceca. La contradicción vuelve a aparecer, porque Jesús habla de
la oración y del perdón, pero maldice a una higuera que no estaba dando higos,
porque no era tiempo, como lo señala el mismo evangelista, al decir “es que no era tiempo de higos”. El texto
de Marcos (11, 21-25) dice:
Pedro, recordándolo, le dice: ¡Rabbí, mira!, la
higuera que maldijiste está seca. Jesús les respondió: Tened fe en Dios. Yo os
aseguro que quien diga a este monte: "Quítate y arrójate al mar" y no
vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá.
Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis
recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si
tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los
cielos, os perdone vuestras ofensas.
Pero, ¿qué le
había hecho la higuera, además no era tiempo de higos, como lo señala el
evangelista? Ese destiempo del pasaje de
Marcos parece repetirse en la parábola de la higuera del Evangelio de San
Lucas. Y la contradicción también. Porque “Y cuando os pongáis de pie para orar,
perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que
está en los cielos, os perdone vuestras ofensas”. Pero, inmediatamente
anterior había maldecido y marchitado a la mata de higo. ¿Había perdonado y
mostrado comprensión, mas aún, cuando no era tiempo de cosecha, como lo dice el
evangelista? Un detalle interesante es que el evangelista San Lucas no refiere
ese pasaje de la maldición de la higuera, que refieren Marcos y Mateo (cfr. Marcos
11,12-14, 21-25; Mateo 21, 18-22); y la parábola de la higuera es exclusividad
del evangelista San Lucas. ¿Será el mismo hecho, contado en unos como un
acontecimiento, y en Lucas como una comparación?
Ciertamente,
que no se pueden leer los Evangelios como una secuencia cronológica, pero de
que hay contradicciones, las hay. Pero, no porque las haya significa que
debemos escandalizarnos. Mas bien, tenemos que adentrarnos para sorprendernos.
Volvamos a la
parábola
¿Es más que la
conversión, cosa aparentemente clara en la parábola? Sin duda, que es más que
eso. Es existencialmente bella y reconfortante esta parábola. Es una maravilla.
Sin negar para nada el tema principal que es la urgencia de dar frutos, por
supuesto. Cosa evidente.
Por eso el
análisis de esta parábola para esta colección, porque aparece en los
Evangelios, y lo leemos cada vez, pero no lo analizamos como lo hemos hecho
aquí. Porque dice muchas cosas realmente interesantes, por eso digo en el
subtítulo entre paréntesis de la colección “pero
que no se dice”, al querer sostener que está clarito pero que no lo hemos
profundizado.
Un último
detalle para precisar, es que no
necesariamente el personaje de la parábola, o sea, el dueño del viñedo sea
Jesús, o en su defecto, Dios. Con ello queda aclarado un poco el contenido. Era
una parábola. No una referencia biográfica o algo parecido. Una comparación con
su respectiva lección y catequesis.
Realmente
maravilloso el contenido contradictorio de la parábola de la higuera… Y
gracias, Señor, por esas contradicciones. Dános fuerza para comprender que
también es necesario el verano y la sequía porque en ellos nos fortalecemos… Y
ayúdanos a no sentirnos culpables de no dar frutos a destiempos, porque la
naturaleza y la existencia no son contradictorios, y si lo que nos lleva a
profundizar la parábola de la higuera, con la que hemos quedado
maravillosamente sorprendidos… Y fascinados.
[1] Las negrillas son mías, para
resaltarlo.
[2] Véase también Zacarías 3,10. Según
el Evangelio de San Juan, Natael estaba debajo de un higuera cuando Jesús lo
llama. Véase Sn. Juan 1, 48-49. Siguiendo la misma idea: Natael, según la
afirmación de Jesús, era un hombre fiel. Dice el texto: “Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo:
"Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez.” (Jn. 1, 47).
[3] El
subrayado es mío.
[4] Véase algunas de las referencias
bíblicas donde aparece que era muy conocido el higo: Num. 13, 23; 1 Sam. 25,18;
1 Sam. 30, 12; 2 Rey. 2, 20; 1 Cron. 12, 41; Neh. 13, 15; Tob. 1,7; Jud. 10, 7;
Is. 38, 21; Jer. 8, 13; 24,1-5; 24, 17 .
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