sábado, 31 de diciembre de 2016




Mateo, 22, 15-22:

Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra.
 Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas  el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas.
 Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?»
 Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis?
 Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario.
 Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?»
 Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.»
 Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron.

         Hemos abordado en los capítulos anteriores temas delicados: las tentaciones en el desierto, por ejemplo. Hemos salido bien parados. Y, hemos sacado nuestros provechos personales. A pesar de que estábamos en las fronteras de la herejía (cfr. en la página 103 y siguientes). Toda herejía siempre está sobre el tema de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una falsa interpretación sobre el Hijo, y se rompe la unidad. Pero, no sucedió nada de lamentar. Gracias a la Santísima Trinidad. Menos mal.

Nota preliminar: tema muy delicado:


         El presente capítulo, aunque, no nos lleva a las fronteras de la herejía-dogma, es un tema muy delicado. Porque se adentra entre los límites de religión-poder, o, para, precisar más, Religión-Estado. En el tema anterior, lo menos que pudiese haber pasado, era pasar a manos de la inquisición (cosa que ya no se aplica), o, al Departamento de la Doctrina de la Fe, para que justificáramos, en caso de que hubiese algo no conforme a la fe de la Iglesia, o, para retractarse. Pero, no hubo tal peligro. Pero, en el tema que estamos por comenzar, lo menos, que nos puede pasar, es ganarnos algunas hostilidades, tanto de un lado, como del otro. Y, entonces, no se sabrá que podría ser mejor, si ir a justificar lo dicho, anteriormente, ante el Departamento de la Fe, o, dar razones para explicar los posibles malentendidos, que se pueda presentar, tanto, de uno, como de otro.
         Pidamos la asistencia del Espíritu Santo, quien es el que confirma, la aplicación del auténtico sentido de historia. Con el Espíritu Santo, y su asistencia, se confirma la historia (ya lo hemos visto y analizado). Tal vez, nos vayamos a ir de lleno al desierto, como Jesús. Esperemos no sucumbir y salir siempre asistidos por el Espíritu Santo, como salió, Jesús, según el relato del Evangelista que analizábamos.

1.     )        Precisión de las fronteras:


En temas tan delicados, como el presente, es preciso, antes de todo precisar cuáles son los caminos que se pretenden caminar. Aunque, está de más, decirlo, ya, que sabemos que nuestro ruta es la teología desde los textos de los evangelios que entresacamos. Pero, es importante, volverlo a recordar.
Esa es nuestra ruta: la teología subyacente de cada extracto. Más allá, más acá, no es nuestra tarea.
Sí esa es nuestra ruta, no tememos irnos al desierto, porque algo nos dice que nos está asistiendo el Espíritu Santo, para no desviar nuestra historia. Es decir, nuestro ayer y nuestro mañana. El presente, ciertamente, va a determinar la posibilidad de un cambio de rumbo. Nuestro ayer, es decir, lo que se ha tratado, en los temas anteriores de este libro, ha sido, la teología subyacente en los entresacados. Se ha permanecido fiel. Desde ese ayer, miramos el futuro, es decir, los temas siguientes y no perdemos las perspectivas de nuestra historia, en este caso, de lo que motiva estas páginas. Entonces, vamos confiados al desierto, porque nos asiste el Espíritu Santo.
¿Puede sonar a arrogancia lo dicho, inmediatamente, anterior?
No se ve, por qué tiene que sonar de esa manera. Se trata de aplicar lo que hemos ido aprendiendo. ¿Si no, entonces, para qué nos hemos dedicado a tanto, sino para nuestro propio enriquecimiento? En otras palabras nos estamos aplicando nuestra propia medicina. ¿O, no?
Así, a lo que vamos: al desierto. Y con el que vamos: con el Espíritu Santo y su asistencia. ¿Se presentarán las tentaciones? De seguro. Pero, nos asiste quien nos asiste, con el más claro sentido de la historia, por lo menos, en este libro. Imposible que sucumbamos. Imposible. ¿Jesús sucumbió? Tenía claro el auténtico sentido de la historia. ¿Y, en Jesús, no se plenifica el hombre y el hombre no se explica desde Jesús, precisamente, por su valor teológico-humano? Además, si no aplicamos, eso mismo que hemos ido descubriendo, entonces, estamos perdiendo el tiempo. Para algo tiene que servirnos todo lo andado, hasta ahora.

2.     Elementos del entresacado y sus posibles aplicaciones:

a)      Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas  el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas”.


Aquí hay muchos datos interesantes. Por un lado, los que envían y para qué los envían. Tienen un propósito claro:  “Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra” (Mt. 22, 15), dice en el versículo anterior al que pretendemos desglosar, ahora.
Hay un objetivo: sorprenderlo con sus propias palabras.
Está claro: una trampa.
Se podría decir, igualmente, que se está repitiendo la historia teológica de las tentaciones en el desierto, pero de una manera bastante sutil y delicada. De la claridad de Jesús, de su misión, iba a depender, también, su respuesta. Y el tema era muy delicado: rayaba las fronteras de la religión y del gobierno.
Por el lado religioso, por lo visto, Jesús, estaba muy claro. Van a comprobar, qué tanto.
Por eso, se mezclan los intereses. Se junta el poder del poder de los que representaban la religión, con el poder del gobierno. Frontera muy delicada, sin duda.
Por un lado, los fariseos, quienes eran los que representaban la autoridad de la religión, se hallan perdidos. Hay que acudir a otro poder. Hay que hacer alianzas, a ver, sí, con nuevas fuerzas, juntas, esta vez, Jesús, está tan firme como parece. Una tentación.
La alianza, ya la está diciendo el Evangelista San Mateo: “Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle”, lo que le dicen. Los herodianos, no eran otra cosa que los representantes de Herodes. Y, Herodes, era quien estaba en el gobierno. La alianza estaba haciendo su primera estrategia: ir juntos. No sea que vea a la autoridad civil, y, caiga en contradicciones. ¿Qué más testigos podrían ser mejor que los propios del gobierno: los herodianos, para después aferrarse a las propias palabras de Jesús, como su propia condena, y no tuviese, sino abogados acusadores?
Todo perfecto: religión y gobierno en una unidad estratégica. Y, con ello, no importa las fronteras: no las hay. Hay un mismo fin, olvidando cada cual su rol. Pero, estrategia es estrategia, y, “en el amor y la guerra todo se vale”, como se dice.
¿Y, qué le dicen a Jesús? Pues, el resultado de la alianza: representantes de la religión-gobierno. Todo por la misma causa.

b) “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas  el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas”.


Aquí, en este sub-apartado, hay un paralelismo con las tentaciones en el desierto. Está la alabanza del que presenta la ocasión, pero con el efecto que se está esperando. Se le ablanda, primero, con un reconocimiento, y, se queda a la espera, de los resultados del ablandamiento. ¿No es eso mismo lo que se da cuando en el desierto el diablo le dice a Jesús: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan; «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito:  A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»?(cfr. Lucas 4, 1-14).
¿No se repite el mismo efecto del ablandamiento, en los dos casos? En las tentaciones, el ablandamiento, está en: “porque está escrito:  A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Y en el caso presente esta en: “sabemos que eres veraz y que enseñas  el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas”. Y, así, también se repite la historia en el caso del Génesis 3, 4-5: “Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.»
El efecto del ablandamiento, sin duda que tiene que dar muy buenos resultados. Se ablanda con una alabanza y en la alabanza viene el efecto del veneno. Había qué esperar.
La alabanza condiciona. Como eres justo, esperamos que hagas justicia. En el caso del Evangelio de San Mateo: sabemos que no haces distinción y que eres veraz.
Hay que esperar que la alabanza haga todo su efecto, llegue a lo más profundo, y nos dé lo que estamos esperando: tomarlo por sorpresa. Inteligentes, sin duda. ¡Qué gran estrategia, sin duda!
Vuelve a relucir el tema de la historia y de su comprensión. Un paso en falso y los resultados. Un paso en firme, y, también, sus resultados.
Ya, la segunda parte de la estrategia estaba en juego. La primera, ir los dos poderes juntos. La segunda, la alabanza, precisamente, de los poderes unidos. ¿Qué más se podía esperar, si ya había el reconocimiento, tanto del gobierno, como de las autoridades que representaban la religión?
“Sabemos que no haces distinción y que eres veraz”. Lo sabemos, tanto, el poder del gobierno, como el poder de los representantes de la religión. Lo sabemos. Lo reconocemos.
Hay que esperar el efecto.
Entonces, esperando que la alabanza haga su trabajo, viene la pregunta. Pero, ya está condicionado por la alabanza. Por lo menos, debería estarlo. ¡Qué gran diferencia la de Jesús con nuestras historias! Pero, ¡qué parecidos, también!

c)  Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?»


Ahí le va la pregunta.
Conteste, ahora.
Es de imaginarse la emoción que ya estarían sintiendo porque los dos pasos de la estrategia, para ubicarla como una sola, estaban siendo aplicadas.

d) Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis?”


“Una cosa, es una cosa; y, otra cosa, es otra cosa.”
Cada cosa tiene su lugar. No vayamos a confundir las cosas.
La historia es la historia: tiene siempre presente tres elementos inseparables: pasado, presente y futuro. Se repite lo que habíamos señalado en el capítulo de las tentaciones en el desierto.
Perder el sentido auténtico de la historia, en el nivel que sea, es catastrófico. No lo iba a perder, Jesús, quien es el verdadero sentido de la auténtica historia del hombre, como ser teológico-histórico. En Él se entiende y se explica la historia del hombre, porque es pasado, presente y futuro, al mismo tiempo. Él es la historia, al fin y al cabo. Porque es su comprensión.
Ahí, les va la respuesta. Sólo en ese sentido. Ni, más; ni, menos.

e)  Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?»


¿Están muy claros en lo que pretenden, verdad, vamos, a ver, “de quién es esta imagen y la inscripción”?
Ellos fueron por una pregunta y salieron preguntados. Ese no era el juego. Pero, hay que esperar, porque, todavía no se ha comprometido, que es lo que se espera. Parece que mordió el anzuelo. Hay que contestarle. Parece que con la ayuda que se le va a dar, se va a conseguir a lo que se fue.
Y, ni cortos ni perezosos, como se dice, responden. Ya casi está el trabajo. Hay que darle la ayuda y rápido. Por lo menos, ya cayó en el juego de las palabras. Y, eso, puede ser la pista de que ya se logró el objetivo. Hay que esperar. Con calma. Ya está. A punto.

f) Dícenle: «Del César.»



Aquí habría que imaginar a los herodianos, ya contentos. Y, también a los enviados de los fariseos. La alianza. Valió la pena. Casi, por lo menos. Ya entró en el juego. Pero, hay que esperar. Por lo menos, ya identificó la moneda, y, eso, es bastante. Ya está listo.
Ahí viene la respuesta. Abran los oídos. Estén atentos. Anoten lo que va a decir. Hay que ser muy precavidos. No hay que perder ni una palabra. Atención.

g)  Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.»


         Si la moneda tiene la imagen del César y también su inscripción, ¿qué están esperando? Llévensela al César porque es suya. Le pertenece. Tal vez, se le perdió. ¿Qué hace eso que es de él, aquí? Llévenselo. ¿Qué esperan?
         Devolvédselo al César.
         Una de dos: o se le extravió al César, y él no lo sabe, o, alguno, de entre ustedes se la pilló. Devolvédselo al César. ¿Qué están esperando?
         Y, con ello, se podría interpretar, o, que había en el grupo alguien de mano rápida, o, que, había malamañosos entre los enviados de los fariseos y/o de los herodianos.
         ¿Estaba diciendo, Jesús, según el entresacado, que no pagaran o que sí pagaran? Estaba diciendo que sí esa moneda era del César, y era, porque tenía su imagen y su inscripción, era porque le pertenecía. Hay que hacer algo, al respecto. Devolvédselo al César. 

h)  Y lo de Dios a Dios:


         ¿Qué tiene que ver Dios con eso?
         Lo de Dios es de Dios. Y lo de Dios es la historia, y en la historia es donde se realiza la obra de Dios.
         ¿Entonces?
         Cada cosa en su lugar. Al César lo que a él le pertenece: la moneda. No metan en esto a Dios, que no tiene nada que ver. Y, denle a Dios, lo que es suyo: la historia.
         Historia de la que no lo va a desviar una pregunta con doble intención y con estrategias de unidad, perdiendo cada cual su rol en la historia: los herodianos, son los herodianos, y representan el poder del gobierno; y, los representantes de la religión, a lo suyo. Cada uno en su lugar.
         Los herodianos a representar el poder y a  gobernar; y, los representantes de la religión, a ser instrumentos religiosos, para lo que deben estar. No pierdan el sentido de su historia. Cada cual a lo suyo.
         Y déjense de unidades que no van. Son dos realidades distintas. No cuadra.
         Y, así, Jesús, está dando una lección, otra vez, de historia y de su auténtico sentido. Y, está colocando en su lugar a cada grupo. Y, vuelve, Él mismo, a ratificar su historia.
         Una cosa queda clara, de esa respuesta de Jesús, que no tiene nada de ofensiva, y, sí, mucho de aleccionadora: y es que cuando los representantes de lo religioso, desvían su ruta y su historia, tienen que convertir y hacer alianzas de unidad, que no tiene nada que ver con lo religioso.
         Lo religioso es redimensionar la historia humana desde la perspectiva de la fe. Bajo esa sola luz. Y, así, está deslindando lo auténticamente religioso del poder de los que ostentan la religión.
¿O, no es eso, uno de los elementos que se desprenden del texto analizado?

a)     Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron.


¿De qué se quedarían maravillados? ¿De sí mismos, de su caer en la cuenta de que cada cosa a su lugar, o, de que los desenmascaró respecto a la moneda que era del César?

Nota final:


                ¿Se habrá hecho teología en este análisis?
         ¿O, se ha tomado partido por uno, o, por otro? No se trataba de apoyar a uno o a otro, sino de encontrar elementos útiles para nuestra vida. Entonces, se ha hecho teología. Lejos de todo parentesco con parecidos a realidades distintas que las propias, de las de cada uno, porque ése es el sentido de teología-historia.
                En el caso de las alianzas se vuelve a aplicar un opuesto, pero, con la diferencia, de que allí, se le suma un antagónico. Y es donde está el problema de las alianzas.
Apliquemos un opuesto en el fenómeno de la existencia histórica de las alianzas: alianza, es igual a dar-recibir. Y, entre el dar y el recibir hay más, implícitamente, recibir que dar. Entonces, se interpone, el dar-recibir-recibir; se cede en algo, en función de más recibir que lo que se cede. El ceder lo condiciona la doble carga que supone el recibir. De allí, que sea dar-recibir-recibir. Entonces, el segundo elemento, se hace, implícitamente repetitivo, y, por consiguiente, en el repetitivo, está lo que hace que sea antagónica la realidad de las alianzas. Y, eso, aplicado a todas las esferas de la vida.
En esa doble carga de unos de los elementos de la auténtica y sana relación de los opuestos, como complementarios y necesarios, queda condicionado por la repetición, de uno de los elementos. Y, ya no se complementan, sino que se condicionan. En la relación de los opuestos, desde el punto de vista de nuestros descubrimientos, hasta ahora, para que sea verdaderamente teológico-humano, tiene que existir un solo elemento, en relación al otro, que lo opone, y, lo complementa. De allí, su necesidad implícita. Un opuesto, no es solo. Porque ya no sería opuesto. Necesita el elemento que lo opone, pero no como antagónico, sino como el que lo explica y lo plenifica.
¿En el caso de la alianza implícita de los fariseos y los herodianos, como dos realidades opuestas de poder, la religiosa y la de gobierno, existe, desde nuestras perspectivas descubiertas en los mismos evangelios, la relación de los opuestos?
¿No se da en esa relación una repetición de uno de los elementos de la relación? ¿En el poder de los herodianos no hay implícitamente una repetición de la relación poder, en el poder de los fariseos? ¿No se está dando ya una falla que debilita la relación de los opuestos, tan necesaria y complementaria, en poder-poder?
¿En ese poder-poder, dónde está su opuesto, que tendría que ser, necesariamente, obediencia? ¿En la relación de los opuestos, como verdaderamente opuestos, no tendría que ser poder-obediencia? ¿Existe en la alianza, del texto que entresacamos, la relación de los opuestos poder-obediencia? Pareciera, que no.
Si resulta válido, y resulta, desde nuestros descubrimientos para nuestras riquezas personales, lo que se está diciendo, ¿no hay carencia de la verdad en esa relación de los opuestos? ¿Y, si hay, carencia de verdad, hay mentira, o por lo menos, medias verdades y medias mentiras? Si hay medias y medias, de parte y parte, ya no hay opuestos. Porque en el “medias” y “medias” (verdades y mentiras), hay otro elemento que se repite. Esas “medias” en vez de ser la fortaleza, se convierte, inmediatamente, en la propia debilidad de la relación de la alianza entre los herodianos y los fariseos.
Las “medias” existentes entre parte y parte, hace, justamente la realidad de las alianzas. Y las alianzas, desde este análisis, son una deformación de los opuestos, porque en vez de fortalecerlo, lo debilita.
Ante la realidad de la alianza de los herodianos y de los fariseos, vuelve, a salir airoso la realidad de los opuestos, que sí aplica, nuevamente, Jesús: Verdad-mentira. Y esa auténtica relación de los opuestos aplicada por Jesús, ante la pregunta de la alianza, que ya estaba débil en relación a la realidad de los opuestos, queda descubierta. De allí, tal vez, que se hayan retirado sorprendidos y admirados.
De allí, la sorprendente respuesta de Jesús: Denle al César lo que es suyo, la moneda. Y, a Dios, lo que es de Dios.
¿Qué es de Dios? La historia.
¿Qué es del César? La moneda. Devuélvansela. Cada uno con lo suyo.
Si de Dios es la historia, pues, es imposible que Jesús, el máximo interprete de la historia, se opusiera y se contradijera. Menos con preguntas que no tienen el sentido que debería tener. ¿Preguntan: que, sí hay que pagar, y, si, con pagar, no se ofende a Dios? Son dos cosas muy distintas. Son dos poderes muy distintos. No había que confundirlo ni mezclarlo con preguntas que no mostraban más que una realidad: una alianza.
Entonces, Jesús, les corrige la relación de los opuestos que ya estaba deficiente en sí misma. Le hacen una pregunta, fruto de sus realidades, que, no eran, sino antagónicas, es decir, contradictorias. La pregunta era con la manipulación de un solo elemento de una auténtica relación de opuestos. La pregunta era sobre poder-poder. El César como poder frente a Dios como poder. Eran dos cosas distintas y diversas entre sí. Faltaba el elemento que hiciera que ese opuesto fuera verdaderamente un opuesto. Entonces, con la respuesta, Jesús, está complementando el elemento faltante de la relación de los opuestos: A Dios, lo de Dios; al César, lo del César. No tiene que ver una autoridad con la otra. Son dos autoridades distintas. A cada una la obediencia que a cada una se le debe. A Dios, lo de Dios; al César, lo del César. Cada cosa en su lugar.
¡Verdaderamente sorprendente!


Volvamos, para terminar, que ya es justo y necesario, sobre la posibilidad de caer en la tentación con nuestra ida al desierto, que hacíamos al comienzo de este capítulo (página 116 y siguiente). ¿Hemos perdido el sentido de la historia con este análisis? ¿Nos ha asistido el Espíritu Santo en el desierto? Si miramos la historia: pasado y futuro con el elemento que los une que es el presente, pareciera que no ha dejado de asistirnos el Espíritu. ¿Es arrogancia? No; sino asistencia del Espíritu porque nos hemos mantenido fiel al sentido de la historia del propósito de este libro: hacer teología, desde los textos entresacados para nuestros provechos personales. Y se ha hecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario