Mateo, 22, 15-22:
Entonces
los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en
alguna palabra.
Y
le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro,
sabemos que eres veraz y que enseñas el
camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la
condición de las personas.
Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar
tributo al César o no?»
Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo:
«Hipócritas, ¿por qué me tentáis?
Mostradme
la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario.
Y
les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?»
Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues
lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.»
Al
oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron.
Hemos abordado en los capítulos anteriores temas delicados:
las tentaciones en el desierto, por ejemplo. Hemos salido bien parados. Y,
hemos sacado nuestros provechos personales. A pesar de que estábamos en las
fronteras de la herejía (cfr. en la página 103 y siguientes). Toda herejía siempre está sobre el
tema de la
Santísima Trinidad : Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una falsa
interpretación sobre el Hijo, y se rompe la unidad. Pero, no sucedió nada de
lamentar. Gracias a la
Santísima Trinidad. Menos mal.
Nota preliminar: tema muy delicado:
El presente capítulo, aunque, no nos lleva a las fronteras
de la herejía-dogma, es un tema muy delicado. Porque se adentra entre los
límites de religión-poder, o, para, precisar más, Religión-Estado. En el tema
anterior, lo menos que pudiese haber pasado, era pasar a manos de la
inquisición (cosa que ya no se aplica), o, al Departamento de la Doctrina de la Fe , para que justificáramos, en
caso de que hubiese algo no conforme a la fe de la Iglesia , o, para
retractarse. Pero, no hubo tal peligro. Pero, en el tema que estamos por
comenzar, lo menos, que nos puede pasar, es ganarnos algunas hostilidades,
tanto de un lado, como del otro. Y, entonces, no se sabrá que podría ser mejor,
si ir a justificar lo dicho, anteriormente, ante el Departamento de la Fe , o, dar razones para
explicar los posibles malentendidos, que se pueda presentar, tanto, de uno,
como de otro.
Pidamos la asistencia del Espíritu Santo, quien es el que
confirma, la aplicación del auténtico sentido de historia. Con el Espíritu
Santo, y su asistencia, se confirma la historia (ya lo hemos visto y
analizado). Tal vez, nos vayamos a ir de lleno al desierto, como Jesús.
Esperemos no sucumbir y salir siempre asistidos por el Espíritu Santo, como
salió, Jesús, según el relato del Evangelista que analizábamos.
1. ) Precisión
de las fronteras:
En temas tan
delicados, como el presente, es preciso, antes de todo precisar cuáles son los
caminos que se pretenden caminar. Aunque, está de más, decirlo, ya, que sabemos
que nuestro ruta es la teología desde los textos de los evangelios que
entresacamos. Pero, es importante, volverlo a recordar.
Esa es nuestra
ruta: la teología subyacente de cada extracto. Más allá, más acá, no es nuestra
tarea.
Sí esa es
nuestra ruta, no tememos irnos al desierto, porque algo nos dice que nos está
asistiendo el Espíritu Santo, para no desviar nuestra historia. Es decir,
nuestro ayer y nuestro mañana. El presente, ciertamente, va a determinar la
posibilidad de un cambio de rumbo. Nuestro ayer, es decir, lo que se ha
tratado, en los temas anteriores de este libro, ha sido, la teología subyacente
en los entresacados. Se ha permanecido fiel. Desde ese ayer, miramos el futuro,
es decir, los temas siguientes y no perdemos las perspectivas de nuestra
historia, en este caso, de lo que motiva estas páginas. Entonces, vamos
confiados al desierto, porque nos asiste el Espíritu Santo.
¿Puede sonar a
arrogancia lo dicho, inmediatamente, anterior?
No se ve, por
qué tiene que sonar de esa manera. Se trata de aplicar lo que hemos ido
aprendiendo. ¿Si no, entonces, para qué nos hemos dedicado a tanto, sino para
nuestro propio enriquecimiento? En otras palabras nos estamos aplicando nuestra
propia medicina. ¿O, no?
Así, a lo que
vamos: al desierto. Y con el que vamos: con el Espíritu Santo y su
asistencia. ¿Se presentarán las tentaciones? De seguro. Pero, nos asiste
quien nos asiste, con el más claro sentido de la historia, por lo menos, en este
libro. Imposible que sucumbamos. Imposible. ¿Jesús sucumbió? Tenía claro el
auténtico sentido de la historia. ¿Y, en Jesús, no se plenifica el hombre y el
hombre no se explica desde Jesús, precisamente, por su valor teológico-humano?
Además, si no aplicamos, eso mismo que hemos ido descubriendo, entonces,
estamos perdiendo el tiempo. Para algo tiene que servirnos todo lo andado,
hasta ahora.
2. Elementos del entresacado y sus posibles aplicaciones:
a) Y le envían sus
discípulos, junto con los herodianos, a decirle: “Maestro, sabemos que eres
veraz y que enseñas el camino de Dios
con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de
las personas”.
Aquí hay muchos
datos interesantes. Por un lado, los que envían y para qué los envían. Tienen un
propósito claro: “Entonces los
fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en
alguna palabra” (Mt. 22, 15), dice en el versículo anterior al que
pretendemos desglosar, ahora.
Hay un objetivo: sorprenderlo con sus propias palabras.
Está claro: una trampa.
Se podría
decir, igualmente, que se está repitiendo la historia teológica de las
tentaciones en el desierto, pero de una manera bastante sutil y delicada. De la
claridad de Jesús, de su misión, iba a depender, también, su respuesta. Y el
tema era muy delicado: rayaba las fronteras de la religión y del gobierno.
Por el lado
religioso, por lo visto, Jesús, estaba muy claro. Van a comprobar, qué tanto.
Por eso, se
mezclan los intereses. Se junta el poder del poder de los que representaban la
religión, con el poder del gobierno. Frontera muy delicada, sin duda.
Por un lado,
los fariseos, quienes eran los que representaban la autoridad de la religión,
se hallan perdidos. Hay que acudir a otro poder. Hay que hacer alianzas, a ver,
sí, con nuevas fuerzas, juntas, esta vez, Jesús, está tan firme como parece.
Una tentación.
La alianza, ya
la está diciendo el Evangelista San Mateo: “Y le envían sus discípulos,
junto con los herodianos, a decirle”, lo que le dicen. Los herodianos, no
eran otra cosa que los representantes de Herodes. Y, Herodes, era quien estaba
en el gobierno. La alianza estaba haciendo su primera estrategia: ir juntos.
No sea que vea a la autoridad civil, y, caiga en contradicciones. ¿Qué más
testigos podrían ser mejor que los propios del gobierno: los herodianos, para
después aferrarse a las propias palabras de Jesús, como su propia condena, y no
tuviese, sino abogados acusadores?
Todo perfecto:
religión y gobierno en una unidad estratégica. Y, con ello, no importa las fronteras:
no las hay. Hay un mismo fin, olvidando cada cual su rol. Pero, estrategia es
estrategia, y, “en el amor y la guerra todo se vale”, como se dice.
¿Y, qué le
dicen a Jesús? Pues, el resultado de la alianza: representantes de la
religión-gobierno. Todo por la misma causa.
b) “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te
importa por nadie, porque no miras la condición de las personas”.
Aquí, en este
sub-apartado, hay un paralelismo con las tentaciones en el desierto. Está la
alabanza del que presenta la ocasión, pero con el efecto que se está esperando.
Se le ablanda, primero, con un reconocimiento, y, se queda a la espera, de los
resultados del ablandamiento. ¿No es eso mismo lo que se da cuando en el desierto
el diablo le dice a Jesús: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se
convierta en pan; «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está
escrito: A sus ángeles te encomendará
para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en
piedra alguna.»?(cfr. Lucas 4, 1-14).
¿No se repite el mismo efecto del ablandamiento, en
los dos casos? En las tentaciones, el ablandamiento, está en: “porque está
escrito: A sus ángeles te encomendará
para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en
piedra alguna”. Y en el caso presente esta en: “sabemos que eres veraz y
que enseñas el camino de Dios con
franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las
personas”. Y, así, también se repite la historia en el caso del Génesis 3,
4-5: “Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. Es que
Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y
seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.»
El efecto del ablandamiento, sin duda que tiene que
dar muy buenos resultados. Se ablanda con una alabanza y en la alabanza viene
el efecto del veneno. Había qué esperar.
La alabanza condiciona. Como eres justo, esperamos
que hagas justicia. En el caso del Evangelio de San Mateo: sabemos que no
haces distinción y que eres veraz.
Hay que esperar que la alabanza haga todo su efecto,
llegue a lo más profundo, y nos dé lo que estamos esperando: tomarlo por
sorpresa. Inteligentes, sin duda. ¡Qué gran estrategia, sin duda!
Vuelve a relucir el tema de la historia y de su
comprensión. Un paso en falso y los resultados. Un paso en firme, y, también,
sus resultados.
Ya, la segunda parte de la estrategia estaba en
juego. La primera, ir los dos poderes juntos. La segunda, la alabanza,
precisamente, de los poderes unidos. ¿Qué más se podía esperar, si ya había el
reconocimiento, tanto del gobierno, como de las autoridades que representaban
la religión?
“Sabemos que
no haces distinción y que eres veraz”. Lo sabemos, tanto, el poder del gobierno,
como el poder de los representantes de la religión. Lo sabemos. Lo
reconocemos.
Hay que esperar
el efecto.
Entonces,
esperando que la alabanza haga su trabajo, viene la pregunta. Pero, ya está
condicionado por la alabanza. Por lo menos, debería estarlo. ¡Qué gran
diferencia la de Jesús con nuestras historias! Pero, ¡qué parecidos, también!
c) Dinos, pues, qué te parece,
¿es lícito pagar tributo al César o no?»
Ahí le va la
pregunta.
Conteste,
ahora.
Es de
imaginarse la emoción que ya estarían sintiendo porque los dos pasos de la
estrategia, para ubicarla como una sola, estaban siendo aplicadas.
d) Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: “Hipócritas, ¿por qué me
tentáis?”
“Una cosa, es
una cosa; y, otra cosa, es otra cosa.”
Cada cosa tiene
su lugar. No vayamos a confundir las cosas.
La historia es
la historia: tiene siempre presente tres elementos inseparables: pasado,
presente y futuro. Se repite lo que habíamos señalado en el capítulo de las
tentaciones en el desierto.
Perder el sentido
auténtico de la historia, en el nivel que sea, es catastrófico. No lo iba a
perder, Jesús, quien es el verdadero sentido de la auténtica historia del
hombre, como ser teológico-histórico. En Él se entiende y se explica la
historia del hombre, porque es pasado, presente y futuro, al mismo tiempo. Él
es la historia, al fin y al cabo. Porque es su comprensión.
Ahí, les va la
respuesta. Sólo en ese sentido. Ni, más; ni, menos.
e) Mostradme la moneda del
tributo.» Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta
imagen y la inscripción?»
¿Están muy
claros en lo que pretenden, verdad, vamos, a ver, “de quién es esta imagen y
la inscripción”?
Ellos fueron
por una pregunta y salieron preguntados. Ese no era el juego. Pero, hay que
esperar, porque, todavía no se ha comprometido, que es lo que se espera. Parece
que mordió el anzuelo. Hay que contestarle. Parece que con la ayuda que se le
va a dar, se va a conseguir a lo que se fue.
Y, ni cortos ni
perezosos, como se dice, responden. Ya casi está el trabajo. Hay que darle la
ayuda y rápido. Por lo menos, ya cayó en el juego de las palabras. Y, eso,
puede ser la pista de que ya se logró el objetivo. Hay que esperar. Con calma.
Ya está. A punto.
f) Dícenle: «Del César.»
Aquí habría que
imaginar a los herodianos, ya contentos. Y, también a los enviados de los
fariseos. La alianza. Valió la pena. Casi, por lo menos. Ya entró en el juego.
Pero, hay que esperar. Por lo menos, ya identificó la moneda, y, eso, es
bastante. Ya está listo.
Ahí viene la respuesta.
Abran los oídos. Estén atentos. Anoten lo que va a decir. Hay que ser muy
precavidos. No hay que perder ni una palabra. Atención.
g) Entonces les dice: «Pues lo
del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.»
Si
la moneda tiene la imagen del César y también su inscripción, ¿qué están
esperando? Llévensela al César porque es suya. Le pertenece. Tal vez, se le
perdió. ¿Qué hace eso que es de él, aquí? Llévenselo. ¿Qué esperan?
Devolvédselo
al César.
Una
de dos: o se le extravió al César, y él no lo sabe, o, alguno, de entre ustedes
se la pilló. Devolvédselo al César. ¿Qué están esperando?
Y,
con ello, se podría interpretar, o, que había en el grupo alguien de mano
rápida, o, que, había malamañosos entre los enviados de los fariseos y/o de los
herodianos.
¿Estaba
diciendo, Jesús, según el entresacado, que no pagaran o que sí pagaran? Estaba
diciendo que sí esa moneda era del César, y era, porque tenía su imagen y su
inscripción, era porque le pertenecía. Hay que hacer algo, al respecto. Devolvédselo
al César.
h) Y lo de Dios a Dios:
¿Qué
tiene que ver Dios con eso?
Lo de Dios es de Dios. Y lo de Dios es la historia, y en la
historia es donde se realiza la obra de Dios.
¿Entonces?
Cada cosa en su lugar. Al César lo que a él le pertenece: la
moneda. No metan en esto a Dios, que no tiene nada que ver. Y, denle a Dios, lo
que es suyo: la historia.
Historia de la que no lo va a desviar una pregunta con doble
intención y con estrategias de unidad, perdiendo cada cual su rol en la historia:
los herodianos, son los herodianos, y representan el poder del gobierno; y, los
representantes de la religión, a lo suyo. Cada uno en su lugar.
Los herodianos a representar el poder y a gobernar; y, los representantes de la
religión, a ser instrumentos religiosos, para lo que deben estar. No pierdan el
sentido de su historia. Cada cual a lo suyo.
Y déjense de unidades que no van. Son dos realidades
distintas. No cuadra.
Y, así, Jesús, está dando una lección, otra vez, de historia
y de su auténtico sentido. Y, está colocando en su lugar a cada grupo. Y,
vuelve, Él mismo, a ratificar su historia.
Una cosa queda clara, de esa respuesta de Jesús, que no
tiene nada de ofensiva, y, sí, mucho de aleccionadora: y es que cuando los
representantes de lo religioso, desvían su ruta y su historia, tienen que
convertir y hacer alianzas de unidad, que no tiene nada que ver con lo
religioso.
Lo religioso es redimensionar la historia humana desde la
perspectiva de la fe. Bajo esa sola luz. Y, así, está deslindando lo
auténticamente religioso del poder de los que ostentan la religión.
¿O, no es eso, uno de los
elementos que se desprenden del texto analizado?
a) Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se
fueron.
¿De qué se
quedarían maravillados? ¿De sí mismos, de su caer en la cuenta de que cada cosa
a su lugar, o, de que los desenmascaró respecto a la moneda que era del César?
Nota final:
¿Se habrá hecho teología en
este análisis?
¿O, se ha tomado partido por uno, o, por otro? No se trataba
de apoyar a uno o a otro, sino de encontrar elementos útiles para nuestra vida.
Entonces, se ha hecho teología. Lejos de todo parentesco con parecidos a
realidades distintas que las propias, de las de cada uno, porque ése es el
sentido de teología-historia.
En el caso de las alianzas
se vuelve a aplicar un opuesto, pero, con la diferencia, de que allí, se le
suma un antagónico. Y es donde está el problema de las alianzas.
Apliquemos un
opuesto en el fenómeno de la existencia histórica de las alianzas: alianza, es
igual a dar-recibir. Y, entre el dar y el recibir hay más, implícitamente,
recibir que dar. Entonces, se interpone, el dar-recibir-recibir; se cede en
algo, en función de más recibir que lo que se cede. El ceder lo condiciona la
doble carga que supone el recibir. De allí, que sea dar-recibir-recibir.
Entonces, el segundo elemento, se hace, implícitamente repetitivo, y, por
consiguiente, en el repetitivo, está lo que hace que sea antagónica la realidad
de las alianzas. Y, eso, aplicado a todas las esferas de la vida.
En esa doble
carga de unos de los elementos de la auténtica y sana relación de los opuestos,
como complementarios y necesarios, queda condicionado por la repetición, de uno
de los elementos. Y, ya no se complementan, sino que se condicionan. En la relación
de los opuestos, desde el punto de vista de nuestros descubrimientos, hasta
ahora, para que sea verdaderamente teológico-humano, tiene que existir un solo
elemento, en relación al otro, que lo opone, y, lo complementa. De allí, su
necesidad implícita. Un opuesto, no es solo. Porque ya no sería opuesto.
Necesita el elemento que lo opone, pero no como antagónico, sino como el que lo
explica y lo plenifica.
¿En el caso de
la alianza implícita de los fariseos y los herodianos, como dos realidades
opuestas de poder, la religiosa y la de gobierno, existe, desde nuestras
perspectivas descubiertas en los mismos evangelios, la relación de los
opuestos?
¿No se da en
esa relación una repetición de uno de los elementos de la relación? ¿En el
poder de los herodianos no hay implícitamente una repetición de la relación
poder, en el poder de los fariseos? ¿No se está dando ya una falla que debilita
la relación de los opuestos, tan necesaria y complementaria, en poder-poder?
¿En ese
poder-poder, dónde está su opuesto, que tendría que ser, necesariamente,
obediencia? ¿En la relación de los opuestos, como verdaderamente opuestos, no
tendría que ser poder-obediencia? ¿Existe en la alianza, del texto que
entresacamos, la relación de los opuestos poder-obediencia? Pareciera, que no.
Si resulta
válido, y resulta, desde nuestros descubrimientos para nuestras riquezas
personales, lo que se está diciendo, ¿no hay carencia de la verdad en esa
relación de los opuestos? ¿Y, si hay, carencia de verdad, hay mentira, o por lo
menos, medias verdades y medias mentiras? Si hay medias y medias, de parte y
parte, ya no hay opuestos. Porque en el “medias” y “medias” (verdades y
mentiras), hay otro elemento que se repite. Esas “medias” en vez de ser la
fortaleza, se convierte, inmediatamente, en la propia debilidad de la relación
de la alianza entre los herodianos y los fariseos.
Las “medias”
existentes entre parte y parte, hace, justamente la realidad de las alianzas. Y
las alianzas, desde este análisis, son una deformación de los opuestos, porque
en vez de fortalecerlo, lo debilita.
Ante la
realidad de la alianza de los herodianos y de los fariseos, vuelve, a salir
airoso la realidad de los opuestos, que sí aplica, nuevamente, Jesús:
Verdad-mentira. Y esa auténtica relación de los opuestos aplicada por Jesús,
ante la pregunta de la alianza, que ya estaba débil en relación a la realidad
de los opuestos, queda descubierta. De allí, tal vez, que se hayan retirado
sorprendidos y admirados.
De allí, la
sorprendente respuesta de Jesús: Denle al César lo que es suyo, la moneda. Y, a
Dios, lo que es de Dios.
¿Qué es de
Dios? La historia.
¿Qué es del
César? La moneda. Devuélvansela. Cada uno con lo suyo.
Si de Dios es
la historia, pues, es imposible que Jesús, el máximo interprete de la historia,
se opusiera y se contradijera. Menos con preguntas que no tienen el sentido que
debería tener. ¿Preguntan: que, sí hay que pagar, y, si, con pagar, no se
ofende a Dios? Son dos cosas muy distintas. Son dos poderes muy distintos. No
había que confundirlo ni mezclarlo con preguntas que no mostraban más que una
realidad: una alianza.
Entonces,
Jesús, les corrige la relación de los opuestos que ya estaba deficiente en sí
misma. Le hacen una pregunta, fruto de sus realidades, que, no eran, sino
antagónicas, es decir, contradictorias. La pregunta era con la manipulación de
un solo elemento de una auténtica relación de opuestos. La pregunta era sobre
poder-poder. El César como poder frente a Dios como poder. Eran dos cosas
distintas y diversas entre sí. Faltaba el elemento que hiciera que ese opuesto
fuera verdaderamente un opuesto. Entonces, con la respuesta, Jesús, está
complementando el elemento faltante de la relación de los opuestos: A Dios,
lo de Dios; al César, lo del César. No tiene que ver una autoridad con la
otra. Son dos autoridades distintas. A cada una la obediencia que a cada una se
le debe. A Dios, lo de Dios; al César, lo del César. Cada cosa en su
lugar.
¡Verdaderamente
sorprendente!
Volvamos, para
terminar, que ya es justo y necesario, sobre la posibilidad de caer en la
tentación con nuestra ida al desierto, que hacíamos al comienzo de este
capítulo (página 116 y siguiente). ¿Hemos perdido el sentido de la
historia con este análisis? ¿Nos ha asistido el Espíritu Santo en el desierto?
Si miramos la historia: pasado y futuro con el elemento que los une que es el
presente, pareciera que no ha dejado de asistirnos el Espíritu. ¿Es arrogancia?
No; sino asistencia del Espíritu porque nos hemos mantenido fiel al sentido de
la historia del propósito de este libro: hacer teología, desde los textos
entresacados para nuestros provechos personales. Y se ha hecho.
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