Lucas
10:
21 En aquel momento, se llenó de gozo
Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de
la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las
has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
22 Todo me ha sido entregado por mi
Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino
el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
23 Volviéndose a los discípulos, les dijo
aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!
24 Porque os digo que muchos profetas y
reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que
vosotros oís, pero no lo oyeron.»
Este pasaje del Evangelio de San Lucas (y su
paralelo, Mateo 11, 25-27), ciertamente, ha inspirado muchas páginas de
reflexión. Existe en él una gran dulzura y un no sé qué de cosas bonitas que
inspiran paz.
Haremos otro tanto, como hasta ahora, con este
apartado y extracto del Evangelio de San Lucas. Llamará la atención, a estas
alturas, que casi no se analiza los textos del Evangelio de San Juan. Pero, hay
que decir que el Evangelio de San Juan hay que mirarlo con una lupa muy
especial, porque existe en él muchos textos con una gran carga de como de odio,
que en lo personal, sorprenden. Habrá que dedicarle todo un apartado especial y
exclusivo al Evangelio de San Juan, a su debido tiempo, para descubrir, por qué
esa su posición. Sólo se trata de una simple apreciación artificial. Pero,
será, cuando será.
Ahora, es este extracto del Evangelio de San Lucas.
Observación sobre la metodología de nuestro libro:
En nuestra constante observación siempre hemos
alertado de evitar la espiritualización de los textos, para no perdernos de su
contenido teológico. En este, volvemos a la insistencia, pero, con más fuerza,
porque, se tiene que hacer demasiada lucha, porque lo primero que se nos asoma,
no es otra cosa, que espiritualizarlos, precisamente, por la dulzura que
inspira el texto entresacado.
De hecho, después de leer ese pedacito, se queda con
un sabor bonito. Y, aquí, puede resultarnos la tendencia de espiritualizar su
contenido. Aunque, tampoco podemos olvidar que a mayor teología, mayor
espiritualidad, porque van juntos. Pero, más espiritualidad tiene que tener de
fondo y fundamento una auténtica teología. Evitaremos a toda costa la
separación y buscaremos su complementariedad. No nos va a ser fácil, en este
apartado. Trataremos de ser fiel, en la medida que podamos, de mantenernos fiel
a la metodología trazada desde un principio.
Elementos de resaltar
del extracto de San Lucas:
·
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el
Espíritu Santo, y dijo:
- «Yo te bendigo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e
inteligentes, y se las has revelado a pequeños.
- Sí, Padre, pues tal ha sido tu
beneplácito.
·
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y
nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
·
Volviéndose a los discípulos, les dijo
aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!
·
Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron
ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no
lo oyeron.»
Hubo que
resaltarlo todo. Por más que se intentó separar y descomponer el extracto, no
se pudo y no se puede. Precisamente, porque todo es muy bonito.
Definitivamente.
Datos
del mismo Evangelista para preguntar:
a) En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el
Espíritu Santo:
Es tan bonito,
que ya el mismo Evangelista lo calificó antes de colocar lo que Jesús iba a
decir: “En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y
dijo...”. Ya, el Evangelista lo está diciendo todo con esa sentencia
preliminar: “se llenó del gozo del Espíritu Santo.”
¿Qué podemos
preguntar que ya no esté dicho por el mismo Evangelista? ¿Con ese sello, qué se
puede preguntar? Pareciera, como que se nos limita toda posibilidad de
preguntas. Pero, como queremos evitar lo que siempre hemos querido en nuestra
metodología, hagamos de atrevidos, y, realicemos preguntas, muy a pesar de
todo.
A pesar de como
que se nos cierran las posibilidades, hay, en la misma sentencia del
Evangelista una pequeña puerta por la que podemos tratar de abrir las
preguntas. Dice el Evangelista: “en aquel momento, se llenó...”. Si dice
en aquel momento, se puede entender que en otros momentos, no. ¿Es
decir, entonces, que no siempre, Jesús, estaba lleno de gozo en el Espíritu
Santo? Y, ya, esa puerta nos comienza a abrir muchas otras puertas más.
¿Por qué, justo, en ese aquel momento? ¿Y, sí fue justo en ese aquel
momento, que se llenó de gozo en el Espíritu Santo, en qué otros
momentos, no estaba lleno de gozo en el Espíritu? ¿Es posible, entonces, que
Jesús, no estaba todo el tiempo de su vida, lleno de gozo en el Espíritu? ¿Será
eso lo que nos estará queriendo decir el Evangelista? Porque, pareciera que se
hiciera una diferencia. Así, por lo menos, pareciera notarse en la propia
sentencia del Evangelista.
Miremos al
mismo Evangelio para ver en dónde, en cómo y cuándo, se da y se repite esa
misma referencia de que se llenó de gozo en el Espíritu Santo. Sí es que
se da. Y, en caso que se repita, buscar los parecidos y las diferencias.
Y, no aparece
como tal, en todo el resto del Evangelio, ni antes, ni después. Por lo menos,
referido a Jesús, propiamente dicho. Ya que cuando se habla del nacimiento de
Juan el Bautista hay una referencia al gozo por el nacimiento de Juan, y, Juan
estará lleno del Espíritu Santo (cfr. Lc. 1, 14-15). Y, en Lucas 4,1, en las
tentaciones, dice, que “Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del
Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto...”. Pero no dice
nada respecto a lleno de gozo en el Espíritu Santo. Dice lleno del
Espíritu Santo, mas, no “de gozo”, que es lo que, por ahora, nos
está llamando la atención y dedicación.
Se podría
alegar que es ser demasiado detallista y que es una exageración pretender
buscar y encontrar con exactitud una referencia tal. Y, que, todavía más: es,
una pérdida de tiempo. No se quita razón. Pero, esos detalles nos han ayudado a
descubrir cosas muy interesantes en nuestros apartados anteriores. Así, que,
sigamos perdiendo el tiempo, si es que se llegase a considerar esa posibilidad
en nuestra metodología, hasta, ahora, muy útil, respetando esa opinión, por
supuesto. Y, aquí, ya nos ubicamos a la defensiva como en el caso de la
multiplicación de los panes, según el Evangelio de San Marcos (véase página 28 y siguiente).
¿Entonces, qué
querrá decir San Lucas con se llenó de gozo en el Espíritu Santo?
1.
Lleno de
Espíritu Santo:
Traigamos, en todo caso, las dos citas encontradas
en el mismo Evangelio de San Lucas, sobre lleno de Espíritu Santo, y,
comparémosla con la cita que nos tiene interesados. “Lleno de Espíritu
Santo” (cfr. Lc. 1, 14-15;
4,1), una, en el caso de Juan el Bautista, y, la otra, en las
tentaciones de Jesús. También, la cita del texto que estamos analizando: “En
aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo...” (Lc. 10, 21).
Aquí, podría haber alguna diferencia, y, tal vez, esté la clave. Tal vez.
Algo nos dice que existe una diferencia.
En el caso de
Juan el Bautista dice que estará lleno de Espíritu Santo (cfr. 1,15), y
en las tentaciones, también, lleno de Espíritu Santo (cfr. 4,1). ¿Qué
hay de diferente? Aparentemente, nada. ¿Algún otro personaje, según San Lucas,
estaba, o, era lleno de Espíritu Santo? Sí; el sacerdote Zacarías, padre de
Juan el Bautista (cfr. Lc. 1, 67-79), cuando escribió el nombre que deberían
ponerle al niño, y se le soltó la lengua, exultando en alabanzas a Dios con el
famoso cántico de Zacarías:
Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo:
«Bendito el
Señor Dios de Israel porque ha visitado
y redimido a su pueblo, y nos ha
suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había
prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos
salvaría de nuestros enemigos y de las
manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a
nuestros padres y recordando su
santa alianza y el juramento que
juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas,
podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de él todos nuestros
días.
Y tú, niño,
serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos y dar a
su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las
entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de
la altura, a fin de iluminar a los que
habitan en tinieblas y sombras de muerte
y guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.»
Esta nueva cita
nos lleva a descubrir que tres personajes estaban llenos de Espíritu Santo
en el Evangelio de San Lucas: Juan el Bautista, Zacarías, su padre; y, Jesús.
Según el mismo Evangelio, se puede notar la diferencia entre los tres: dos,
Juan y Jesús, estaban llenos de Espíritu Santo; mientras, que, Zacarías quedó
lleno para profetizar y para la alabanza a Dios. La diferencia parece ser
que la de Zacarías había sido por ese momento, no para siempre desde ese
momento. Esa diferencia es útil e interesante. Y la alabanza de Zacarías
parecer ser estar en función de Jesús, a través del niño Juan, que acababa de
nacer, pues ya lo dice el texto lucano al final del cántico de Zacarías: “Y tú, niño,
serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos y dar a
su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las
entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de
la altura, a fin de iluminar a los que
habitan en tinieblas y sombras de muerte
y guiar nuestros pasos por el
camino de la paz” (Lc. 1, 76-79).
Este hallazgo, realmente, es
interesante.
2.
Tres personajes
llenos de Espíritu Santo, según San Lucas:
Tres
personajes, según San Lucas, estaban llenos de Espíritu Santo: uno, momentáneo
y circunstancial, y, dos, por lo visto, permanentes. Y, de los dos permanentes,
uno en función del otro. Juan, en función de Jesús. Ya lo dice y exalta el
cántico de Zacarías, al decir: “Y tú, niño, serás llamado profeta del
Altísimo, pues irás delante del
Señor para preparar sus caminos...” (Lc. 1,76).
Nos quedan los
dos que están llenos de Espíritu Santo: Juan y Jesús. Este hallazgo y
descubrimiento nos lleva a preguntar: ¿Ese estar lleno de Espíritu Santo, al
que se refería cuando el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista, estará (cfr.
Lc. 1,15), será en igualdad de condiciones que Jesús? Esto ya es tarea de los
teólogos de profesión, indagar las diferencias. Aunque, podríamos señalar la
que se desprende del mismo cántico de Zacarías: “pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos”.
Eso ya podría condicionar lo permanente en Juan el Bautista. La condición sería
“para preparar sus caminos”.
Pero, eso es tarea de los teólogos de oficio y de encargo expreso de la Iglesia , como Magisterio.
En todo caso, nos resulta útil, notarlo y diferenciarlo, en caso de que sea
válida la diferencia anotada aquí.
¿En el caso de
Jesús, existe alguna posibilidad de condicionamiento en cuanto a lo permanente
sobre lo lleno de Espíritu? Ya la pregunta es un atrevimiento, pero,
igual hay que hacerla para hacer justicia con los tres. Para tranquilidad de
todos, no encontramos, ninguna referencia en el mismo Evangelio de San Lucas,
nada que parezca condicionar a Jesús, respecto a lo de lleno de Espíritu.
Además, si los otros dos, Juan y Zacarías, estaban en función de Jesús, no se
ve por qué tiene que haber algunas condiciones para Jesús, que era y es el
centro hacia el que giraba todo, ya Juan, ya Zacarías. Pero, había que hacer
justicia. Y estamos parejos. En caso, de que hubiese empezado a haber una
muestra de susto al respecto, hay que descartarla.
¿Y, en los
otros evangelios, qué? Buena pregunta y buena puerta que se abre. Intentemos
abrirla del todo, a ver, a dónde nos conduce.
En Mateo, no
hay ninguna referencia: ni lleno de Espíritu Santo, ni, se llenó de
Espíritu Santo. En Marcos, tampoco. En el Evangelio de San Juan aparece como
“lleno de gracia y verdad”, referido al Hijo, a Jesús: “Y la Palabra se hizo carne, y
puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe
del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1, 14). Pero,
no aparece nada respecto a lleno de Espíritu. Así, que abrimos la puerta, y no
nos condujo a ningún lado, respecto al tema que estamos tratando. Es una puerta
que conduce a una calle ciega, respecto al tema que nos ocupa, por lo menos, a
la manera como lo estamos tratando en este apartado. Sólo Lucas, según hemos
descubierto. Y, eso, es bastante y por de más útil.
b) «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado
a pequeños.
En
aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo:
«Yo
te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.
Sí,
Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y
nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» (Lc. 10, 21-22).
Corresponde,
ahora, a la alabanza pronunciada por Jesús, una vez que se llenó de gozo en el
Espíritu Santo: “Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a
sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.” Y, la revelación
inmediatamente posterior del mismo extracto.
1)
El texto
seleccionado de Lucas está en conexión con el cántico de Zacarías:
En esta
alabanza de Jesús al Padre, encontramos una estrecha relación con Zacarías y su
cántico. A Zacarías, lleno de Espíritu Santo, se le soltó la lengua, que
hasta ese momento estaba torpe por no haber creído en el anuncio del ángel, y
exulta en alabanzas a Dios, por el hijo, que le acababa de nacer y de quien
profetizaba lo que profetizaba. Ahora, Jesús, una vez que se llenó de gozo
en el Espíritu Santo, exclama lo que exclama, según el Evangelio de San
Lucas. Y, hay una gran relación y unidad. Pareciera, más bien, que una completa
y complementa a la otra.
Veamos los
datos: En el caso de Zacarías, hay un cántico maravilloso de alabanza por el
hijo que le acaba de nacer. Pero, el hijo le causa la alegría que le causa, y
cómo habría de causarle, sobre todo a su edad, y, cuando las circunstancias le
eran adversas desde el punto de vista de la naturaleza humana, no es tanto por
el hijo, que ya es bastante motivo de alegría. Sino, por lo que el hijo
representa para él como sacerdote del antiguo rito judío, y, como verdadero
hombre de fe. El nacimiento de un hijo, a su edad, y con su mujer pasada de
tiempo de fecundación, también por la edad, ya era motivo, más que suficiente,
para estar alegre y contento. Pero, el hijo representaba para él el
cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su pueblo. El gozo que Zacarías
experimenta, o que por lo menos, lo que resalta el Evangelista San Lucas, está
en que será grande porque será quien preparará el camino a la Luz que va a venir.
Volvamos al
cántico de Zacarías, como tal. No tenemos otra que volver a él, para entender
esa estrecha relación (Lc. 1, 67-79):
Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo:
«Bendito el
Señor Dios de Israel porque ha visitado
y redimido a su pueblo, y nos ha
suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había
prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos
salvaría de nuestros enemigos y de las
manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia
a nuestros padres y recordando
su santa
alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos
que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y
justicia delante de él todos nuestros días.
Y tú, niño,
serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos y dar a
su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las
entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de
la altura, a fin de iluminar a los que
habitan en tinieblas y sombras de muerte
y guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.»
Zacarías, se
dirige, entonces, al niño, a su hijo, y lo exalta diciéndole: “Y tú, niño,
serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos y dar a
su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las
entrañas de misericordia de nuestro Dios...”. Lo alaba, ciertamente, pero,
porque será grande por la misión que tendrá, escogido por Dios, para cumplir
las promesas. ¡Cómo habría sido, realmente, la alegría y el júbilo de aquel
anciano! Y, el evangelista San Lucas coloca en su boca el cántico de la
alabanza y de la alegría porque se acerca el camino, se acerca la luz: “una
Luz de la altura, a fin de iluminar a
los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz”.
2) En relación al Mesías:
La alegría,
según el Evangelista San Lucas, está en el gozo del nacimiento, ciertamente,
pero, en relación al cumplimiento de las promesas hechas por Dios al pueblo de
Israel. Y, las promesas están en única relación con el Mesías,
con Jesús. El niño Juan, después llamado el Bautista, hijo de Zacarías y de
Isabel, su mujer, y, el mismo Zacarías, son importantes porque están en
relación con el cumplimiento de las promesas. Por eso, esos dos personajes,
Zacarías, primero, y, después, Juan, su hijo, están llenos de Espíritu Santo.
Ahora, se entiende, por qué el Evangelista San Lucas, hacía esa conexión y les
daba esa característica específica, y, también única en todo su evangelio.
En el relato
del nacimiento de Juan el Bautista está la preparación del entorno mesiánico
inmediato de la revelación que va a realizar Jesús, en el propio San Lucas,
cuando, ahora, se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y, también, como
Zacarías, exulta en alabanzas al Padre, y, dice:
«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado
a pequeños.
Sí,
Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce
quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a
quien el Hijo se lo quiera revelar.» (Lc. 10, 21-22).
Justo en el cántico de
Zacarías está la explicación de las alabanzas al Padre, por parte de Jesús, de
esconder sus cosas a los sabios y entendidos, y habérselas revelado a
los pequeños.
Pero, eso no es todo. Viene
de inmediato la revelación y el esclarecimiento total de lo que se anunciaba en
el cántico de Zacarías, por parte del mismo Jesús, según el juego metodológico
en la mentalidad del Evangelista San Lucas: “Todo me ha sido entregado por
mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Es decir, el
Evangelista, está colocando en la manifestación y alabanza de Jesús al Padre,
la clave de la Revelación ,
del que es instrumento su propio Evangelio.
3)
Comprensión y
esclarecimiento de la metodología de San Lucas:
Ahora, se entiende el por
qué es el único Evangelio que habla de tres personajes que estaban llenos del
Espíritu Santo. Obedece a una metodología teológica. ¡Qué grande este
evangelista San Lucas, definitivamente! Sobre todo, que gran conocimiento y
dominio de las Sagradas Escrituras, del autor del Evangelio de San Lucas,
porque en ese cántico de Zacarías están incluidas todas las expectativas del
antiguo pueblo de Israel. El autor del Evangelio de San Lucas, coloca en boca
de Zacarías, todo el resumen de las esperanzas mesiánicas del pueblo de Israel.
Y, así, como con el cántico del Magnificat, coloca en labios de la Virgen , que no es de la Virgen , sino un procesado
de Lucas de todas las Escrituras respecto al Mesías, otro tanto, hace con la
escena del nacimiento de Juan el Bautista, con miras al Mesías, como tal.
De hecho, en el cántico de
Zacarías, que no es suyo, sino un procesado del autor del Evangelio de San
Lucas, hay un compendio ideológico y continuado de los salmos 41, 105, 111; del
libro del Levítico 26, 42, del libro del Génesis 22, 16-18, del libro de
Miqueas 7, 20, del libro de Isaías 40, 3, del libro de Jeremías 6,14; 11,5, de
Isaías 40, 3, del libro de Zacarías 3, 8, del libro Los Números 24, 17... y
muchos otros.
c) Otros
detalles del mismo extracto de San Lucas:
Había llamado
la atención en el comienzo de este capítulo el que el evangelista colocara en
su relato “se llenó del Espíritu Santo”. Hemos indagado y hemos hecho
nuestros propios hallazgos. Muy útiles. Nos hacíamos las preguntas que nos
hacíamos. Algunas quedaron satisfechas, otras, no. Pero, nos ha ayudado lo que
hemos descubierto. Para gloria de Dios y beneficio nuestro, sin la menor duda.
Sobre todo, que conseguimos no espiritualizar los textos, cosa que nos
preocupaba sobremanera. Menos mal.
Pero, hay,
algunos detalles que valen la pena, por lo menos, referirlos, antes de dar por
terminado este capítulo. Uno de esos detalles es sobre se llenó. Ya no
del Espíritu Santo, porque, quedó, si no, del todo, por lo menos, algo resuelto
y entendido. Y, eso es bastante.
El detalle al que se quiere
referir es sobre se llenó. Así, en sentido general.
Resulta que ojeando el mismo
Evangelio de San Lucas tiene sentido el se llenó del propio Evangelio. Y,
aparece varias veces el se llenó, ya no del Espíritu Santo, como tenemos dicho,
sino de odio, de rabia, de temor, de alegría. Y, con ese hallazgo, parece,
entonces tener sentido que el propio evangelista detallara que Jesús se
llenó del Espíritu Santo, como para diferenciar de qué se llenó, a
diferencias de qué se llenó con otros elementos distintos del Espíritu Santo,
ya no Jesús, sino, algunos personajes del mismo Evangelio.
Veamos:
En el caso de la curación
del paralítico de la camilla: Lucas 5, 26: El asombro se apoderó de todos, y
glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas
increíbles.»
En el caso de la tempestad
calmada: Lucas 8, 25: Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos,
llenos de temor, se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que
impera a los vientos y al agua, y le obedecen?»
En el caso de los ritos de
purificación: 11,38-39: Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había
omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros,
los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad.
En la entrada a Jerusalén:
19, 35-37: Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino,
hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el
camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los
discípulos, llenos de alegría, se pusieron
a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto.
Sólo como referencia, nada
más.
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