Hay muchas maneras de leer
los textos de los Evangelios. Y, hay, muchas maneras de sacarles provechos.
Todo depende de la postura que se adopte frente a ellos. En todos, igualmente, se
sacarán beneficios, dependiendo de cómo se lean.
En este libro, como en el primer tomo, tenemos una línea,
como muchas pueden ser las líneas que se adopten para su lectura. Partimos de
la metodología de la pregunta. Y, así, aplicamos, un poco, a nuestro entender y
estilo, la duda metódica. Se trata de duda, como método, y desde esa manera,
abordamos cada texto seleccionado. No se duda. Se cuestiona y se nos abre el
entendimiento respecto a muchos pasajes de los Evangelios.
Nos da nuestros resultados.
Y, aquí, está el aporte, si es que en algo aporta, nuestra
metodología. Por lo menos, nos descubre cosas, aparentemente ocultas, pero
dichas en cada trozo seleccionado. Nos permite re-descubrir. Y, esa, es nuestra
riqueza.
Hay limitaciones, por supuesto, y, muchas. Una, sería, el no
tener acceso a los textos en su lengua original. Eso incluye el no saber
absolutamente nada de esas lenguas. Y, eso agiganta las limitaciones. El texto
al que tenemos acceso y del que nos valemos es de la traducción de la Biblia de Jerusalén. Si se
incurre en malas interpretaciones, desde nuestras limitaciones, que son muchas,
depende, en parte de la traducción porque nos ceñimos al texto y a sus
hallazgos. Eso, como para justificar, si nuestras relaciones, comparaciones y
análisis no sean conforme con el sentido auténtico de las Sagradas Escrituras.
No, por eso, sin embargo, nos limitaremos. Al contrario.
Es importante aclarar, desde un comienzo, que esa tarea nos
lleva a leer cada Evangelio en concreto, y, también los paralelos. Y, esa
tarea, ya nos está enriqueciendo. Por lo menos, nos vemos obligados a leer una
y otra vez cada Evangelio. Y, realmente, es una riqueza, que nada ni nadie nos
va a quitar. Si el lector de este libro, del anterior y del siguiente, hace
otro tanto, es de imaginar la cantidad de beneficios que estará adquiriendo.
Otro detalle: no copiamos. Ahí, podría estar la
originalidad. No se trata de hacer un resumen de lo que muchos autores dicen o
hayan dicho. Por eso, no se encontrará ninguna referencia, o casi ninguna, a
ningún autor o autoridad. La única autoridad bibliográfica será cada hallazgo y
cada encuentro nuevo, en clave de relación con los textos analizados en
concreto. En el caso de los hallazgos cada vez encontrados. En el caso de
algunas referencias bibliográficas, pues, por supuesto, que no obviamos
citarlos y referirlos, ya que es una obligación, porque nos valemos de sus
influencias y aportes, como en algunas citas de autores de psicología, por
ejemplo.
El hecho de que tengamos, esas, y otras muchas limitaciones,
no nos niega la posibilidad de que hagamos nuestros propios hallazgos, que ya
serán para nuestro propio provecho.
El lector de este libro no pone en peligro su fe en los
Evangelios y su contenido. Tal vez, se beneficie y descubra cosas muy
interesantes, que hacen que nos enamoremos más, y, cada vez más, de las
Sagradas Escrituras, que es el motor principal de estos análisis.
Hacemos una recomendación metodológica: si se lee un
capítulo sin saber lo tratado en los anteriores, se corre el riesgo de no
comprender la ilación de los datos y descubrimientos encontrados. Recomendamos
la lectura de uno por uno en ascendente para poder entender lo que se está
descubriendo. Esa observación es muy importante.
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