sábado, 31 de diciembre de 2016





Lucas 17, 30-36:

Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.
 «Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que  esté en el campo, no se vuelva atrás.
 Acordaos de la mujer de Lot.
 Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.
 Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado;
 habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada.»
 Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?» Él les respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres.»

         Hay temas que han preocupado en toda la historia de la humanidad: la muerte. ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos? ¿Qué será de la vida, después de la vida? ¿Cómo será, qué será, será?
         Y, aquí, sí, que encontramos versiones como soluciones sean posibles de imaginar. Hay quien presenta “castillos”, unos fundamentados, hasta en datos bíblicos; otros, basados, en la pura suposición e imaginación. Depende de lo que se presente, ayudará para manipular, o, para concientizar. En muchos de los casos, la manipulación, está a flor de piel. La historia escrita recoge la historia real, en muchos de los casos. Aquí, se podría referir la historia de las famosas indulgencias, en un tiempo histórico concreto, que dio tanto, también, separaciones y divisiones. Hay que ubicar, necesariamente a Lutero, que, inevitablemente, generó lo opuesto. Pero, aún, así, ha sido positivo para no olvidar que esa realidad, no es más, que un misterio.
         Autores nuevos, como Karl Rahner, han aportado muchas cosas interesantes, al respecto, siendo fiel al misterio del misterio. El silencio, dice, debe ser la auténtica posición frente a esa realidad. Y, para ello, se necesita, tener mucha humildad para no auto-presentarnos como conocedores de interpretaciones que no dejan de ser pura subjetividad, distanciándose de la auténtica interpretación escatológica del después de la muerte[1].
         No nos vamos a meter por esos caminos, del después de la muerte. Es un misterio. Todo lo que se diga de más, no dejará de ser pura imaginación. No contribuiremos a ninguna manipulación, al respecto. El silencio, ante el misterio.
¡Chito! (tal vez esta expresión muy venezolana de mandato absoluto de silencio, venga del “stare zitto” del italiano, permanecer en silencio, más aún, de mandato de quedarse callado, autoritariamente). ¡Chito! (no hay más qué decir, se acabó: ¡en silencio!, con sentido autoritario).

El misterio del final:

         A pesar del silencio que se tiene que optar antes la gran realidad de la vida, la muerte, no deja de existir, por ello, grandes preocupaciones de cómo será el final.
         ¿Cómo será? ¿Será un final catastrófico el final? ¿El final será para todos igual, sin ninguna diferencia, será universal? ¿Se acabará el mundo en el sentido netamente humano y vital?
         Estas preocupaciones tienen a muchos muy preocupados, sobre todo, a muchos dirigentes religiosos. De allí, sus grandes masificaciones. Y, al respecto, no hay distinción entre algunas de las religiones, incluidos, algunos líderes católicos, aunque, pareciera, que ya se está poniendo los pies en la tierra, y son escasos los que lo hacen.
         ¿Cómo será el final? Es la gran pregunta. Dependiendo de la postura que se asuma frente a ella, será, o, la manipulación, o, la toma de conciencia. Aunque, la toma de conciencia, no puede ser, sino, el hecho de la realidad de la muerte. Y, la realidad de la muerte, desde la visión del hombre de fe. De allí, su comportamiento moral, del bien y del mal, en relación a Dios y al prójimo. Esa es la tarea de las religiones en el mundo, sobre todo de la Iglesia Católica y todo lo que ella profesa y promulga: la dignidad de la persona humana, por sobre todo, como “imagen y semejanza de Dios”, con todo lo que eso implica.

La muerte: un hecho:

        
         La muerte es una realidad. No hay vuelta de página. Es.
         Preocupe, o, no. Es. Negarlo, es, una simple y llana tontada. Es. Tarde o temprano. Es. Ni negarla como en el caso del nihilismo (Nietzche), ni ocultarla o disimularla, como en el caso de algunas tendencias modernas (cfr. Joseph Ratzinger, Teología de la muerte, en Escatología, Auer/Ratzinger, Curso de Teología Dogmática, Tomo IX, Editorial Herder,  Barcelona, 1980, pp. 74-79).
         Quizás, por eso, es que existe la gran preocupación, de, sí será pareja para todos, de un solo sopetón. ¿Será universal, de una sola vez? Quizás, como para consolarnos, es que se cuestiona sobre su posibilidad de que sea de una sola vez, para todos, sin excluir a nadie, en la que todos la experimenten el mismo día y al mismo tiempo. Tal vez, muy en el fondo, sea eso lo que nos preocupa, o, lo, que, en el fondo-fondo nos gustaría que fuera. Ya que nos vamos a morir, y será, ¿el día que nos toque, por qué no les toca a todos, por igual?
         Pareciera, más bien, que fuese como un deseo de que ese día se acabe el mundo de manera definitiva para todos. Ya, de hecho, se nos habrá acabado para nosotros cuando nos toque. Y, como ya se nos ha acabado, sería, como cuestión de justicia, que se acabe para todos de manera universal y general. Es como una manera de consolarse. Pero, ¡ay!. Las cosas son como son. Es.
         Entonces, visto así, la idea de la muerte universal, en un solo día y tiempo simultáneos, no es otra cosa, que nuestro deseo de que ese nuestro día, sea el día universal, de todos, por parejo.
         No nos hagamos ilusiones.
         Y, es, cuando no dejará de haber quienes fundamenten, aun en la misma Biblia, la realidad de la muerte pareja, es decir, universal. Pero, hay datos que desdicen de esa idea. La idea que está implícita en el entresacado inicial de este capítulo afirma lo contrario.
         Veamos. Lucas 17, 30-36:

 Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.
 «Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que  esté en el campo, no se vuelva atrás.
 Acordaos de la mujer de Lot.
 Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.
 Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada.»

La muerte, será universal, pero individual:

        
         La muerte será para todos. Ahí lo universal de la muerte.
         Pero, la muerte, el momento, como tal, será individual. Ya está dicho en la afirmación del Evangelista: “uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada”.
         ¿Si la realidad de la muerte, fuese el mismo día para todos sin distinción, entonces, por qué el evangelista dice que uno será tomado y el otro dejado? Está claro. Será individual.
         No hay más qué decir. Está dicho. O, como se dice entre nosotros, cuando en una conversación queremos estar autorizados por otro interlocutor: “¡dígalo, ahí!”. Y, a veces, el interpelado, no tiene alternativa que decir: “¡está dicho!”. Como queriendo decir, está evidente, no hay más. Ya está dicho, y con ello, se convierte el interlocutor en el testigo y testimonio y autoridad de lo que se está conversando. ¡Dígalo, ahí!, pues. ¡Está dicho!. Si el interlocutor asiente y dice esa expresión, es señal de que no tiene elementos para decir lo contrario en lo que lo impelan. ¿O, no?
         ¿Entonces, por qué hacemos manipulación, fundamentada, o, no, de algo que ya está dicho? ¿O, no... ¡dígalo, ahí!?
         ¿Cómo, que, no? Ya está dicho en el extracto del Evangelio de San Lucas.
         “¡Está dicho!”...
         Porque, no hay más qué decir.
         Y, ¡Chito![2]
         Se alegará, entonces, que es muy fuerte la manera de este apartado. Y, que, es agresivo. Pareciera, ¿pero, qué se puede decir? Más, es repetir la historia que se quiere evitar repetir. No hay más qué alegar. Está dicho.
         Terminemos, con la expresión típicamente venezolana de absoluto y definitivo, de cerrar una conversación o un tema: “No hay más nada qué decir”, y con ello referimos la colección de Ángel Rosenblat, Buenas y malas palabras, en donde se analiza esa expresión, típica venezolana, para diferenciarla de la expresión española de “nada más”, porque en Venezuela, el “más nada”, tiene carácter de absoluto y definitivo en el cierre de una conversación (cfr. Ángel Rosenblat, ¿Más nada o nada más?, en Buenas y malas palabras, Tomo I, Editorial Mediterráneo, Madrid, 1982, pp. 52-55).
         “¡Está dicho!”...



[1] Cfr. KARL RAHNER, Curso fundamental sobre la fe, Editorial Herder, Barcelona. Cfr. EUSEBI COLONER, Dios no puede morir, Una aproximación histórico-crítica a la teología radical, Editorial nuova terra, Barcelona, 1970 (p.179). Jorge Siegmund, Dios, editorial Verbo Divino, España, 1969. También, de manera muy especial, la Encíclica El Esplendor de la Verdad.

[2] En Venezuela “chito” es una expresión acompañada del gesto de llevarse un dedo a la boca para manda y exigir silencio.
El chito (también conocido como tángana, tanga, tuta, etc.[) es un juego popular que consiste en lanzar un disco metálico (tejo, tanga, tostón, etc.) contra un cilindro (o pieza similar tallada de madera llamada chito o tanga) a una distancia de 22 metros, encima del chito se coloca una moneda.

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